28 de marzo de 2024

Debilitamiento de la democracia liberal

11 de enero de 2017
Por Clara Inés Chaves Romero
Por Clara Inés Chaves Romero
11 de enero de 2017

Por: Clara Inés Chaves Romero (*)

Al comenzar el año 2017 se debe reflexionar acerca del año que recién acaba de terminar para poder analizar con cabeza fría el futuro de la democracia liberal.

El cambio de estilo de hacer política movilizando sentimientos a través de mentiras y exacerbando odios, rabias, miedos y pasiones no es bueno para ningún país. Los casos que se dieron de este nuevo estilo populista los vimos en Estados Unidos con el triunfo del candidato republicano Donald Trump, en el Reino Unido con el “brexit”, en Italia con la pérdida del plebiscito propuesto por su primer ministro para reformar la constitución, y en Colombia con el triunfo del “no” en el plebiscito del pasado mes de octubre, debilitando de esta manera las instituciones democráticas y mostrando escuetamente la incredulidad del pueblo en la clase política, y como una manera de búsqueda de alternativas que respondan y den soluciones a las desigualdades sociales, las cuales son una bomba de tiempo.

En Colombia su capital no escapa a este fenómeno de infamia política, vemos como el exalcalde Gustavo Petro ha emprendido una campaña mentirosa contra el primer burgomaestre de Bogotá diciendo que “las mayorías en el Concejo por instancia de Peñalosa han revivido las Convivir”, lo que muestra que Petro no conoce cómo hacer una oposición digna y verdadera, con ideas y proyectos, y a su vez, sus seguidores adoctrinados se encargan de difundir en las redes sociales esta mentira producto de la frustración, la impotencia, y la envidia del antiguo alcalde de la ciudad.

De otra parte, el regreso de las dictaduras disfrazadas de democracia como en Rusia con Vladimir Putin, en Venezuela con Nicolás Maduro, en Bolivia con Evo Morales, reflejan además la carencia de líderes que respondan a las necesidades del pueblo y al desprestigio de la clase política.

El crecimiento de la corrupción, así como de los ataques a la libertad de expresión, junto con los nacionalismos y tribalismos, el aumento incontrolado de las desigualdades y la aparición de movimientos que objetan el sistema legal democrático, el surgimiento de grupos terroristas como ISIS, Al Qaeda entre otros tantos, que responden algunos de los cuales a la exacerbación del nacionalismo histórico, en otros casos, a pretender reivindicar derechos de los más débiles, o territorios y luchas por el poder junto a la conformación de un nuevo mapa geopolítico en el mundo, todo ello no solo produce el debilitamiento de la democracia, sino el empobrecimiento de países y regiones poniendo en vilo la paz y fomentando los desplazados, la miseria y la hambruna.

Los fenómenos que hacen que se origine esta situación, son la desigualdad y el anquilosamiento de las élites políticas y económicas que se concentran en la preservación de sus intereses desconociendo las necesidades de los otros. De igual forma la falta de expresión y libre opinión por una parte, y por otra parte, la falta de control del uso de las redes sociales y de los medios de comunicación en general que dentro del contexto de la globalización, éstos, escaparon del control de los gobiernos y no existe además, una legislación apropiada, homogénea, y avanzada sobre el tema, ni en el plano nacional ni en el internacional.

Anexo a lo anterior, encontramos la crisis de valores y el auge de los antivalores donde la mala fe es el principio general y no la excepción a comprobar.

Lo preocupante de todo ello, es que parecería ser el renacimiento del “Leviatán” y de las dictaduras tiránicas expansionistas peores que las que existieron en los tiempos de Hitler y Mussolini, pues en el actual orden internacional no se tienen las mismas características que hicieron la unión de los países en el contexto de la guerra fría, sino que por el contrario el liberalismo económico a ultranza dentro del contexto de la globalización y la interdependencia hace que se permeen todas las estructuras no solamente del estado a nivel nacional dejándolo en un segundo plano, sino en el plano internacional en donde no se cuenta con un verdadero organismo que sea capaz de frenar la guerra y de garantizar la paz.

Nos preguntamos entonces, si no podemos garantizar las instituciones democráticas liberales, ¿para dónde vamos?

(*) Profesora universitaria y ex diplomática