28 de marzo de 2024

Reminiscencias alzatistas

17 de mayo de 2018
Por César Montoya Ocampo
Por César Montoya Ocampo
17 de mayo de 2018

cesar montoya                            

Todas las facetas de Gilberto Alzate Avendaño son históricas. Como político tuvo pocos pares en Colombia. Como intelectual, de insondables sabidurías. Impactante escritor grecolatino y orador majestuoso. Como contendor, noble, fiero en la controversia. En el diálogo chispeante y peligroso. Hábil para el teatro,  matizado con sainetes de eficacia preconcebida. Pregonero de alboradas. Indócil.  Porfiado en sus propósitos. Tenaz. Murió cuando estaba culminando su faena presidencial.

De personaje tan sugestivo quedan reminiscencias que reflejan su dimensión.

Fue bachiller del Instituto de Manizales. Como estudiante hizo demostraciones de sus brazos hercúleos.Eran frecuentes sus controversias sobre temas  intelectuales que terminaban  en conflictos de orden personal.Cerca al colegio había unos mangones y allí citaba a sus émulos. A todos, en viril intercambio de puñetazos, les reventaba las narices. Como universitario en Medellín fue revoltoso. Siendo un escolar de leyes estalló su cólera contra el dominio imperial que Laureano Gómez tenía sobre el conservatismo. Esa rebeldía le cerró las puertas políticas y debió  refugiarse como letrado litigante  en Manizales. No fue abogado del montón, de esos que se cuentan por docenas. Su temperamento era  incasillable por el desborde sin control de su talento. Volvió añicos la apolillada gerentocracia azul y emergió, sin rival,  con su testa de prócer.

Hay muchos matices novelescos del Mariscal. Por ejemplo, en 1.937 daba un paseo por la carrera  7ª de Bogotá con varios amigos. Un adversario reconoció a Alzate y le propinó un bastonazo. Eran  tres los atacantes. Los enfrentó a puño limpio y los puso en polvorosa.

Fabio Vásquez Botero,intelectual prestigioso de Pereira, quien con el correr del tiempo fuera gobernador de su departamento, era  alzatista reconocido pero desertó. Alzate le cobró la felonía.A correazos lo corrió por la plaza de Bolivar. Miguel Alvarez de los Rios  es testigo de esa azotaina. En 1.937 un celador, de un barberazo, casi le  cercena el  brazo izquierdo. El  caudillo denunció como autor intelectual,  en la tentativa de ese  asesinato, a Guillermo Gutiérrez Vélez.

Fue señalado como político sectario, líder de la  chusma. En 1.948 la violencia desangraba la Provincia del Occidente de Caldas. Sus adversarios sostenían  que “el alzatisno está conformado por una banda de rufianes”. Con sorna lo llamaban “Mayor Alzate”, “caudillo de alfandoque”, “caudillo de Versalles”, “furher de Manizales”, “el  caudillo de la mandìbula protuberante” el “Duce panelo”. Ironìas del destino. Cuando prematuramente  muriò, el liberalismo era alzatista y respaldaba su nombre para la  presidencia de Colombia.

En 1.943 estalló  en Manizales  una huelga de transportadores que Alzate comandò. Hubo muertos y  fue señalado como incitador de los hechos trágicos. Rindiò indagatoria. Con frìa objetividad  intelectual puede calificarse como geniales las respuestas que le dio al investigador. Es una pieza  de antologìa.

Como secuela  de la misma huelga, las autoridades militares ordenaron su  captura por ser el agitador de los desmanes. Huyò. Se escapò  de incògnito, con gafas negras, peluca encrespada y atuendo campesino,  tomò tren con sus maletas, rumbo a Cartago. En Pereira lo descubrieron, fue detenido,  y en un carro de bomberos, vigilado por detectives,  fue puesto a órdenes del Ejèrcito sindicado de delito militar.

Alzate fue un personaje cumbre  en la política nacional.De èl dijo Alberto Lleras en 1.943  cuando era   Ministro de Gobierno :”Alzates Avendaños hay muy pocos en este país”. Juan Lozano intuyò el  caudal pasional que convocaba y escribiò: Es “el único con la capacidad para realizar una revoluciòn en  Colombia. Porque si la oportunidad le llega , la realiza. El deber del liberalismo  es no darle esa oportunidad”.

El Mariscal se autodefiniò con desenfadada claridad: “ Sobre mi gravita un ancestro guerrero. Tengo demasiados capitanes detrás. Yo me siento literalmente abrumado  por la pesadumbre de tantos lauros marciales. Aunque yo soy la primera generación  literaria de  mi familia, en mi estilo existe  una influencia atávica que me lleva a entender  que la vida es milicia. En este trànsito familiar  de las armas hacia las letras, se me han quedado demasiados  rostros guerrilleros, lo que hago es combatir,aunque sea con palabras”.

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