19 de abril de 2024

El Bahareque en Pijao

Por Pedro Felipe Hoyos Körbel
12 de septiembre de 2018
Por Pedro Felipe Hoyos Körbel
12 de septiembre de 2018
Imagen archivo de Pedro Felipe Hoyos

Pedro Felipe Hoyos Körbel

En un verde valle queda engastada esta población, una de las últimas fundaciones del fenómeno que el profesor Parsons denominó Colonización Antioqueña, que al obtener la categoría de municipio en 1926 se ha dedicado al cultivo del café ganando con sus bonanzas y resignándose con sus malanzas. Esta unido este apacible pueblo al proceso colonizador, cuya matriz fue Sonsón por medio de la arquitectura en bahareque. En su periplo hacia el sur las técnicas de construcción sufrieron interesantes cambios. La pesada tapia española, que ya había prestado interesantes servicios en la cuenca del Mediterráneo, no era la respuesta adecuada para hacer casas para la población que se venía asentando en los terrenos escarpados de la Cordillera Central. El bahareque en guadua, debido a la abundancia de este material en la región y la destreza en su manejo que, por milenios habían acumulado los indígenas, fue la respuesta. En Aguadas se nota la mezcla entre estas dos técnicas y en Salamina ya predominará el bahareque; en Manizales se le harán otras adaptaciones como la fachada republicana; y en Pijao por ser el más reciente eslabón de esa cadena sufrió otros cambios que le dan una sobresaliente personalidad al bahareque del sur del Quindío. Seguramente hubo más variaciones, pero éstas ya no se pueden determinar porque desaparecieron bajo el peso de un pretendido desarrollo.

En San José de Colón, ahora Pijajo, se hizo uso extensivo del bahareque encementado logrando unas fachadas mucho más ostentosas que las tradicionales. El cemento era costoso, pero no tanto como para vetarlo en la nueva apariencia arquitectónica del pueblo. El cemento permite moldear diseños sobre las fachadas complementando una exterior mucho más elaborado. Lo que se logra en Aguadas para interrumpir la monotonía de la blanca pared usando tallas en los capiteles de las puertas y ventanas, en Pijao se logra con las paredes acanaladas como empates de ladrillo en las fachadas. En Pijao no se emplean apliques como en el estilo republicano manizalita, pero si hay varias casas que la fachada aparenta ser construida en bloques simétricos de piedra o ladrillo. Estas casas datan de 1938 y su apariencia masiva resalta y sorprende gratamente.

En Pijao hay un gusto por los remates de puertas y ventanas en arco, típicas de la arquitectura renacentista en Italia, desplazando los elementos neoclásicos como los dinteles típicos del bahareque de Salamina. Se ve como el bahareque en el Quindío fue avanzando ofreciendo soluciones a las diferentes exigencias de la época y de las necesidades de sus habitantes, fuera que da razón de los nuevos materiales.

Otra característica única de la arquitectura de Pijao es la altura de las casas que rebosa los 4 metros tradicionales o sea las 5 varas. La simetría se perturba, pero el ojo no se enoja por la alteración de numero áureo de Vitrubio. Otro aspecto que llaman la atención del bahareque de Pijao es que no hay balcones corridos y en general el balcón es un elemento que aparece en su mínima expresión que sería mejor llamarla insinuación ya que se trata de una ventana con barrotes de macana de chonta.

Llama la atención en el conjunto urbano de Pijao el empleo curioso del color para los elementos de las fachadas como lo son puertas, ventanas y paredes, que recurren a más de tres de ellos logrando una saturación. Da la impresión esa eclosión cromática que se está emulando con los colores que ostentan las chivas en sus carrocerías, modelo que nada tiene que ver con la arquitectura. ¿Quiere el Quindío diferenciarse a toda costa? ¿O se debe esta tendencia al desconocimiento de las raíces culturales negando el ancestro antioqueño del bahareque? Es el Quindío dueño de una historia interesante que por supuesto se diferencia de la del Caldas central. Los terrenos del Quindío pertenecían al Cauca con una composición racial incomparable al de Antioquia, fuera de que ya estaba asentada en la región. Desde Popayán, bien lo demuestran los archivos, se administraba esta región y se poseía un pleno dominio antes de la llegada de las familias provenientes de Rionegro, Sonsón, Abejorral y Marinilla (muchas de ellas habían hecho escala en Salamina o en Manizales). Ahora la llegada de este excedente de población ansiosa de laborar la tierra causó un boom que atrajo gente de las regiones aledañas. Se sumó a la iniciativa colonizadora antioqueña la laboriosidad del tolimense y por supuesto se contagió a los caucanos a buscar otros horizontes muy al norte de su provincia. Usos, hábitos y costumbres de estas gentes disimiles requirieron un replanteamiento y es de lógica que el resultado se diferencie de la matriz sonsoneña. Visto desde un punto de vista histórico el común denominador de la región del Viejo Caldas no es el café, lo es el bahareque que como un cordón umbilical nos facilita llegar hasta la matriz originaria y que despliega una historia mucho más vieja que la del café.

A pesar de la quiebra del cultivo del café; el terremoto de 1999 y la toma guerrillera del 2002, Pijao conserva un centro histórico con una atractiva personalidad plenamente desarrollada, llamativa para todo visitante que quiera admirar un eslabón de la vital evolución del bahareque y su cultura.