28 de marzo de 2024

Desvertebrada en las “agáchese”

Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
27 de abril de 2017
Por Óscar Domínguez
Por Óscar Domínguez
Fue director de Colprensa y ha sido corresponsal de Radio Francia Internacional y de la DW (Voz de Alemania).
27 de abril de 2017

Óscar Domínguez Giraldo

Un contemporáneo y paisano de barrio Aranjuez, Rodrigo Ramírez, me informa que encontró mi libro “Columna desvertebrada” en una “agáchese” del centro. Otro amigo, Orlando Casas, me felicita por la gloria que supone aparecer en las “agachese”.

Al Coco, autor de “Una familia unida por el gol” y de «Un puñado de historias»  le sugiero cómo comprar en esos lugares:

No muestres ganas. Recuerda que es mejor tener ganas que quitarlas. Pregunta por el libro que está al lado, encima, debajo. Al final indagas por el que te interesa.

El librero te cobrará duro. Barequeas, y si no tienes éxito empiezas la retirada, con el oído atento: “¿En cuánto le sirve? Llévelo en cinco mil, que sean cuatro, tres…”. El libro es tuyo.

A Orcasas, autor de “Buenos Aires, portón de Medellín” y de «En Altavista se acaba Medellín» le agradecí las felicitaciones aunque me late que llegué allí gracias a  una venta de libros por kilos.

Si formara parte de las grandes ligas, Daniel Mordzinski, el fotógrafo que retrata a los cacaos de las letras, me habría llamado. Por si las moscas, mantengo colgado el teléfono. Y listo el caballo, o lo que se le ocurra.

Por lo pronto, “detesto” la inmortalidad que otorga la condición de best seller porque tendría que cambiar de ropa, religión, aberraciones, mirada, parientes, amigos, barrio. Estoy cómodo en mi condición de aplastateclas.

Me gustaría vender hartos libros, volverme rico pero solo para saber cómo es eso. Luego regresaría a mi austeridad de pensionado.

Orcasas y yo compramos nuestros libros para venderlos. O regalarlos.

Lo hacen otros. En la librería del Fondo de Cultura Económica, en Bogotá, pillé al ministro de Salud, Alejandro Gaviria, “ateo manso”, comprando un libro en horas laborales.

No lo sapié ante el presidente Juampa para que le descontara de la quincena porque Dios es grande, y porque vi que trata bien a su escolta. Nada de agarrarlo a coscorrones como el aspirante a presidente de Cosocorronia, el exvice Vargas Lleras.

El sabueso que lo acompañaba lo seguía de cerca, como el príncipe Felipe a la reina Isabel.

Gaviria, nacido en Santiago de Chile, no solo trata bien a su entorno. Los vendedores de la librería lo conocen y le preguntan por su familia. Y por su mascota.

El dato de la chilenidad del ministro lo encontré en el libro de Jota Enrique Ríos, “El kínder de los cacaos”, en el que entrevista al blancaje paisa. Útil y necesaria la obra del rotario y exturismero estrella de la botica de los Isaza.

Cuando me lo topé, casi le digo a Gaviria: «Ministro, usted no sabe quién soy yo, pero su hermano, el garufa del Pascual, me distingue. Es más, Julieta, su sobrinita, leyó mi libro ¿Adónde van los días que pasan?, y publicó en Universo Centro una selección de las historias de los bajitos que le gustaron. Si usted está comprando mi libro, yo compro el suyo e intercambiamos autógrafos».

Pero no, Gaviria estaba comprando “Alguien tiene que llevar la contraria”, de su propia inspiración.  Entonces seguí disfrutando del anonimato del escribidor que espera la llamada de Mordzinski. Y confiando en que mis libros – también los Gaviria, pa todos hay- se agoten en la feria del libro bogotana.

(En la foto, en el Bar Málaga, durante la charla de Orlando Casas sobre la música en la obra de García Márquez. A partir de la iquierda, Orcasas, Gonzalo Mejía, médico manizaleño, Honorio Mr. Rúa, vieja figura del ciclismo, Odomínguez y el Coco Rodrigo Ramírez).