28 de marzo de 2024

El tratado de extradición

23 de mayo de 2018
Por Óscar Alarcón
Por Óscar Alarcón
23 de mayo de 2018

MACROLINGOTES

Óscar Alarcón Núñez

El tratado de extradición de Colombia y los Estados Unidos lo suscribió Virgilio Barco como embajador en Washington en el gobierno de Julio César Turbay. Ese instrumento jurídico cumplió todos los trámites: se adoptó por la ley 27 de 1980 y hubo el canje de notas de ratificación. El presidente no se encontraba en el país y por esa razón la ley la sancionó el ministro delegatario, German Zea Hernández. Un abogado de los narcotraficantes, de cuyo nombre no quiero acordarme, la demandó ante la Corte Suprema de Justicia con el argumento de que el ministro delegatario no tenía facultades para sancionarla. No quiso firmar el alegato, pero cobró millonarios honorarios, y lo suscribió un ciudadano cualquiera. Cuando la alta corporación iba a debatir el proyecto de sentencia, el mismo día, a la hora que estaba citada, vino la toma del Palacio de Justicia. Hubo necesidad de reconstruir la demanda y la nueva Corte la declaró inexequible el 12 de diciembre de 1986. Virgilio Barco, que no quería ver morir su criatura, y en su nueva condición de presidente, volvió a sancionarla en presencia, entre otros, del procurador de la época Alfonso Gómez Méndez. Luego, aplicando el tratado, extraditó a Carlos Lehder Rivas y todos los gobiernos siguientes, desde entonces, han extraditado a un sinnúmero de delincuentes.

¿Está el tratado vigente? El Centro Democrático, en la defensa del exministro Andrés Felipe Arias, dice que no lo está, a pesar de que el gobierno Uribe lo aplicó un sinnúmero de veces. Ante la legislación nacional pueda que no rija pero aplican las normas del Código de Procedimiento Penal. Sin embargo frente al derecho internacional público está vigente porque los tratados son para cumplirse y Colombia manifestó ese propósito cuando hubo el canje de notas de ratificación. (Principio Pacta sun servanda: los pactos deben ser cumplidos).

¿Qué va a pasar con Santrich? Eso es otro cuento, que hay que mirarlo con otros ojos.