28 de marzo de 2024

A una boñiga…

30 de diciembre de 2017
Por Mario De la Calle Lombana
Por Mario De la Calle Lombana
30 de diciembre de 2017

 Por: Mario De la Calle Lombana

No parece muy oportuno tratar este tema en plana temporada taurina de Colombia; pero lo es: me da pie para hacerlo la andanada de odio lanzada contra un ilustre ciudadano a través de RCN radio, desde la Feria de Cali, por el inefable señor Juan Carlos Gómez (inefable por lo energúmeno y por lo irascible), Gerente de la Plaza de Toros de Manizales.

Pertenezco a la ingente cantidad de colombianos que desean que esta sea una patria moderna, civilizada, amante de la paz, enemiga de cualquier clase de violencia, y opuesta a que continúe en nuestro país la tortura y sacrificio en público de animales, para deleite y diversión de grupos de inhumanos aficionadas que acuden a las plazas cada vez en menor número; de hecho y como ejemplo, mientras hace algunos años, con diez corridas por feria, era imposible conseguir abonos para Cali, porque todo estaba vendido desde un año antes, este 29 de diciembre, en una feria de solo cinco corridas, y para un mano a mano que enfrentaba al mejor del mundo, Enrique Ponce, y a la más brillante de las nuevas figuras, Andrés Roca Rey, no se logró llenar la plaza.

Siempre he envidiado el buen comportamiento, el respeto, la serenidad y decencia con la que los amigos de las corridas de toros defienden su afición, comportamiento que contrasta notablemente con la patanería y la agresividad, que tanto me angustia, que muestra contra ellos un grupo importante de quienes luchan por la abolición de las corridas. Me angustia, porque no entiendo por qué, personas que trabajan por algo tan noble y tan pacífico como la eliminación del sangriento espectáculo, obran de manera tan opuesta a los sentimientos que orientan su lucha. Porque todo hay que decirlo. Pero el señor Gómez me demostró que en todas partes se cuecen habas y que también entre los aficionados a las corridas, generalmente tan decentes, hay indeseables que hablan muy mal de la cultura que recibieron de niños y de jóvenes, si es que recibieron alguna. Ojalá la patanería del autor de las injurias no haga carrera. Sería muy triste que a las grandes razones de polarización que nos mueven, se agregara un conflicto de insultos por la diferencia de opiniones entre los partidarios de las corrida y los anticorridas (que no antitaurinos, porque son precisamente lo contrario: defensores de los toros como animales, es decir, personas que se oponen a su tortura y muerte pública, y a que se les condene a irse convirtiendo, a lo largo de la lidia, de hermosos ejemplares de exhibición, en tristes guiñapos cubiertos de heridas y de sangre y desfallecidos de dolor).

Sé que la víctima de las hirientes palabras del Señor Gerente me va a recriminar el haber escrito esto, por aquello que nos enseñaron de niños: que, “a una boñiga, déjala que diga”. Pero quiero protestar y lo haré. Que un señor que a lo más que ha logrado llegar es a gerenciar un escenario de masacres, se atreva a tratar de zaherir, y a pedir que no vuelva a Manizales, una persona que da lustre a esa ciudad, que ha sido Juez de la República, Ministro de Estado, Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Registrador General del Estado Civil, Embajador de Colombia ante el Reino de España, ante el Reino Unido y ante la Organización de Estados Americanos, Vicepresidente de la República y artífice de la terminación del conflicto de 50 años con las FARC, es francamente inconcebible. No hay derecho a semejante estolidez.

Como lo he contado muchas veces, fui gran aficionado a los toros. De mi vagabundear por las plazas colombianos (La placita “El Soldado”, Manizales, Cali, Armenia, La Castellana en Dosquebradas, Supía, Bogotá, Medellín, Palmira, Popayán, Calarcá −hoy desaparecida−, Toro y Calima-Darién, ambas en el Valle del Cauca) me  quedó como positiva la amistad con extraordinarios aficionados −algunos incluso profesionales del toreo−, cuya posición en favor de las corridas respeto, mientras ellos a su vez respetan el que me haya cortado la coleta y ande ahora haciendo fuerza porque se prohíba ese espectáculo en Colombia. Y aprendí muy bien que en la práctica taurina hay mucho de arte y de estética, por supuesto, pero no lo suficiente para justificar su barbarie.

Quedamos advertidos: si la gente le hiciese caso al señor Gómez, los manizaleños que no seamos aficionados a los toros y creamos que Manizales debe llegar a ser una ciudad civilizada y amable para todos, incluidos los animales y en especial los toros, no seríamos bien recibidos allí. Seríamos considerados personae non gratae en nuestra propia ciudad. No sé si el caldense contra el que estaba dirigida la diatriba del señor Gómez pensará volver o no a Manizales. Por lo pronto, ese gran aficionado que es el igualmente caldense (como soy también yo), Augusto León Restrepo, ha anunciado que está ya desempacando las maletas que había preparado para llevar en su viaje a Manizales, donde esperaba participar, como todos los años, en la feria. Y si él, un verdadero profesor en historias de torería, y además, todos los que no sean amigos de las corridas, dejaran de llegar a nuestra ciudad, sería mucho más lo que esta perdería que lo que perderían ellos. Yo, por mi parte, sí volveré siempre a mi querida Manizales, cada que me dé la gana, y a la feria, porque para mí la Feria de Manizales no es solamente una serie de corridas de toros, sino un festejo lleno de eventos de la mayor importancia. Allí estaré. Y que trate de señor Gómez de impedírmelo. No faltaba más.