29 de marzo de 2024

2019, Año Electoral

4 de febrero de 2019
Por Alberto Zuluaga Trujillo
Por Alberto Zuluaga Trujillo
4 de febrero de 2019

Enterrados en el Congreso los puntos esenciales de la reforma política que pretendía generar nuevos espacios de participación  para la mujer, impidiendo además el ingreso de los dineros de la corrupción estatal y del narcotráfico en las campañas políticas, fijando límite en el tiempo de las curules e imponiendo como obligatorias las listas cerradas, quedan en firme las elecciones de autoridades político administrativas departamentales y municipales conforme al cronograma aprobado el año pasado por la Registraduría Nacional. Al desgano congresional para la aprobación de estas importantes iniciativas, se sumó el poco interés del presidente Duque de cumplirle a los 12 millones de colombianos con quienes empeñó su palabra para convertir en leyes de la República los proyectos negados en la Consulta  Anticorrupción, permitiendo en unos su hundimiento tras su discusión y en otros, dejando pasar los días para el envío del mensaje de urgencia, cuando ya estaba agotado el tiempo de la legislatura. Quiere esto decir que habrá plazo para inscripción de candidatos y listas hasta el 27 de julio y tres meses después, el 27 de octubre, serán las elecciones de gobernadores, diputados, alcaldes,  concejales e integrantes de las juntas administradoras. Las expectativas desde luego son muchas como en  Risaralda, donde los distintos partidos y grupos empiezan a mover sus fichas en busca del poder en franca alianza con los magos de la contratación pública regional y nacional. Nos preocupa sobremanera la situación indignante en que se encuentra el conservatismo del Departamento, tras ser aprehendidos altos dignatarios que en su nombre ejercían funciones en la Secretaría de Desarrollo de Pereira al igual que la captura del Alcalde de Dosquebradas, sin que las directivas del Partido respondan por lo sucedido y más vergonzoso aún, que el señor Samy Merheg Marún, quien ostenta la credencial de senador y por ende la jefatura de la colectividad, no haya tenido  el carácter ni la altura moral de dar la cara para explicarle a sus votantes el por qué contaban con su irrestricto apoyo. ¿De cuándo acá en política un jefe demanda el voto de sus seguidores pero se niega a dar cuenta de sus actuaciones? Su inmenso poder político no puede continuar de espaldas a sus electores. Si no tiene respuestas por el actuar de quienes llegan a las diferentes posiciones en representación del Partido, la respuesta del conservatismo debe ser igual, negándose a renovarle la credencial en estas nuevas elecciones y arrebatándole la conducción a la que llegó, no por las ideas que jamás se le conocieron y mucho menos por identificarse con las doctrinas de Caro y de Ospina, cuyo credo desconoce,  sino por la abultada chequera de la que elección tras elección ha hecho gala, sin pundonor ni vergüenza alguna. No más intrusos ni mercaderes de la política. Es imperativo devolverle al Partido la dignidad  y la gloria de otros días y si en su búsqueda, la gloria nos es esquiva, su dignidad restituida será la mejor paga que habremos de recibir, quienes de verdad su  bandera con orgullo, de siempre hemos enarbolado.

 

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