29 de marzo de 2024

«Marea de sombras»: la barbarie en Buenaventura

25 de octubre de 2018
Por José Miguel Alzate
Por José Miguel Alzate
25 de octubre de 2018

El libro tiene apenas 166 páginas. Fabio Martínez, profesor de la Universidad del Valle, recoge en esas 166 páginas los sufrimientos de las víctimas de esa violencia que se apoderó de Buenaventura como consecuencia del auge del narcotráfico, y que convirtió al puerto sobre el océano pacífico en escenario de una guerra que, por su brutalidad, despertó el rechazo de toda una nación que vio en ese derramamiento de sangre la barbarie de otras violencias que han conmovido al país. “Marea de sombras” es una novela testimonial, escrita sobre una realidad que Colombia no puede ocultar. Buenaventura fue escenario de una violencia que dejó miles de víctimas, y que demostró hasta dónde eran capaces de llegar los delincuentes para obtener lo que querían.

“Marea de sombras” se lee como un documento certero sobre esa violencia que se llevó personas humildes, que nada tenían que ver con la guerra. Bahía de Ziuz es el nombre del espacio geográfico donde ocurren todas las atrocidades que el escritor narra en una prosa no exenta de lirismo, con diálogos bien logrados, en un lenguaje de calidad literaria. La ciudad es Buenaventura, y allí convergen todos los actores armados. Guerrilla, narcotráfico, paramilitarismo, delincuencia común se toman a Bahía de Ziuz, sembrando muerte y desolación. Fabio Martínez dice que desde su fundación el 14 de julio de 1540 la ciudad “ha sido azotada por todas las desgracias”. Refrenda esta información cuando dice que en sólo dos años un comandante paramilitar asesinó a más de dos mil personas.

La novela se inicia con el relato en primera persona que, en forma de diario, escribe en la cárcel Felipe Gardenia, un poeta sindicado de un delito que no cometió: el asesinato de Karen Knudson, una hermosa rubia que fue su compañera de trabajo en la empresa Camaronera del Pacífico. Gardenia llegó a Bahía de Ziuz contratado por su dueño, Arnulfo Mosquera, para que fuera el administrador. Había sido recomendado por un amigo suyo, dueño de una empresa de transporte que prestaba servicios a la camaronera, su alumno en talleres de poesía. Ya establecido, vive un romance con la hermosa mujer, que fue amante del propietario. Al enterarse de la relación con el administrador, Mosquera contrató un paramilitar para que la asesinara y culpara del crimen al poeta.

Fabio Martínez entrelaza, con la narración en primera persona que hace el protagonista, historias de gente asesinada en forma brutal. El poeta Gardenia asiste al cementerio de Bahía Ziuz en el momento en que el juez ordena enterrar una pierna de Karen Knudson que los investigadores encontraron en uno de los congeladores de la camaronera. Entonces empieza a hablar sobre cómo la muerte se ha ensañado con una ciudad que vive azotada por la violencia sin que las autoridades puedan hacer algo para detener el baño de sangre. Ignora que va a ser acusado como autor del crimen. Ni siquiera cuando siente en su rostro la mirada del dueño de la empresa sospecha que van a sindicarlo de su muerte. Todo porque en la pierna tenía escrito, con estilógrafo, un poema suyo. Ella le había pedido que se lo escribiera. A los seis meses pudo demostrar su inocencia.

La novela tiene un capítulo, “El reino de los muertos”, que muestra esa realidad que vivió Buenaventura. Aquí se retrata esa violencia que la asoló. Sobre todo porque aparece la narración en primera persona de las víctimas contando cómo les desmembraron los cuerpos en las casas de pique, cómo los descuartizaron con una motosierra, cómo lanzaron sus cuerpos al mar para que el agua los desapareciera y cómo les cortaban la cabeza para jugar fútbol con ella como si fuera un balón. Los relatos de Washington Carabalí, de Andrea Ocoró, de Juan Madriñán y de Roberto Castañeda exponen la sevicia con que los asesinos actuaban. Aquí los muertos recuerdan, desde sus tumbas, qué sintieron en ese momento. ¿Influencia de Rulfo cuando en sus libros pone a hablar a los muertos?

La narración de la forma cómo mataban a la gente alcanza en “Marea de sombras” una verosimilitud que impresiona. A Washington Carabalí, hijo de un estibador de barcos de cabotaje que bautizó a todos sus hijos con nombres de personajes de la historia, lo descuartizaron y regaron las partes de su cuerpo por varios sitios. A Andrea Ocoró, una vendedora de pescado que vio morir a su madre a manos de la guerrilla, la mataron a machetazos porque se negó a pagarles la vacuna. A Manuel el carnicero, un hombre que llegó del Valle de Cocora, lo pelaron a cuchillo porque no quiso comprarles reses robadas. A Juan Madriñán, que tenía un aserradero, los descuartizaron con la misma sierra con que arreglaba la madera. Por temor, estos crímenes obligan a la gente a encerrarse temprano en las casas.

La presencia en Bahía Ziuz del poeta Felipe Gardenia no es fortuita. Aceptó trabajar en la camaronera porque, además de necesitar el trabajo, pensó que allí tendría tiempo para escribir el libro que hacía rato tenía en mente. Como personaje principal, escucha los testimonios de los muertos, que lleva a la narración para darle fuerza testimonial. Así va conociendo historias que traslada a la  novela porque siente que es su obligación contar esa violencia, así haya sido su víctima. La noche en que desapareció Karen Knudson fueron seguidos por dos sicarios que querían matarlos. Después de ingresar al hotel donde él vivía, ella sale a coger un taxi. Al otro día no aparece en el trabajo. Como fue la última persona que estuvo con ella, lo responsabilizan de su desaparición.

El tsunami que en un sueño el poeta ve cuando arrasa a Bahía de Ziuz es una alegoría sobre la destrucción de la ciudad. Como lo es la aparición de una rata que, en el Malecón, presagia la llegada del cólera. El padre Epalza la mata de un escobazo y ora para que no se presenten más desgracias. Pero las ratas se toman la ciudad. Fabio Martínez recuerda el secuestro masivo de feligreses en una iglesia de Cali, la toma de un restaurante campestre en el kilómetro 18 y el secuestro de los doce diputados de la Asamblea del Valle. Para combatir a la guerrilla, aparecieron los paramilitares. Estos se convirtieron en una máquina de muerte que sembró el dolor en cientos de hogares. “Marea de sombras” es una radiografía perfecta de una ciudad estremecida por vientos de barbarie.