19 de marzo de 2024

Setenta años después, vivamos sin violencia, en paz

11 de abril de 2018
Por Horacio Serpa
Por Horacio Serpa
11 de abril de 2018

Horacio Serpa Uribe

La mayoría de los actuales candidatos presidenciales dijeron que el colombiano más admirado es Jorge Eliecer Gaitán, asesinado hace 70 años. La inmensa mayoría de los colombianos igualmente lo admiramos y recordamos. Por su vida, su pensamiento social, su obra jurídica y política, su liderazgo, su compromiso popular, su doloroso sacrificio. Gaitán fue y murió siendo liberal, pero su compromiso y su lucha desbordaron los linderos partidistas y se arraigaron en el alma de la gleba, de los marginados y olvidados, de los desesperados, de los intelectuales, de los auténticos socialistas y demócratas, de los obreros y campesinos y de quienes en su época ansiaban que se pusiera fin a la violencia asesina, se estableciera la paz y a todas y todos se les abriera un espacio bajo el sol de Colombia.

Gaitán fue jurista, demócrata y pacífico. Su gran lucha, sus propósitos de paz y redención, los resumió con maestría en la Oración por los Humildes y la Oración por la Paz. Gaitán amaba al pueblo, conocía como nadie al pueblo, condujo por el camino de la no violencia a un pueblo que estaba a punto de desbordarse y que prefirió marchar ante la imponente figura de su jefe, de luto, sin musitar palabra, para hacer constar frente a sus agresores de lo que era capaz de realizar si no cesaba la persecución, se establecía la convivencia y se le ofrecía la redención que reclamaba.

Asesinado Gaitán, el hombre-pueblo que era capaz de conducir al país por caminos auténticos de entendimiento y equidad, se incrementó la masacre, se generaron toda clase de desbordamientos, creció la pobreza, aumentaron las injusticias, y casi un millón de muertos estremecen la tragedia.

Hay que pensar más sincera y cálidamente en la paz. En estos momentos dramáticos de la vida colombiana, en medio de la pobreza y el desempleo,  de tantas vidas que se siguen sacrificando, con la corrupción y la molicie inundando los campos del accionar colombiano, sacrificados por la droga, la ignorancia, la intolerancia, hay que reaccionar contra la violencia, culminar con éxito el proceso con las Farc, asumir de conjunto una acción contra  el crimen, abandonar los sectarismos políticos, religiosos y clasistas, y crear condiciones de entendimiento. Es el momento de lograrlo.

En las democracias cuando se presenta la posibilidad de la alternancia en el gobierno, también es la oportunidad de crear nuevos compromisos, de convenir políticas de conjunto, de buscar mejores perspectivas para la gente. Lo que hoy llamamos gente, a lo que se le dice sociedad civil, era el pueblo de Gaitán. Es el momento de las reformas, de pensar en una economía de corte social, de buscar y crear oportunidades para todo el mundo, de acabar la pobreza y crear condiciones decorosas de vida.

Si no hay paz, si continúa la violencia, si no somos capaces de vivir sin guerrilla, si siguen campeando el crimen y los asesinatos, adiós  a todos los buenos propósitos de los candidatos. Para mejorar a Colombia y a los colombianos, requerimos paz. ¡Con violencia seguiremos fracasando!