Guerras de la paz
Disuelta la Gran Colombia, no tuvimos muchos días en paz, y acabamos rematando este período con la Constitución de Rionegro y el sin número de revoluciones que de esta se generaron. Así llegamos a 1886 y fue para nada. Una nueva constitución que desemboca en la “Guerra de los Mil Días”, Constitución que no fue cosa diferente a establecer una paz que carecía de sustento. Posiblemente la separación de Panamá logró que los colombianos pensáramos más como país, pero no faltó que por una causa, u otra, llegara la denominada “Hegemonía Conservadora”, la que nos trae hasta 1930, cuando se instala otra hegemonía, ésta, buscando equilibrar la anterior, pero ya con el carácter de liberal. Así nos toma el medio siglo con los cambios de orientación política y la llegada de una dictadura que nos obliga a crear un sistema de alternación, sistema que ahoga las expectativas de otros que se levantan en armas. 50 o más años en las mismas nos traen al hoy, cuando después de tratar de llegar a un acuerdo con los alzados en armas, y luego de desconocerse un plebiscito que las negó, nos damos unas reglas de juego para que, los que ahora quieren integrarse a la sociedad, puedan hacerlo sobre las bases de Verdad, Justicia, Reparación y No repetición.
¡Pero no! El llamado estatuto para la JEP, el Estatuto para la paz, es ahora razón para armar otra guerra, de tal manera que no perdamos la costumbre de matarnos entre nosotros. Analizado el estatuto por la Corte Constitucional, es enviado al Presidente para su examen y firma. El Presidente, en su fuero, efectúa observaciones de inconveniencia a algunos artículos y de allí nacen las nuevas razones para la guerra. El Congreso, aun sin darle el primer debate a las objeciones de inconveniencia realizadas por el Presidente, ya tomó partido. Diría yo que desde antes de saberse si habría o no objeciones, ya estábamos parapetados, mejor, atrincherados y listos para el ataque.
Para todos es claro que, con o sin objeciones, la JEP podrá funcionar, razón de más para que el análisis de las divergencias pueda hacerse calmada y civilizadamente y por sobre todo mirando la realidad de la conveniencia o inconveniencia de las observaciones hechas por el Ejecutivo y en procura de mejorar y hasta de precisar conceptos y términos. Así, cada grupúsculo que se autodenomina partido político: ¿Será capaz de reconocer que hay un ordenamiento legal vigente como corresponde a un Estado de Derecho? ¿Acaso, la capacidad intelectual de estos grupos les permite razonar, y dejar que sean la Instituciones las que resuelvan las diferencias dejando de lado las elucubraciones constitucionalistas de conveniencia? ¿No es esta una guerra que se arma desde las trincheras de la paz?
Entonces sólo cabe preguntarnos: ¿ESTAMOS LIBRANDO UNA GUERRA POR LA PAZ?
Manizales, marzo 22 de 2019.