Duque y el déficit ambiental
Por Alexander Álvarez Giraldo
El 1 de agosto se cumplió el día del sobregiro ambiental del planeta. Ese día la humanidad ya había consumido todos los recursos renovables que podría generar el planeta en el mismo año, lo que equivale a que se necesitarían 1,7 planetas para poder nivelar el impacto ambiental. El cambio climático y este déficit son uno de los principales retos de la humanidad. Los desastres ambientales cuestan 520,000 millones de dólares anuales (igual al presupuesto general de Colombia de casi 7 años), empujan a 26 millones de personas a la pobreza al año y el cambio climático es responsable de 7 millones de muertes prematuras al año con un costo de 200 millones de dólares para el sistema de salud.
En esta debacle ambiental no todos los países participan en la misma medida. China es responsable por el 25,9% del total de gases de invernadero, Estados Unidos del 14,75%, la Unión Europea del 9,3% y Colombia del 0,35%. En toneladas métricas de CO2 por habitantes, Qatar genera 40,5 toneladas, EE. UU 16,4, y Colombia 1,9. Si todos los países consumieran recursos como lo hace Australia requeriríamos 5,2 planetas para compensar nuestra huella ambiental y si lo hiciéramos como EE. UU requeriríamos 5 planetas.
Ante este panorama, en la mirada local del problema, el nuevo Presidente Iván Duque no parece representar un avance en materia ambiental ya que ha manifestado que continuara con el apoyo irrestricto a lo planteado por Estados Unidos en escenarios internacionales -que hoy se orienta por la doctrina Trump de producir hasta la saciedad sin medir las consecuencias para el planeta- y debido a que el modelo de desarrollo que ha defendido durante su vida pública se ha basado en el privilegio a las actividades extractivas por encima de otras ramas de la producción, lo que lo ha llevado a apoyar el fracking y a incluir en su programa de gobierno la profundización de los Tratados de Libre Comercio, que limitan la capacidad del Estado para tomar medidas de salvaguarda ambiental.
Colombia es un país rico en diversidad, situación que nos pone en un lugar privilegiado para impulsar medidas de presión ante la opinión pública internacional que permitan combatir el cambio climático. Esto, sin embargo, requerirá de un viraje en la política económica y ambiental, mediante el cual se garantice independencia política en los foros internacionales y un replanteamiento del modelo de desarrollo. Los ciudadanos debemos hacer esfuerzos por reducir nuestra huella ambiental pero si ese esfuerzo no va acompañado de presiones a los mayores culpables del desastre medioambiental, difícilmente se podrá garantizar una genuina sustentabilidad.