29 de marzo de 2024

Entorno sensible

Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
16 de noviembre de 2018
Por Carlos Alberto Ospina M.
Por Carlos Alberto Ospina M.
Comunicador Social-Periodista. Especialista en Producción Audiovisual. Profesor universitario, investigador social y columnista de opinión en diferentes medios de comunicación.
16 de noviembre de 2018

Llama la atención el desinterés generalizado por los problemas de mayor impacto en la salud mental de los colombianos. El estriptis verbal se desliza con facilidad alrededor de los temas relacionados con la farándula de sicarios, el abandono de perros, los linchamientos en vía pública, los videos porno, los relatos ficticios, el fútbol y la zoología política. Trascienden más los vetustos implantes de la pretendida “diva” de turno que los casos de abuso sexual y maltrato de miles de niños. Cuando una sociedad se vanagloria de tener más mascotas que, pequeños en las casas, algo pasa con la especie humana. Lejos de los adulterados datos estadísticos de la corriente ‘animalista’ que sitúa a la persona en la categoría de desecho tóxico; es decir, concebir hijos contamina más el mundo que la cadena de producción de alimentos para animales, los excrementos, las garrapatas, las bacterias y los virus que transmiten millones de especies domésticas. Esta naciente versión del ‘ku klux klan’ persigue la huella de carbono en los individuos y no en la educación climática como contenido esencial de respeto a la vida y protección del medio ambiente.

Las diferentes manifestaciones de violencia exigen un enfoque de salud pública. El abuso y el maltrato infantil condicionan el comportamiento, aumentan la confusión, propician el aislamiento, dificultan la interacción en la edad adulta, abren camino a la depresión y al abuso de sustancias psicoactivas; entre otros entornos insanos.

Un episodio de ultraje causa estrés crónico, asociación de conducta a la experiencia traumática, problemas psiquiátricos, intimidación, alteración del núcleo familiar y relaciones complejas. Los problemas de adaptación de distintos niños, adolescentes y jóvenes tienen su raíz en los acontecimientos violentos a edad temprana. Para algunos no es fácil hacer amigos ni permanecer en la escuela y mucho menos, abrirse a la comunicación. La deserción escolar pone en riesgo social a la víctima de abuso sexual o maltrato físico y en varias ocasiones, abre espacio a la reproducción de delitos destructivos y al suicidio.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses se observa la relación causal entre la pobreza y la vulneración de los derechos de los niños. De los 10.385 incidentes de violencia intrafamiliar registrados en 2017, el 42% (4.362) corresponde a niños de entre 0 y 9 años de edad; así que la primera infancia y la infancia están en medio de un ambiente hostil caracterizado en su mayoría por personajes solteros (5.820), consumo de sustancias psicoactivas y custodia en manos de terceros. Los presuntos agresores se encuentran en el grupo familiar anotados con 9.541 eventos discriminados de la siguiente manera: padre (3.116), madre (2.986), padrastros (931); tíos, hermanos y otros consanguíneos (1.761). Este contexto de violencia contra los chiquillos lo encabezan los hombres con 6.456 probables ataques y 3.929 a cargo de las mujeres. (Informe Violencia intrafamiliar (VIF) en Colombia 2017/Departamento del hecho Dane – Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses).

Numerosos factores desencadenantes de la violencia intrafamiliar encuentran albergue en los fenómenos de intolerancia, machismo, abandono, pobreza, alcoholismo y drogadicción. Objetos contundentes, cortantes, punzantes y “mecanismos múltiples” son los más usados por los supuestos agresores (6.674 reportes de esa índole). Conforme al diagnóstico de Medicina Legal, las lesiones más frecuentes consisten en politraumatismo, trauma de miembros y piel. En el 2017 se inscribieron 7.114 incapacidades de 1 a 30 días de niños menores de 14 años de edad. (Informe Violencia intrafamiliar (VIF) en Colombia 2017/Departamento del hecho Dane – Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses).

El análisis multifactorial de la violencia doméstica y el anterior reporte cuantitativo conducen a mirar con lupa los programas de prevención e invitan a realizar seguimiento detallado al apoyo sicosocial, las adicciones y las enfermedades que padecen las víctimas. Pensar en los tipos de riesgos implica adelantar actividades de monitoreo, evaluar y divulgar la política pública sobre salud mental.

La identificación de comportamientos y personas vinculadas con delitos, lesiones no fatales o abuso sexual, si bien no mitiga el daño individual, contribuye a abordar el tema de fondo: la violencia es un problema de salud pública que demanda sostenibilidad financiera, concientización social, organización multidisciplinaria, investigación, atención prioritaria, tratamiento, educación, desarrollo de tecnologías, caracterización y decidido apoyo político.

Las directrices y los frentes de trabajo son interminables a nivel de prevención y bienestar social. La estrategia mundial para la salud de la mujer, el niño y el adolescente (2016-2030) cimienta tres verbos que transforman la política pública: sobrevivir, prosperar y transformar. ¡Ahí el cambio de actitud!