29 de marzo de 2024

Un domingo con Helenita Vargas

7 de febrero de 2018
7 de febrero de 2018

Por Guillermo Romero Salamanca

Hace 7 años partió al cielo de los cantantes, Sofía Helena Vargas Marulanda, bautizada por el periodista Lázaro Vanegas como “La ronca de oro”.

–Hola Romero, ¿cuándo es que vas a venir a Cali para que vengas a mi casa y almorzamos, ve?, preguntó una voz ronca al otro lado de la línea.

–¿Con quién hablo?, pregunté.

–Pues, ¿con quién será?, con Helenita.

-Ah, hola Helenita, ¿cómo va?

–Bien pendejo, vente para Cali y cantamos un rato.

Quedé frío. Helenita Vargas me trataba como si me conociera de años, la cantante ídolo de mi padre me invitaba a almorzar a su casa, no lo podía creer. Yo dirigía Viernes Cultural, una revista de espectáculos que circulaba con El Colombiano, Vanguardia Liberal, El Universal, El País y La Tarde.

Quince días después llegué a la Sultana del Valle. Era domingo. Le dije, claramente al taxista, por favor me lleva a la casa de Helenita Vargas. El hombre condujo su vehículo hasta un edificio arriba de la plaza de toros de Cañaveralejo. Aproveché la venta de flores y le llevé un ramo a la anfitriona.

En la recepción anunciaron mi presencia y subí por el ascensor hasta el apartamento de la gran cantante. Un negro alto, abrió la puerta y me dijo que esperara unos segundos. Me sirvió un whisky con dos cubos de hielo. Al fondo se oía una de sus canciones: “Pocos lo conocen. Como lo conozco, lo conozco yo. Pocos han probado esa hiel amarga que hay en su interior. Pocos adivinan que guarda soberbia en lugar de amor. De mis desengaños todos estos años es testigo Dios”. «!Cómo canta de bien Helenita!”, me decía.

El apartamento incluía una gran sala y un piano. La mesa estaba dispuesta para varios invitados especiales. Se acabó el primer tema y siguió otro:“Como quieres que te dé, mi corazón. Si no me dejas ni verte y mucho menos quererte, ni me das tu amor. Luego me dices que no, tampoco que sí. Y me estoy desesperando, pero te sigo esperando ya no seas así”.

La verdad, seguí mentalmente el coro: “Como quisiera que me comprendieras y que al fin sintieras lo que yo por ti. Ya no seas así y dime que sí, yo me conformo con besar tu labios y estar en tu brazos en la intimidad, no te pido más no te pido más”.

Tremendo exitazo.

“Tú que me dejabas, yo que te esperaba, yo que tontamente, siempre te era fiel. Desgraciadamente hoy fue diferente. Me encontré con alguien creo que sin querer”, proseguía el CD mostrando canciones de la cantante popular número uno que ha tenido Colombia.

Recordaba que Jorge Valencia Rosas era uno de sus grandes amigos. Degustaba uno y otro whisky. De un momento a otro bajó por las escaleras Helenita Vargas, quien se quedó mirándome fijamente y cuando le entregué las rosas, me preguntó: “¿Usted quién es?”. Quedé de una pieza. “Soy Guillermo Romero Salamanca”.

–¡Qué pena!, te confundí con otro periodista de apellido Romero.

Me mandé de un solo sorbo el medio vaso de whisky, previendo una mala noticia y asegurándome el alivio de sed para minutos después, le pregunté tímidamente ante su sorpresa. ¿Entonces me voy?

–¡Cómo se te ocurre bobo!

Llegaron los demás invitados, tremendo sancocho, vino, whisky y más canciones.

Helenita, le interrogué, ¿por qué no grabas “Que nadie sepa tu sufrir”?. Me la sé, contestó y comenzó a cantar: “No te asombres si te digo lo que fuiste, Un ingrato con mi pobre corazón. Porque el fuego de tus dulces ojos negros, Alumbraron el camino de otro amor, Y pensar que te adoraba ciegamente, Que a tu lado como nunca me sentí, Y por esas cosas raras de la vida, Sin el beso de tu boca yo bebí. Y por esas cosas raras de la vida, Sin el beso de tu boca yo bebí”.

Ese año la grabó con discos Fuentes.

Después cantó el exitazo “Visto de negro” y luego “Tres veces te engañé”. No hablamos de política, ni de la situación del país. Sólo canciones.

La portada de Helenita Vargas fue una de las más exitosas en Viernes Cultural. Hoy en el cielo, miles de ángeles y querubines le hacen el coro a cada una de sus inmortales canciones y acá en la tierra se acaba pronto el vaso, se mojan las mejillas, es medianoche y me gritan que le baje al equipo.