29 de marzo de 2024

¡Uribe! ¡Uribe!

26 de julio de 2017
Por Hernando Arango Monedero
Por Hernando Arango Monedero
26 de julio de 2017
Hernando Arango Monedero

hernando arangoTengo que decir que, al señor expresidente Uribe, le reconozco muchas de las cosas que ha hecho por este país, entre las cuales destaco el que haya arremetido contra los facinerosos de las FARC, al punto de que, gracias a ello, Santos pudo llevarlos a la mesa y pactar, bien o mal, la dejación de las armas.

 

Que hay cosas para criticarle, pues claro y por eso lo recibo con beneficio de inventario. Es lo normal en quien ha estado al frente de tantos asuntos y cargado con tantas decisiones. No se critica a quién nada hace.  No se diría de él esto, si por el contrario, hubiera dejado pasar tantas cosas sin que en ellas interviniera. Desde luego que a eso aspiran o aspiraron muchos de los que hoy le critican. Él es, en definitiva, un líder y nadie puede negarle esa categoría y, más, en un país en el que los pusilánimes siempre buscan destacarse por algo, así sea baladí y, como poco pueden hacer o generar, se solazan atacándolo o tratando de minimizarlo. Hacen, simplemente, la labor del pajarito que se posa sobre la estatua y sobre ella deja sus excrementos. No por ello el pajarito es más ni la estatua es menos. Y, de paso, quienes le critican, elevan su imagen y dependencia de él, al punto de que, de no existir un Uribe, poco tendrían nada para decir o comentar.

 

Claro está que también Uribe mete las narices en demasiadas cosas. No hay que negar que las oportunidades que ha tenido para hacerlo son demasiadas y muchos de los que las propician dan cabida a que no sea sólo Uribe quien las critique o ataque. Para muestra, hemos tenido el Acuerdo por la Paz con sus más y sus menos; el famoso plebiscito; está el “Fast Track” que para muchas cosas huele mal; están las leyes sobre tierras que han tenido, entre líneas, atropellos contra la propiedad privada; ni que decir de la Justicia Transicional que ya encuentra críticos entre los que antes la defendían sin reparos; además, está la ausencia de sanción cierta para los grandes responsables de crímenes de lesa humanidad. En fin: los asuntos sobre los cuales Uribe ha tenido injerencia son de tal magnitud, tanto en su contenido como en su número, que muchos se sienten abrumados por lo que hace o dice. Pero en medio de esa saturación de “Uribe” sobre lo divino y sobre lo humano, también muchos se preocupan por lo que sobre Uribe pueda llegar a pasar, como quiera que cualquier Eróstrato de nuestros días puede llegar a atacarlo, lo que nos llevaría a una nueva edición de violencia, similar a la que desató un loco en 1948 con el asesinato de Gaitán. Y es que quienes se quejan de los costos que demanda la protección del expresidente Uribe, olvidan que son muchos los que pueden llegar a buscar eliminarlo con el único fin de que su causa, de un sector u otro, saque beneficios de lo que de eso se derive.

 

El país tiene que tener presente que Uribe es un batallador. Que por sus batallas muchas cosas se han evitado y que, por tal razón quienes quisieron llevarlas adelante se encuentran molestos. Eso es acicate suficiente para que muchos pretendan silenciarlo. Otros encuentran en él a quién señala sus pretensiones y no faltan los que quisieran que nada dijera que llegue a perturbar sus intereses. Todo gravita en estos días sobre Uribe y su rededor. Él pontifica sobre todo lo que en este país se da. Pero sabiendo, como sabemos los colombianos, lo que podría sobrevenir al país si sobre Uribe se da un atentado, es bueno que quienes están cerca de él busquen atajarlo, si cabe el vocablo, para que merme sus ímpetus, ímpetus que pueden dar lugar a que alguien, porque sí o porque no, lo ataque, y no solo a su humanidad con un arma, como también a su libertad por razón de algo que él diga que moleste y de causa suficiente a un Juez de la República para hacerlo.

 

Finalmente, hay que decirle al expresidente Uribe que le merme, que bien está que guíe a sus partidarios; que defienda principios y a la misma democracia, pero que no se exponga ni exponga al país a una tragedia, tragedia derivada de lo que a él le pueda suceder.

 

 Dios lo proteja y nos proteja, y de paso, que lo calme y le merme el volumen.
Manizales, julio 25 de 2017.