De Peña Nieto a López Obrador
El nuevo presidente de México Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO, llegó a la dirección del Estado en un difícil momento, pues Enrique Peña Nieto entregó un país donde los homicidios alcanzaron niveles históricos, además de 37 mil desaparecidos. De otro lado México está entre el 25% de los países más desiguales del mundo; 45 millones (11,3%) viven bajo la línea de pobreza absoluta, mientras que los cuatro mexicanos más ricos son dueños del 9,5% del Producto Interno Bruto.
Para el pueblo se inicia una nueva era con el primer político de izquierda que llega al poder en la historia reciente del país, después de varios intentos y frustraciones. Ingresó a la vida política en 1976, en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), pero se desvinculó años después por desacuerdos ideológicos. En 1989, fundó el Partido de la Revolución Democrática (PRD), llegó a la alcaldía de ciudad de México y luego candidato presidencial en 2006, pero lo derrotó Felipe Calderón por un pequeño porcentaje de 0,62%, equivalente a 243.000 votos; por supuesto que AMLO desconoció estos resultados. En 2012 se enfrentó a Enrique Peña Nieto, fue derrotado pero su partido se consolidó como la segunda fuerza electoral.
En este punto AMLO fundó el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y logró una aplastante victoria, el pasado 2 de julio, cuando lo apoyaron 30 millones de ciudadanos; el triunfo se logró gracias a una coalición de fuerzas de izquierda. La coyuntura era especial por el desprestigio de los partidos tradicionales, porque el país estaba sumido en la violencia desatada por el poder de las mafias y porque la corrupción alcanzó hasta los círculos más altos del poder. En ese momento los votantes decían que “la situación de México no puede estar peor”.
El desprestigio de Peña Nieto
¿Por qué este personaje fue presidente de México? Porque era el candidato del PRI, un partido que en 2012 contaba con una excelente maquinaria y con el respaldo de los monopolios. Además, Peña Nieto era considerado un candidato de “película”, un abogado de 45 años que trazó su carrera política partiendo del mundo de la farándula. Fue gobernador del Estado de México (2005-2011) en una campaña donde se hizo un excelente manejo de imagen; en los mítines y manifestaciones fue famosa la consigna de las admiradoras: “Enrique, Bombón, te quiero en mi colchón”. Desde la gobernación se dedicó a inaugurar obras, rodeado de las más famosas estrellas de televisión y de este modo vendió su imagen. Así quedó apuntalada la campaña presidencial de 2012. Prometió crecimiento económico y un gobierno eficaz; preparó muy bien los comerciales para la televisión, donde aparecía vestido como un galán de telenovela, con la consigna “Tu me conoces y sabes que voy a cumplir”.
Pasó el tiempo y su gobierno quedó marcado por los escándalos de corrupción. Un sonado caso lo protagonizó su esposa Angélica Rivera por la compra de una mansión avaluada en siete millones de dólares, a una compañía a la que Peña Nieto le había otorgado contratos cuando era gobernador del Estado de México. Su imagen se vio seriamente afectada por el aumento de la inseguridad; un caso doloroso fue la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en 2013. Y aunque impulsó la guerra frontal contra el narcotráfico esta batalla le significa al país una cifra de 85 homicidios por día.
Tampoco supo manejar la relación con Estados Unidos lo que se reflejó en su popularidad: lo acusaron de haber sido débil y complaciente con el presidente Donald Trump, quien en repetidas ocasiones insultó a México y a los mexicanos. Y cuando terminaba su mandato ocho de cada diez mexicanos pensaban que Peña Nieto había sido un mal presidente y que dejaba el país agonizando debido a la exagerada corrupción, a la violencia y a la corrupción.
Por todo esto la administración terminó sumergida en el desprestigio; esta coyuntura la aprovechó AMLO en su campaña política y por eso ofreció enfrentar la violencia y la corrupción. Así se explica su campaña proponiendo una transformación pacífica pero radical para “arrancar de raíz el régimen corrupto de injusticia y de privilegios”. Su programa de gobierno comprendía el plan de paz; tumbar la reforma educativa de la anterior administración que ha sido rechazada por estudiantes y docentes; la promesa de no incrementar los impuestos, ni de introducir el “gasolinazo” y una política exterior que defienda la dignidad, la soberanía nacional y promueva la cooperación para el desarrollo. Propuso austeridad en el servicio público, reducir la nómina de la alta burocracia y acabar con los escoltas para quienes no hagan parte del gabinete de seguridad.
Los grandes retos
Pero AMLO no la tendrá fácil, porque agitó la bandera de los programas sociales y recibe un país con elevados niveles de pobreza, desigualdad, corrupción, violencia y una economía débil. Deberá responder a las expectativas de sus votantes y enfrentar la desconfianza de los mercados internacionales ante un gobierno de izquierda. En los últimos meses ha moderado su discurso radical y logró acuerdos con grandes empresarios, al afirmar que “México va a ser un país seguro y que va a dar mucha confianza a la inversión, porque no solo vamos a utilizar la inversión pública, necesitamos también la privada, la nacional y aumentar la extranjera”.
Hay otros desafíos porque México tiene hoy los más altos índices de violencia protagonizados, especialmente, por el crimen organizado. Hay dos grandes empresas criminales que tienen en jaque al Estado: el Cartel de Jalisco Nueva Generación, con fuerte presencia en 25 de los 32 estados, y el Cartel del Pacífico, que dirigía Joaquín “El Chapo” Guzmán, con influencia en 17 estados. Pero además de estas dos grandes organizaciones operan otros seis carteles de menos fuerza, pero con poder económico y militar. A esto hay que agregarle la corrupción; como los funcionarios y los policías tienen bajos salarios, son comprados fácilmente por las mafias. Otro reto que tiene México es la crisis migratoria; ya conocemos las caravanas de migrantes que atraviesan el país para pasar a Estados Unidos, buscando el sueño americano.
Sin embargo el presidente tiene a su favor la gobernabilidad, pues ganó la presidencia con el 53% de los votos y cuenta con mayoría en ambas cámaras del legislativo. Dicen que el problema de AMLO es que genera demasiadas expectativas positivas entre sus seguidores, pero negativas entre los mercados, por lo tanto deberá consolidar el crecimiento económico; para asegurar la tranquilidad afirmó que no hará expropiaciones y que dará garantías a los inversionistas.
Por último, la gobernabilidad depende también de mantener el apoyo popular en la medida en que avanza el gobierno. López Obrador podría ser el gran reformador de la izquierda democrática en América Latina, pero no puede caer en el populismo, para no seguir el ejemplo de otros gobernantes de la región.