Una mirada a nuestros defectos
¿Defectos yo? Qué va!! ¿Y además quien se atreve a mencionármelos? Esto nos sucede con frecuencia a muchas personas pues, además de creernos intocables, no permitimos que nadie se atreva a dar una opinión sobre lo que de nosotros les molesta. Recuerdo la anécdota del hombre al que se le salió un ojo y luego el al tratar de colocarlo de nuevo lo puso al revés, esto es mirando hacia adentro. Así permaneció un rato hasta que el individuo se asustó tanto en verse a sí mismo que corrió a ponerlo de vuelta en su posición original, o sea mirando hacia fuera.
Y así somos muchísimas personas pues nos resulta mucho más fácil ver la pajita en el ojo ajeno que ver o permitir que nos vean la viga en nuestro propio ojo y por eso nos resistimos a que nos digan algo y como consecuencia a cambiar aquello que no nos sirve, como lo son nuestros defectos. En los programas de doce pasos existe uno muy importante que es el sexto el cual dice “Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios eliminase nuestros defectos de carácter”.
El anterior paso va de la mano del séptimo en el que se expresa que “Humildemente le pedimos a Dios que eliminase nuestros defectos”. En ambos hay que hacer una salvedad y esta es que no podemos dejar todo el trabajo a Dios para que nos sane, sin contar con una decidida voluntad e intención de cambiar de nuestra parte, amen de la humildad para pedirle ayuda para remover aquello que queremos y necesitamos cambiar, lo que confirma el aserto de que Dios no hará por nosotros lo que por nuestra propia cuenta y voluntad podamos hacer.