17 de enero de 2025

Como dos y dos son cuatro

Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
29 de marzo de 2019
Por Carlos Alberto Ospina M.
Por Carlos Alberto Ospina M.
Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
29 de marzo de 2019

El adjetivo “inmoral”, a veces, pierde la condición de calificar o determinar al sustantivo. La promesa rota corresponde al ámbito de la artimaña, el embuste personifica el tono menor de la capacidad cognitiva y la infidelidad se opone a la firmeza emocional.

En la actualidad distintas corrientes ideológicas tratan de relativizar cualquier concepto so pretexto de modernidad, inclusión y respeto a la divergencia. ¡Patrañas! En el fondo carecen de la noción básica de emancipación en la medida que buscan homogeneizar el pensamiento, la educación, la justicia, el medio ambiente, la sintaxis, los gustos gastronómicos, las tendencias sexuales y la política, entre un dilatado abanico de las “buenas costumbres”.

Algunas posiciones “realistas” avanzan a la velocidad del desorden, erráticas y especulativas, a base de almíbar o edulcorante ocultan la presión social. El truco consiste en adornar el significado para obstruir el derecho fundamental al libre desarrollo de la personalidad y a la igualdad.

Nada entre dos platos, la noción de lo razonable y lo justo, siempre y cuando, se adapten a las ideas y a las doctrinas del momento, diría, al fanatismo intelectualoide. ¡Cuánta indigencia moral encarna aquella ensayada perspectiva! Por un organismo o por otro, rasgarse las vestiduras y protestar desnudo simboliza el restringido “ciclo analítico profundo” de la insatisfacción sobre el estado de cosas. ¡Farsas! que apuntan a subir el índice de sintonía, afectación corporal y eco retórico.

De esa manera, se acuñan términos con miras a avivar desconfianzas étnicas, fomentar la desigualdad, incentivar los métodos violentos, ocultar corredores estratégicos para el narcotráfico y facilitar las vías de hecho. No importan los medios utilizados, sino el fin último de quebrantar la esperanza. Para esto, manosear el nombre de la “paz”, resulta eficaz desde el punto de vista del conflicto armado y las diferentes formas de lucha. El mentiroso obsesivo, tira la piedra y esconde la mano, a la vez que se viste de arcángel amoroso. Mientras tanto, el leviatán interior expulsa bocanadas de odio. El séquito maquinal suscita vítores y alabanzas en virtud del embolsamiento propio del demonio. Éste espíritu del mal, poco sobrenatural, desprovisto de garbo, decencia e inteligencia busca someter la voluntad al mundo caótico.

Para unos resulta útil pregonar la imperfección y destrozar cualquier vestigio de oposición. “El error no es mío. Tengo la misión divina de reconstruir la nación; y distribuir la miel, el pan y el vino. Soy alguien mejor que la presencia de Dios. Soy el custodio de la riqueza y el salvador de todos” parece decir el innombrado personaje en medio de la levitación.  La falsedad “desciende sobre vosotros. Podéis disolver la confianza”, parafraseando la estructura mística.

La falta de escrúpulos y la interpretación amañada de ciertos acontecimientos promueve hazañas inexistentes y desenlaces apocalípticos a la luz del verbo sustantivo Ser. No obstante, la esencia en sí misma no representa el atributo del individuo, más bien es la antípoda de la libertad y la existencia. ¿Un hombre bueno destruye, adultera, fustiga, manipula y tuerce la verdad? Obvio, no.

Otra pregunta suelta: ¿Cómo asegurar que ha de cumplirse lo que se dice? Depende de la coherencia ética, los antecedentes, los hechos y el acatamiento al principio universal del bien general sobre el particular. ¡Ah, difícil! El fast track de esta naturaleza.

Enfoque crítico – pie de página. Espectáculo despreciable escuchar en La W Radio al malabarista de la palabra, Ernesto Samper Pizano, quien sin sonrojarse rotuló de “tinte delictivo” los contactos de Santos con las Farc. Léase la siguiente perla: “Los contactos que hizo Santos para el diálogo de paz fueron ilegales y de tinte delictivo… estaba vigente una ley que no permitía hablar con personas al margen de la ley” (W Radio 26 de marzo de 2019). ¿Acaso, Samper Pizano, no fue un “palomo ladrón” que acarició y utilizó el dinero del Cartel de Cali en su campaña presidencial para el período 1994 -1998? Hay gente ruin que insulta la inteligencia y en especial, la dignidad.