29 de marzo de 2024

Octubre no va más

29 de octubre de 2018
Por Alejandro Bedoya Ocampo
Por Alejandro Bedoya Ocampo
29 de octubre de 2018

Yo también he querido que pase el tiempo sin considerarlo amigo o enemigo; he descalificado las rutas del calendario en un pernicioso improperio a la personalidad, sin razón ni observancia de la irreversibilidad de los hechos; he mirado con altivez lo real y lo irreal, temiendo absorber de ellas el detalle, que es la mejor manera de sobrevivir a la decadencia del ser. El valor del pasado está muriendo, sucumbe ante las cárcavas del olvido;  incierto es si para siempre, pero en la vida las cosas buenas, generalmente, no vuelven. Estamos olvidando, y aunque siempre lo hemos hecho con nuestra gente, es agobiante que también se vayan por los túneles de la insensibilidad de la mente humana las tradiciones.

Fue imposible dejar de pensarlo al recorrer el comercio de las principales calles de Manizales, muchos nos hemos dado cuenta que el mes de octubre ya no entona con épocas anteriores. Acaecía, no hace muchos años, que para ese entonces, así como navidad, los aderezos que precedían las puertas de los negocios y las casas, eran relativos a halloween. Aclaro, no corresponde a este artículo la discusión sobre el origen o el desacuerdo que existe, en términos morales, de muchas personas con celebrarlo, de hecho a la fecha de publicación de esta columna, el calendario no marca el 31 de octubre.

Mi percepción va más allá, quiero decir,  nos estamos olvidando de vivir el presente porque nos encontramos sumidos en otras épocas, no sé si más beneficiosas económicamente, el caso es que no vivimos. Siguiendo con el ejemplo de las calles de Manizales, ya no nos encontramos brujas de ceda ni telarañas con arañas de trapo; nos reciben por el contrario, las luces, bolas y muñecos del árbol de navidad; tropezamos con las instalaciones para casa y los protagonistas del pesebre. Queda uno con la breve percepción de que es un poco precoz que cuando ni siquiera hemos pasado una época del año, ya estemos aludiendo a otra.

No es que piense que esté mal, de hecho son las reglas del libre mercado; pero eso no quita que se nos está olvidando vivir. Seguramente, pienso en ocasiones, acompañado con los espacios de ocio que otrora nos permitía la ausencia de aparatos tecnológicos -lo que Juan José Millás llama “las horas muertas”- nuestro afán de que llegue la navidad nos crea la sensación de que el tiempo corre mucho  más rápido. También nos está llevando a borrar del calendario toda una tradición, nos incita a crear un hoyo en la época sin considerar que los días no regresan. Diría la poeta Wislawa Szymborska en su bello poema “la realidad”, apuntando a la inclemencia del tiempo y la evocación de fantasías: “en los sueños aun vive nuestro difunto reciente, goza de buena salud, se ve incluso más joven // La realidad tiende ante nosotros su cuerpo sin vida. No retrocede ni un paso”.

Sigo sin entender el afán de la humanidad, la razón de desgastarse sin medida ni consideración del tiempo. Viene pasando en los últimos años, en repetidos eventos, un encaje perfecto de “Máquina de Morel”, la perla de Bioy Casares, pues la humanidad repite mal la historia, y el personaje (nosotros) cree, aún ante sus ojos, que todo es cambiante, sin serlo, hasta que el cansancio y la impaciencia de vivir lo que quiere, curiosamente, lo despierta del letargo. Allí descubre el tiempo perdido, siendo ya demasiado tarde.

Vivir es no dejar pasar ni olvidar, es no incluir dentro de la personalidad la codicia económica; vivir es dejar envejecer el tiempo naturalmente y sin estímulos artificiales, es dejar que suceda lo inesperado y asombrarse tal como un niño. Para Octavio Paz la vida es el presente, aunque no es “muerte ni vida”. En sus palabras:

“Pasó ya el tiempo del tiempo, el tiempo de ayer, hoy y mañana,

ayer es hoy, mañana es hoy, hoy todo es hoy, salió de pronto de sí mismo y me mira,

no viene del pasado, no va a ninguna parte, hoy está aquí, no es la muerte

– nadie se muere de muerte, todos morimos de la vida-, no es la vida

-fruto instantáneo, vertiginosa y lúcida embriaguez, el vacío sabor de la muerte da más vida a la vida-,

hoy no es muerte ni vida,

no tiene cuerpo, ni nombre, ni rostro, hoy está aquí,

echado a mis pies, mirándome”

La realidad es exigente, pero no lo suficiente para incitar al olvido. Así como las normas vigentes cobijan al hombre, las épocas que vive también lo hacen, y lo moldean. El hombre está hecho de recuerdos, porque recordar es vivir; pero también vivir es hoy, el presente, sin apuros, pues la incertidumbre es el plus de la vida. Podríamos esperar un poco más y darle el valor correcto al tiempo; “tiempo al tiempo”, se dice. De lo contrario, como vamos, parece que octubre ya no va, y se suma a los meses ignorados. Ya cayó septiembre: amor y amistad es casi un recuerdo. Queda navidad, pero en poco estaremos ansiosos para que llegue enero con las ferias. Y comenzamos de nuevo, como un círculo vicioso que entre más vueltas dé, más rápido descalifica y muestra porqué en esta vez ya no va. Ni mirar para atrás, porque el tiempo pasado, tampoco va, ni mucho menos vuelve más.