28 de marzo de 2024

JONÁS

Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
8 de marzo de 2019
Por Víctor Hugo Vallejo
Por Víctor Hugo Vallejo
Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
8 de marzo de 2019

Todas las limitaciones que ha tenido en la vida, las ha convertido en oportunidades exitosas. La humildad y la carencia de riquezas las conoció desde sus primeros días, cuando debía levantarse con sus cortos años a trabajar en la tierra, junto con sus hermanos y sus padres, en la pequeña parcela que algo les daba para vivir de la forma más modesta. La luz del sol la tenía que esperar ya estando en el arado, o en la huerta o llevando adelante las dos vacas  que les daban la leche de consumo diario. Su padre debía completar esos magros ingresos con jornales en las fincas vecinas, donde hacía de todo. Eran muchos hijos para mantener y una esposa consagrada a las tareas  de la casa, sin sustraerse de jornadas agrícolas que se requerían para obtener una mayor productividad de un pedazo de tierra  que era tan pequeño que ni siquiera cabían los sueños de esos niños, que se hicieron muchachos y un día se hicieron hombres, campesinos, con arraigo en su terruño, pero con un futuro en el que la incertidumbre marcaba el camino.

En 1956 fue llamado a prestar el servicio militar obligatorio. Era un deber legal del que no era posible excusarse, a pesar del llanto de la progenitora, que en intuición de madre y mujer pensaba que su hijo podía tener una despedida y de pronto un adiós, por los niveles de confrontación que vivía el país, que regresaba a las luchas armadas luego  de esa especie de luna de miel de la paz cuando arribó el militar prometiendo  diálogo y retorno a la democracia, que no fue capaz de concretar porque las cosas no se dieron para quedarse en el poder de manera indefinida. Una forma como muchos han entendido la democracia en Colombia: sólo procede en la medida en que gire en torno a ellos mismos. Y eso no es del pasado, se mantiene y muchos de esos dirigentes siguen pensando que son la única salvación colectiva.  Esa madre sabía que el riesgo era alto, porque en esas luchas los muertos solamente los ponían –y los siguen poniendo- los pobres, porque los ricos no van a la guerra, ni envían a sus hijos, ellos la financian en la seguridad de que es un buen negocio. No había nada que hacer, el muchacho se iría al ejército. Consoló a su madre, le dijo que eso le iba a servir para aprender mucho y se iba a dedicar a hacerlo, porque  con sus buenas relaciones personales y su manera elegante y sobria de ser, no le seria difícil hacer muchos amigos. En resumen le dijo: tengo mucho que ganar y nada que perder, mamá.  Y se fue esos dos años y medio.

En el servicio se destacó como el amigo de todos. El soldado humilde, obediente, controlado, respetuoso al máximo y una persona dispuesta a ayudarle  a todos, de la mejor manera, con lo que tuviera a mano. Consideraba que no era necesario estar dotado de muchos elementos materiales para estar al servicio de los demás.  Y desde siempre se había hecho una meta absoluta que no conocería dobleces de ninguna naturaleza: su existencia la construiría con fundamento en el respeto. El respeto por si mismo y por los demás. Y es la línea de conducta que a los 81 años mantiene, con la fuerza de las amistades que ha hecho y sigue haciendo.  Está convencido que el respeto y las buenas maneras lo pueden todo.

Siempre pensó que estaría por siempre. Con una salud a prueba de todo, el trabajo le ha mantenido la dinámica vital que  lo ha llevado por muchos caminos, pero especialmente el de la creación. Es un creador nato. Y sus ideas las llegó a convertir en un gran grupo empresarial en el que la gastronomía y el buen servicio constituyen el eje central de su atractivo.  Nunca se detuvo. Cuando los sabios de la administración de empresas no habían inventado el concepto de resislencia, este hombre ya la practicaba.  Era ser nuevo cada día, con lo que se tenía, pero en la comprensión cierta de que a cada instante, a cada minuto se debe vigilar que lo que se está haciendo bien puede ser mejorado, a favor del mercado, del cliente y por supuesto del negocio.  La fidelización de sus clientes ha sido su obsesión y lo ha logrado.

Lo reclutaron para el servicio militar en su pueblo natal, La Unión, en el extremo norte del Departamento del Valle del Cauca, un día de mercado, cuando los campesinos jóvenes salían a ver a las muchachas bellas y de pronto a tomarse una o dos cervezas. Una fecha de mercado de pueblo era el espacio apropiado para que el ejército hiciera reclutamientos masivos, en la seguridad de que no incorporaban a nadie por quien se jugaran influencias para su desacuartelamiento.

Con su atractiva personalidad, a pesar de sus escasos estudios escolares, en las fuerzas armadas se ganó el afecto de superiores e iguales. Lo tomaban en cuenta para todo. Era la persona capaz de llevar una vocería diciendo lo que se pretendía, sin caer en agresiones o irrespetos que pudieran hacer fracasar las ideas.  Muchos de esos amigos que hizo durante ese tiempo, siguieron siéndolo hasta cuando la vida se les acabó o aún en los días actuales. No faltó la propuesta de que se incorporara a las filas de manera  vinculante, pero era que no le gustaban las órdenes tajantes y cortantes, a pesar de que nunca desatendió ninguna con ese tono, que no fueron pocas. A él no le gustaba mandar, le atraía más entenderse con los demás en los mejores términos, en la seguridad de que  si las palabras existen entre los seres humanos, es para que intercambien las ideas y desde estas se pueden lograr todos los objetivos. Dijo gracias. Recibió su documento que lo acreditaba como reservista de primera línea del ejército nacional, se fue de regreso a casa con muchos nuevos amigos y habiendo tenido contacto pleno con un mundo que para un campesino de la Unión era totalmente desconocido. Aprendió mucho. Tiene mentalidad de esponja: por donde va pasando, va aprendiendo, interrogando mucho cuando no entiende y asimilando lo mejor de lo que le enseñan para ponerlo  en práctica en la primera oportunidad.

Tenía que hacer algo y no sería quedarse dándole golpes a la tierra en su pueblo natal, al lado de su familia, con un futuro que de ello apenas lograba tener el nombre, pero en el que no se adivinaban más que jornadas de trabajo intensas por unas pocas monedas. Decidió irse a vivir a Cali. Llegó  con una pequeña maleta, en la que apenas habían dos camisas, dos pantalones y muchos sueños. Sus zapatos eran apenas los que llevaba puestos. Había que cuidarlos. Se puso a trabajar en los oficios más humildes. Su carencia de estudios no lo habilitaban para nada que no fuera obedecer. Y sabía obedecer de la mejor manera. Fue mensajero, mesero, ayudante de obra, carpintero- Cuando logró alguna estabilidad laboral, lo que no le era difícil dada su manera de ser, decidió que debía estudiar. Hizo su bachillerato. Se pagaba sus estudios y cuando le dieron su correspondiente título, ya tenía ahorrado lo de la primera matrícula para el semestre inicial de Contaduría Pública, pues en lo mucho que hacía como empleado de los demás, había logrado establecer que era bueno haciendo cuentas.

Se hizo profesional de la contaduría. Montó su oficina humilde e hizo cursos de tributación. Se volvió asesor tributario y con ello comenzaron a llegarle las mejores épocas. Sus clientes, antes que nada eran sus amigos y por ello entraba en confianza para hablar de muchas cosas, de esas que se dicen en el mundo de las grandes empresas. Como Contador  se hizo el propósito de vivir con la mejor presentación personal, cuidar su físico, mantenerse delgado y erguido y vestir siempre de traje completo, camisa de cuello y corbata, con unas elegantes combinaciones que nunca han desentonado  su presentación personal. Es un hombre muy elegante. Y ello lo complementa con las excelentes maneras de relacionarse.

Un día uno de sus clientes en asesoría tributaria le ofreció la gerencia de un centro turístico en el municipio de Jamundí, en el sur de la ciudad capital. Nunca dijo que no a ninguna oferta de algo desconocido en su quehacer, tenía y tiene la seguridad de que lo que no se sabe se aprende. Y fue designado en 1973 gerente del Centro Recreacional Las Veraneras, uno de los más grandes de la región, al sur de Cali, en la vía a Popayán.

En la práctica hizo un curso intensivo de servicio. Se metió al bar, estuvo en la cocina, conversó mucho con los empleados. Cambió toda la metodología de trabajo y le dijo a su gente que se trataba de ser los mejores y que de serlo a todos les iría muy bien, comenzando porque ellos mismos, con sus excelentes resultados, serían los garantes de mantener un trabajo estable.  En poco tiempo en ese lugar la gente no  cabía. Todo era bueno: los productos, el aseo, la presentación, la comodidad y antes que nada el servicio. Todo el personal estaba impecablemente presentado y atendía con finas maneras, muy respetuosas. El mismo gerente se pasaba por las mesas, saludando de forma cortés a todos los clientes, evaluando el servicio, la comida, las bebidas, las instalaciones, el trato de los empleados.  Era el primero en llegar a la hora de apertura del servicio y el último en salir, a la madrugada del día siguiente.

Se comenzó a enamorar de ese negocio. Comenzó a soñar con tener uno que fuera de él y donde las cosas se hicieron a su manera.  En alguna ocasión, cuando iba hacia su trabajo en Las Veraneras, en la autopista suroriental con calle 44, en el sur, vio que el lote  del costado derecho, que siempre miraba como se miran las mujeres bellas, con mucha atracción, le habían colocado un aviso de se vende.  Al día siguiente  se fue un poco más temprano y habló con el dueño. Quiso negociar, habló de crédito y el dueño de manera impasible le dijo que no a ese señor elegante y bien hablado, pero sin mucho capital.

Los soñadores normalmente son tercos o se tienen que volver tercos, pues de lo contrario los sueños no pasan de ser meras ilusiones pasajeras.  Era cuestión  de conseguir los recursos y llegarle al propietario de la tierra con la plata en la mano. Como contador sabía que la plata estaba en los Bancos. Era asesor de algunos de ellos. Fue, tramitó créditos cuantiosos y puso como garantía la hipoteca en primer grado de ese mismo terreno. De inmediato le dijeron que si.  Compró el lote. Debía conseguir  lo necesario para desarrollar su proyecto que no era nada distinto que un Restaurante un poco al aire libre, con la oferta de los gustos privilegiados que había detectado entre los muchos visitantes del lugar que gerenciaba. Fue así como nació en 1982, en el sur de Cali “El Rancho de Jonás”, que se mantiene en el mercado con mucho éxito, habiendo sido  objeto de las necesarias remodelaciones, reacomodaciones,  modernizaciones y adecuaciones a la necesidad del cliente .

Fue el inicio de lo que hoy día es uno de los grupos empresariales más exitosos en Colombia, en el ramo del entretenimiento la gastronomía y la diversión.  La obra de un campesino humilde –nunca ha dejado de serlo-,  que tuvo muchos sueños y que los supo construir con la fuerza de su trabajo, de su convicción y todo fundado en el valor esencial que debe tener toda sociedad: el respeto pleno por si mismo y por el otro. Es Jonás María Cardona Quintero, simplemente Jonás para todo el mundo. Saluda de mano y de abrazo y tiene palabras de bienvenida en que va incluida una expresión de agrado para la persona.

Jonás Cardona hizo de la cortesía, el buen trato, el respeto y la calidad en el servicio un gran negocio. Comenzó con 23 empleados, todos ellos vestidos de manera impecable. Se llegó a decir que en su restaurante  muchas veces eran más elegantes los trabajadores que los clientes.  Y era cierto. Y además se dio uno de sus grandes gustos: generar trabajo para los artistas. Siempre ha habido músicos en sus establecimientos.  Ama la música colombiana, pero no se niega a los demás ritmos, porque en sus establecimientos comerciales, efectivamente el que manda es el cliente.

La familia que un día conformara con Yolanda, supo desde un comienzo que ese trabajador incansable requería de su ayuda y apoyo. Sus tres hijos, Marco Antonio, Julián y Marrian luego   gozar de la rumba y de la mejor salsa. Llega que todo lo que se llegue a tener es el producto de lo que se hace, deía Andrea se metieron desde pequeños en la empresa. Nunca fueron hijos de papi, no se valieron del nombre de su padre que ya era famoso, porque con sus métodos de servicio se volvió conferencista de mercadeo y relaciones humanas, supieron  que todo lo que se llegue a tener es el producto de lo que se hace, de lo que se trabaja, de lo que cada quien se propone.

Unos años después vendrían nuevas ideas de servicio  al público y nació “Tienda vieja”, cercano al restaurante, a donde va la gente después de comer a gozar de la rumba y de la mejor salsa. Llegaría luego “La casa de la cerveza”, que se aprovechó de las limitaciones de horario en la vida nocturna y ofreció servicios más temprano en la tarde. Después vendría la explotación del mercado de las pequeñas cosas de comer y nació “Calixto”,  para tardear, tomar un refrigerio, llevar para la casa o solicitar los productos a domicilio.  La casa de la Cerveza cumplió su ciclo y se reinventó de nuevo y ahora es “Mercado Jonás Barkery Café”, un concepto más integral de servicio para divertirse y llevar productos de la mejor calidad. No ha dudado en convertir su bíblico nombre en marca comercial.

Servir a los demás con el mayor respeto y en las mejores condiciones de calidad, que era, es y sigue siendo su manera personal de ser, lo convirtió Jonás Cardona en un gran negocio, que se pone como ejemplo en las escuelas universitarias  de cómo se trabaja este sector de la economía nacional. Los empleados de este campesino de La Unión, nacido en la vereda San Luis,  gozan  del reconocimiento y pago de todos sus derechos legales y estímulos ciertos para que cada día sean mejores, como facilitarles su capacitación, a más de la gran estabilidad en el trabajo. Ya son muchos los que se han pensionado en sus empresas. Algunos de ellos, pensionados, se mantienen en actividad, pues los vuelve a vincular mediante otra modalidad de contrato, permitiéndoles lograr un mejor nivel de vida y consciente de que se ha formado un capital humano que no se debe desperdiciar por meras cuestiones de edad.

 

Nunca se ha olvidado de su familia. La gran mayoría de sus miembros han estado vinculados a sus empresas y siguen trabajando allí.  Puede escoger los mejores lugares  de la ciudad o de las ciudades (se ha expandido a varias) donde están  sus restaurantes y centros de diversión, pero jamás  cambia un almuerzo conversando con sus hermanas, en uno de los barrios estratos medio de la capital del Valle. Jonás se reconoce como un ser humano, que cuida mucho no dejar de serlo siempre. No se le olvida su origen, su lucha, sus razones de vivir.  Ahora son sus hijos quienes se han puesto al frente de todos los negocios, pero sin cambiar en nada la fislofía de su padre: servir de la mejor manera, teniendo el respeto como guía esencial en la relación con los demás, sea quien sea. Sin que deje de visitar sus establecimientos, ahora permanece más en casa, al lado de Yolanda de quien un día se enamoró profundamente y sigue más enamorado. Lo que más ama en la vida Jonás Cardona  son la vida y  Yolanda.