29 de marzo de 2024

DARIO

Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
23 de noviembre de 2018
Por Víctor Hugo Vallejo
Por Víctor Hugo Vallejo
Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
23 de noviembre de 2018

Se bajó del carro por la puerta derecha para ir hasta la entrada de la finca y quitarle el seguro al candado con que se cerraba cuando ingresaban los visitantes. Tomó la llave que le indicaron, la introdujo y en ese momento una gran explosión lo elevó diez metros encima del suelo, lo aturdió, lo dejó sin sentido y solamente volvió a saber de si mismo varios días después en un centro hospitalario, donde continuaban haciendo esfuerzos científicos para salvarle la vida. Finalmente se la salvaron, pero lo que no pudieron conservar por los múltiples destrozos ocasionados por el artefacto explosivo fue su pierna derecha que debió ser amputada y con ello evitar infecciones mortales. Mucho después aprendería a caminar con una prótesis ortopédica que le vino a sustituir ese miembro y seguir caminando por el mundo, con el paso lento que tienen los poetas, para quienes el tiempo es un misterio más grande que para todos los humanos y a quienes no les importa mucho lo que sucede ,sino lo que sienten ellos y lo que sienten los demás, o les hacen sentir, porque el oficio de la poesía es hacer presentes los sentimientos, los gozos y desdichas de la existencia humana.

Fueron varios meses de incapacidad, en lo físico, porque en lo mental quedó intacto y ese lapso que debió permanecer en clínicas y en casa por el cuidado de la recuperación, fue para el valioso uso de muchas lecturas adicionales, algunas de las cuales por cualquier razón tenía aplazadas. Y como pudo se ideó la forma de seguir escribiendo en la cama, produciendo muchos más versos, de esos con los que tantos colombianos de las generaciones inmediatamente anteriores, o los de hoy, han enamorado por teléfono, usando un lenguaje que por ausencia de sofisticación muchas novias piensan que son propias de quien les lanza tantos suspiros de amor. Es que su poesía no se complica en expresiones que no sean entendibles para el más elemental de los seres humanos. Al fin y al cabo de manera abierta reconoce que en las canciones populares, muy especialmente en los boleros y en los tangos, se ha inspirado para decir muchas cosas, algunas de las cuales ya son parte del imaginario colectivo, que ha logrado grabar más de un verso en su bella construcción de lo que se quiere decir y no se logra, pero con un poema suyo es posible convertir en expresión cierta.

Borrar el hecho de su accidente en una finca en Sopó, Cundinamarca, no es fácil. Pero ahí no es donde se ubica su memoria constante, sino en lo mucho que ha leído y en lo abundante que ha escrito. La literatura y especialmente la poesía han sido su vida. En ella ha estado, está y va a estar por siempre jamás, por lo que no ha hecho de su existencia un cúmulo de recuerdos negativos de algo que pudo sucederle a su amigo, pero que su oferta de ser él quien abriera la puerta de salida de la finca, le correspondió, sin que en ello hubiese propósito de atentado alguno, como que contra los poetas solamente atentan las lágrimas amargas de quien siente el abandono o la soledad.
En ese fin de semana se había ido, por invitación, con su amigo el arquitecto Fernando Martínez a la finca Las Mercedes, en el municipio de Sopó. Cayendo la tarde del domingo se dispusieron a regresar a Bogotá. El poeta Darío Jaramillo Agudelo se ofreció a bajarse del vehículo e ir a abrir el candado de la puerta de ingreso-salida al predio. Desde el timón del carro Martínez vio cuando el poeta saltó diez metros arriba del piso, luego de una gran explosión que lo dejó tendido en el piso, mal herido, de donde lo recogieron y lo llevaron de urgencias a un centro asistencial, donde salvaron su vida y no pudieron hacerlo con su pierna derecha, que prácticamente quedó deshecha con las múltiples lesiones recibidas. Era una especie de guiñapo de carne y huesos destrozados. La poesía colombiana y universal fue duramente golpeada en esa oportunidad, pero no pudieron cortarla, ni mucho menos disminuirla. La vida siguió para el bardo, quien no ha parado de escribir en sus 71 años de vida. Vio la muerte cerca y eso le ha servido no para dolerse o lamentarse, sino para cantarle en verso a esa figura de la desaparición de la vida.

Y no es que se haya dedicado, tampoco, a cantarle a la muerte. Siempre lo ha hecho a la vida, al amor, a las mujeres bellas, al tiempo, a los días, a las ciudades, a la historia a todo ese mundo que lleva metido dentro de su memoria como un hombre erudito que es.

Su acceso al mundo del conocimiento fue heredado de su padre, quien desde que lo cargaba en sus piernas, sentado en la sala de la casa, le recitaba poemas, le leía cuentos, le leía novelas, le mostraba obras de arte, le hacía escucha música clásica contrastada con la popular, en cuyas letras no dudaba en resaltar su valor poético y el contenido de mensajes capaces de decir por muchos lo que pocos son capaces de expresar con precisión. Los libros, la música, el arte fueron parte de su vida desde niño en su Santa Rosa de Osos su terruño natal, el mismo que viera nacer a Miguel Ángel Osorio Benítez, a quien el mundo ha conocido, conoce y seguirá conociendo como Porfirio Barba Jacob, una voz profunda de los sentimientos y las emociones humanas y de Bernardo Hoyos, esa enciclopedia ambulante que transmitía con su bella voz los saberes y el buen gusto a través de los micrófonos de las emisoras. Allí nació un 28 de julio de 1947 Darío Jaramillo Agudelo, uno de los más grandes poetas colombianos, el más moderno de todos y quien ha trabajado su obra con el cuidado de no mantenerse en un momento históricos de la expresión lírica, sino que ha hecho el camino desde las expresiones tradicionales, hasta las más modernas construcciones de lo que es ser capaz de poner en el verbo lo que se lleva en lo emocional.

El amor ha ocupado un espacio trascendente en su poesía. El amor y a veces esas ganas inmensas de dejar de amar cuando se ama tanto, pero con el límite insuperable del amor que no se puede abandonar:

Podría perfectamente suprimirte de mi vida,
no contestar tus llamadas, no abrirte la puerta de la casa,
no pensarte, no desearte,
no buscarte en ningún lugar común y no volver a verte,
circular por calles por donde sé que no pasas,
eliminar de mi memoria cada instante que hemos compartido,
cada recuerdo de tu recuerdo,
olvidar tu cara hasta ser capaz de no reconocerte,
responder con evasivas cuando me pregunten por ti
y hacer como si no hubieras existido nunca.
Pero te amo.

El maestro Jaramillo Agudelo acaba de ser declarado ganador del Premio Mundial de Poesía en español Federico García Lorca, en Granada, la ciudad del “Poeta en Nueva York”, donde su alcalde Francisco Cuenca dio a conocer el acta del jurado que entre 47 autores venidos del mundo, escogió al colombiano por la capacidad lírica de su expresión y por los aportes inmensos en la modernización del lenguaje poético en lo que siempre ha estado comprometido. No sabía que lo habían nominado a dicho galardón y cuando se hizo el anuncio estaba en Valencia, España, donde lo localizaron y apenas logró expresar que se alegraba de saber que lo que ha hecho desde siempre ha servido de algo. Saber que la gente recita sus poemas y que muchos enamoran con sus versos lo hace sentirse profundamente orgulloso. Saber que sus palabras son de dominio público es como la cosecha de lo que un día decidió definitivamente sería su existencia y su aporte a la historia de la literatura en habla hispana.

Desde cuando su padre lo llevó a su recital de un gran declamador, quiso ser poeta. No para declamar, sino para escribir versos profundos que sirviesen de material de presentaciones de grandes declamadores. Terminó sus estudios secundarios en Medellín y luego al definir su futuro profesional, en lo que tuvo plena libertad, ingresó a ingeniería civil en la escuela de Minas de la Universidad Nacional. Le iba bien como estudiante. Le gustaba lo que hacía, pero sentía una especie de vacío en su intelecto que le quitaba el sueño. Terminó recibiéndose como abogado de la Universidad Javeriana. Se perdió un ingeniero, pero el Derecho no ganó un abogado. Por ese camino las humanidades se ganaron un poeta, porque eso era lo que quería ser en la vida, para poder cantar de manera libre:

Primero está la soledad.
En las entrañas y en el centro del alma:
está la esencia, el dato básico, la única certeza;
que solamente tu respiración te acompaña,
que siempre bailarás con tu sombra,
que esa tiniebla eres tu.
Tu corazón, ese fruto perplejo, no tiene que agrietarse con su sino
solitario;
déjalo esperar sin esperanza
que el amor es un regalo que algún día llega por si solo.
Pero primero está la soledad,
y tu estás solo,
tu estás solo con tu pecado original –contigo mismo-.
Acaso una noche, a las nueve,
aparece el amor y todo estalla y algo se ilumina dentro de ti,
y te vuelves otro, menos amargo, más dichoso;
pero no olvides, especialmente entonces,
cuando llegue el amor y te calcine,
que primero y siempre está tu soledad
y luego nada
y después, si ha de llegar, está el amor.

Se dedicó plenamente a la poesía, que no puede estar alejada nunca del mundo de la cultura, por lo que se convirtió, también, en gestor cultural, aspecto en el que ha trabajado toda su vida, habiendo sido director de ba Biblioteca Luis Ángel Arango y a partir de 1985 subgerente cultural del Banco de la República, por nombramiento que le hiciera su colega poeta Belisario Betancur Cuartas, cargo en el que permaneció hasta el año 2007, cuando los años y las cotizaciones al sistema pensional lo llevaron a una modesta pero digna pensión, con la que se fue al mundo de las lecturas continuas, de los viajes, de los intercambios, de las conferencias, a ser mucho más útil para el saber que lo puede serlo desde una posición, por trascendente que esta sea. A sus 71 años vive la vida en la libertad de la creación y en el disfrute de compartir con sus amigos, lo que hacía ese domingo con el arquitecto Martínez en Sopó. Para Darío no hay nada mejor en la existencia que tomarse un café y conversar de muchas cosas con sus amigos y además, de ser posible, hacer nuevos amigos, que es finalmente lo que les queda a los seres humanos, quienes ven como todos sus afectos y lazos familiares se van rompiendo por diferentes causas, pero la amistad jamás deja de expandirse, nació de la nada y se mantiene con la nada. No genera derechos ni obligaciones, por eso se puede mantener estable. Al final de los días sólo quedan los amigos y Darío lo sabe. En la ausencia de compromiso obligacional se puede cantar:

Hablo de las seis de la tarde con el cielo de un azul absoluto,
hablo de recibir la madrugada montado en un caballo o en una
carreta rumbo al mar.
son instantes preciosos, limpios de tiempo y sombra,
destellos del origen, blancura y fiesta.
Solamente si la música es silencio hay aquí música,
Solamente si la música es el sonido del agua liminar.
Hablo de caminar a solas por el campo cercano a Santa Rosa,
del encuentro al azar con un amigo en una ciudad lejana.
digo lo que me dicta mi corazón sereno, la parte de mi alma
dispuesta todavía al amor,
la del abrazo cálido, entrañable,
La parte que sobrevive esperando vencer a mi demonio.

El poeta galardonado no solamente se ha dedicado a escribir poesía. También ha escrito novelas y ensayos. De poesía se han editado nueve libros, con amplia circulación, lo que acredita la asimilación de sus versos por el lector. A más de ello ha sido el autor de siete volúmenes de antologías de la poesía colombiana e hispanoamericana, como gran conocedor que es en la materia. Igualmente de su imaginación han salido siete novelas publicadas, algunas de ellas con mucho éxito en concursos internacionales del género. Como ensayista ha dado a conocer cuatro grandes textos. Del mismo modo se ha ocupado de la literatura infantil y otros temas con otros siete textos más. En el 2006 dio a conocer su autobiografía que tituló “Historia de una pasión”. Es una de las grandes figuras de la literatura colombiana del siglo XX y del XXI. Será inmortal por lo que ha escrito.

Eso que casi todos perciben los domingos por la tarde, cuando se acaba la relajación del descanso y se comienza a pensar en la agenda del lunes, lo ha pensado Jaramillo Escobar y lo dijo con sabiduría:

¿Qué hacer con los domingos por la noche?
¿Dónde meterse en las noches de domingo?
Desconectar el teléfono,
no mirar televisión ni comer pizza
-los Museos deberían abrirse los domingos por la noche-,
mandarse embalsamar,
dejar que el silencio transcurra todo el día y lleve el peso de la
luz.
Detener el tiempo con Schumann,
y con Schumann inaugurar la oscuridad.
La lluvia sería obligatoria todos los domingos por la noche
pero se trata de una lluvia que deje ver la luna:
la luna también sería obligatoria los domingos por la noche,
luna y viento frío
frutas y café con crema antes del sueño,
congelar el tiempo y devolverse a otras noches de domingo,
recorrer el laberinto de la única noche que son todas las noches
de domingo, la noche sin espera.

Para que la poesía sea asimilable por el grueso de los lectores, debe ser sencilla, inteligible, de fácil recordación, como son las canciones populares, por lo que el maestro Jaramillo Agudelo no duda en decir: “No voy a dármelas de intelectual y a desconocer el enorme valor poético que encuentro en las letras de las canciones populares. No puedo desconocer el valor lírico de las letras de Lepera, el compositor de Gardel, ni de Agustín Lara, pero muy especialmente de alguien a quien cada vez admiro más: José Alfredo Jiménez, es directo, sencillo, eficaz y permanente, no muere. Allí hay mucha poesía y yo siempre he aceptado esa enorme influencia”. Decir en versos las emociones sólo es para los poetas:

Sólo el azar me dio la piel que amé
y solo el azar –o el cansancio-
extinguió el fuego.
Lo que siguió no fue el azar,
es lo que sigue siempre,
la lenta pesadilla del olvido
y luego cierto desprecio
por ese que fui yo y que amaba
y también por el que soy ahora
el mismo que no sabe porque ama.
Solo la carne se equivoca.

Un maestro de la palabra a quien se le reconoce a nivel mundial como una voz capaz de decir con el verbo lo que se lleva dentro de las emociones. Lo que dice Darío Jaramillo Agudelo usted lo siente, pero no lo puede expresar. El le presta las palabras, sin interés alguno. Hágalas suyas. Para eso escriben los poetas.