29 de marzo de 2024

Las memorias de Santos

7 de noviembre de 2018
Por Óscar Alarcón
Por Óscar Alarcón
7 de noviembre de 2018

En las memorias de Enrique Santos Calderón (El país que me tocó) se observa cómo nuestra prensa no es tan politizada como lo era hace veinte años. Piero Ottone, fallecido el año pasado, quien fuera director del Corriere de la Sera, y uno de los más grandes periodistas italianos del siglo XX, anotaba que la prensa en el mundo tiene un primer estadio, históricamente, en que hace política y un segundo en que hace información. Basta recordar o repasar los periódicos nuestros de años pasados para observar cómo eran tan politizados. El Espectador, desde su fundación por don Fidel Cano, dijo que “trabajará en bien de la patria con criterio liberal y en bien de los principios liberales con criterio patriótico”. El Siglo lo fundó Laureano Gómez para defender el ideario conservador y combatir el gobierno de la revolución en marcha del liberal Alfonso López. El Tiempo se lo compró Eduardo Santos a su cuñado Alfonso Villegas Restrepo para defender el republicanismo y luego la doctrina liberal.

En los periódicos de los años setenta, y por supuesto los de los años anteriores, se transcribían en páginas y páginas las sesiones del Congreso. Lo digo yo que por más de diez años hice reportería política. El Consenso de San Carlos, que permitió la elección de Turbay Ayala, se hizo por iniciativa de Hernando Santos, director de El Tiempo.

Todo lo anterior lo cuenta Santos Calderón con la buena y agradable prosa que lo ha caracterizado y con la virtud de haber sido observador y hasta protagonista de muchos episodios de nuestra vida política. Hoy nuestros medios de comunicación cuentan a las volandas las intervenciones de Paloma Valencia y a María Fernanda fuera de sus Cabales.

Si hoy los medios de comunicación siguieran haciendo política, e influyendo, el plebiscito habría ganado con alta votación. Ya están en el otro estadio de que hablaba Ottone: hacen información.

Los tiempos han cambiado, tanto que El Tiempo ya no está en la Jiménez sino en la avenida Eldorado. Y ya no es de los Santos sino del zar, de Sarmiento.