28 de marzo de 2024

La Nena Jiménez: una ametralladora de humor verde

Por Guillermo Romero Salamanca
19 de octubre de 2018
Por Guillermo Romero Salamanca
19 de octubre de 2018

Nadie la llamaba como Rosa Helena, simplemente le decían “Nena”. Enrique Colavizza, con el fin de verla un poco seria, la saludaba con el nombre de pila, pero durante casi 40 años se dedicó a contar toda clase de chistes donde las relaciones sexuales, los madrazos e historias subidas de tono eran el denominador común.

Nena Jiménez. Foto Vanguardia Liberal.

Asistir a una grabación de sus chistes era encontrarse con un buen número de sus seguidores de los medios de comunicación. Carlos Eduardo Hernández, a quien lo conocían como “alita” –promotor de Discos FM y locutor en Radio Recuerdos– era un invitado especial y gozaba con cada uno de los chascos que “la lengua verde de Colombia” contaba.

Al popular personaje radial le ponían un micrófono para que sus risotadas quedaran impresas en las cintas.

La Nena llegaba muy puntual, vestida con su abrigo de piel, con decenas de anillos, pulseras, collares, aretes y el impresor de voces le pedía el favor que se desprendiera de la bisutería. “Toda esa bulla de fierros le quita nitidez a la trasmisión”, le explicaba Mario Rincón, el célebre grabador de Discos Fuentes.

Sin apuntes y sin libreto disparaba chiste tras chiste, sin parar, sin dudarlo. Su memoria era prodigiosa. Conectaba una historia con otra. Hablaba de su mirriñaque a cada instante y no descansaba. Podrían ser 50 o 70 chirigotas contadas sin resuello.

Foto Caracol Televisión

Se aplaudía, se reía con estruendosas carcajadas, se trataba de memorizar algunos apuntes para después repetirlos en alguna reunión, pero era casi imposible, porque Rosa Helena Jiménez Ochoa de Chavarriaga no lo permitía. Se reía de sus gracejos picantes y le gustaba ver feliz a la gente.

En los años sesenta comenzó con sus chistes en reuniones familiares y luego amplió el círculo de oyentes de sus groserías. La invitaron entonces de Discos Fuentes a dejar en una cinta su recital de descomposturas, pero se extravió ese trabajo, sin embargo, en la calle, la gente pedía los casetes. Fue una de las primeras ventas piratas de un artista en Colombia.

Los casetes iban y venían y se reproducían por doquier hasta que los disqueros del sello amarillo, aquel que tiene la Torre del Reloj de Cartagena la contactaron para hacer una nueva producción. El éxito fue total.

“Antes –decía la contadora de chascos—un hombre para verle el pingüiñoño a una mujer tenía que alzarle al máximo el vestido de baño, ahora tiene que abrirle al máximo el pinguiñoño para verle el vestido”.

“El 98 por ciento de los hombres son infieles, el 2 por ciento son mentirosos. Pero acuérdese que el hombre miente y la mujer finge y ahí estamos empatados %$%#$”.

Nació en Medellín el 15 de septiembre de 1929 y realizó más de 25 producciones discográficas y su gran venta fue en casetes. Seguidores latinos la llevaron a presentaciones a varias ciudades de Estados Unidos como Miami, Los Ángeles, Chicago, Nueva York y fue también a Canadá, Inglaterra, España y Santo Domingo.

Estuvo en varios programas de Don Francisco y ofreció una entrevista especial a Cristina Saralegui. Su mejor imitador es Pedro González, conocido como “Don Jediondo”.

Le tenía pánico a montarse en los aviones, pero cuando lo hacía no suspendía su rezo del Rosario. Claro está que, con los vacíos, interrumpía sus oraciones con decenas de madrazos a lengua limpia.

Contaba también que en su familia había reinas de belleza como Claudia Helena Vásquez, ex señorita Colombia y esposa de Carlos Vives.

Era de no creer que una mujer con tan brillante agilidad mental para acordarse de tantos y tantas mojigangas terminara su vida con Mal de Alzheimer. El 19 de octubre del 2011 partió al cielo de los narradores de chistes donde debe estar haciendo reír a más de un ángel de la guarda, cansado de ver tantas piruetas de sus protegidos.