Hace muchos años, tantos que ya no recuerdo cuantos, mi amigo, el ilustrado escritor e intelectual manizaleño Hernando Salazar Patiño, no sé si en serio o en broma porque con Hernando nunca se sabe, me habló de los plagios a priori, furioso, salido de casillas, porque a un profesor universitario se le había ocurrido llevar a la imprenta una serie de ideas que Hernando venía mascullando desde el principio de la creación. Con desprecio se expresaba contra el escritor, mientras yo trataba de entender esta aporía o inviabilidad de orden racional de la que acusaba Hernando al inocente letrado, hecho que se volvió anecdótico y que yo cuento cada vez, que son muchas, cuando alguien se me «roba» ideas que a mí ya se me han ocurrido, pero con la diferencia de que yo no me desplumo ni me encorrosco, si no que confirmo la verdad verdadera de que no hay nada nuevo bajo el sol. Esta introducción para decirles que la noche del 24 de agosto del 2016, a las siete de la noche, me fuí con mi mujer para el Parque de la calle 60 con la carrera 7, en Bogotá, para atender una convocatoria que se había hecho por las redes sociales para presenciar en una pantalla gigante la firma de los acuerdos de La Habana, que le ponían punto final al enfrentamiento armado entre los subversivos de las Farc y las legítimas Fuerzas Armadas del Estado colombiano. Y que el domingo había escrito una especie de croniquilla para contarle a los lectores de Eje 21 que más o menos dos mil personas nos hicimos presentes en el Parque de los Hippies , que aplaudimos y lanzamos vivas , cuando De la Calle y Márquez notificaron que los acuerdos de La Habana serían suscritos a continuación por los delegatarios y que en septiembre serían ratificados con sus firmas, para la historia, por el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el jefe de las Farc, el quindiano Rodrigo Echeverri Londoño , conocido con el alias de Timochenko. Quería narrarles con pelos y señales la emoción que rodeó ese acto, la presencia mayoritaria de las juventudes, de madres que le imprecaban a las Farc el por qué no les habían devuelto, ni vivos ni muertos a esposos o hijos secuestrados, pero que celebraban el pactado silencio de las armas. De el ondear de banderas blancas y de Colombia y, en fin, del aguarse de los ojos al contemplar en el horizonte la gran posibilidad y la esperanza de que LA VIDA triunfará sobre la muerte en los campos y ciudades y que los inútiles sacrificios por razones políticas no volverán a enlutar los hogares de humildes y anónimos combatientes. Pero me llegó El Espectador Dominical y me topé con la crónica de Héctor Abad Faciolince, » Poesía y prosa de un acuerdo imperfecto». Lo leí, y me dí cuenta de que me había plagiado a priori, que yo hubiera escrito lo que él escribió y que me había saqueado el pensamiento porque reflejaban sus párrafos, con rigurosa actualidad, lo que tenía previsto teclear para unos próximos días. Y envié entonces a la nube mis líneas y decidí hacer eco de las suyas, pero no sin antes ratificar ante ustedes que estuve de cuerpo presente el 24 de agosto del 2016 en el Parque de los Hippies en el hecho histórico aludido y testimoniar que también estuve, con mi mujer, en las instalaciones del Club El Nogal de Bogotá, objetivo criminal del acto terrorista de las Farc de la nefanda noche del 7 de febrero del 2013, del que salimos ilesos. Ilesos, pero con el alma estrujada , impotente, adolorida. Y sin paz.
DOS
La prosa del Acuerdo: » Lo primero que hay que decir es que el texto mismo del Acuerdo, es lo menos bueno de todo el acuerdo……el texto es complejo, farragoso y difícil de leer. Para empezar, es mucho más largo que la misma Constitución. Consta de 297 páginas en letra menuda….se requieren al menos ocho horas de concentración para leerlo bien. Toda una novela, y no muy amena: pesada, repleta de formalismos y de siglas, de parágrafos, repeticiones, notas y salvedades…Es como leer 300 páginas de instrucciones de uso de un aparato completamente desconocido para nosotros: el mecanismo formal y legal de algo muy extraño para Colombia, la paz….En general todo el texto del acuerdo está hecho de ideas, de aspiraciones, de filigranas jurídicas o de propósitos bien intencionados, pero uno nunca sabe si las grandes palabras (justicia,verdad,reconciliación, igualdad, derechos) van a encarnar en realidades concretas…El Acuerdo abusa del lenguaje incluyente, tiene más incisos, límites, plazos y salvedades que la promesa de compraventa de una hacienda, y creo que en últimas se prestará para muchas controversias en las que todas las partes ( según como interpreten el texto) tendrán la razón, y entraremos en una maraña jurídica sin fin para desenredar el enredo. Pero en fin, discutir por una interpretación, será algo que cae en el terreno de la política y no de la guerra….Por eso leerlo produce una especie de mareo, hasta que comprendemos que lo típico de un buen acuerdo es que no deje a nadie del todo contento. Se entiende que en un tema tan difícil, en un texto que intenta preverlo todo, haya hallazgos y soluciones originales, pero también que algo tan ambicioso y grande no puede ser perfecto: por largo y detallado que sea un escrito, la realidad es siempre mas compleja, impredecible y creativa. La realidad sorprende siempre…El papel lo aguanta todo; habrá que ver hasta dónde vamos a ser capaces de hacer realidad los sueños, porque la realidad es mucho mas difícil de corregir que los escritos, y casi nunca se parece a ellos….me imagino que era inevitable producir un documento que a veces parece un quebradero de cabeza. Las FARC, en su misma inseguridad, y por mucho que lleven medio siglo en la selva, son tan santanderistas como el resto del país. Se dice que Colombia es una de las naciones con mas abogados por habitantes de la Tierra. De alguna manera el Acuerdo es un selfie de lo que somos los colombianos: un país florido y barroco, contradictorio, embelesado en una verborrea incontenible….Así que bien venida esta explosión de palabrería, si esta sustituye la explosión de fragmentos y esquirlas de artillería. De eso se trataba, ¿no?, de remplazar las balas (y me perdonan) por babas. Al menos esta últimas ofenden, cansan, fastidian, pero no matan»
……Y TRES
La poesía del Acuerdo, con la que yo me quedo: «el Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las FARC tiene mucho de poesía (ilusión, alegría, esperanza), pero también mucho de prosa…..Este Acuerdo de Paz es un sueño cumplido y una noticia maravillosa para los colombianos. Esta ilusión se había frustrado tantas veces, que ahora parece mentira y todavía no nos la creemos. Como logro político, es el mayor éxito diplomático y jurídico de un gobierno desde que tengo memoria. Su significado es histórico y su importancia social inmensa e indudable….Los efectos benéficos de los diálogos para la disminución de la violencia común y política han sido evidentes incluso desde antes de la firma del Acuerdo: el solo hecho de sentarse a hablar en La Habana moderó el conflicto armado: hubo mucho menos civiles, soldados, policías y guerrilleros muertos. Hoy celebramos este Acuerdo, en un país que de tanto pelear se había acostumbrado a la guerra, como algo maravilloso y extraordinario, como un regalo de esperanza. Colombia ha sufrido tanto, hemos tenido tantas víctimas y tanto dolor, que este Acuerdo nos llena de orgullo y felicidad. El futuro, al fin, parece tener una cara distinta, una cara de dicha…Desde este jueves 24 de agosto de 2016, desde el punto de vista del ánimo y de las sensaciones, Colombia es un país diferente. Dos partes que se odiaron, combatieron y mataron durante decenios, se dan la mano y resuelven que no se van a seguir matando. Los enemigos a muerte deciden dejar de ser enemigos para ser adversarios políticos sin armas. ¡Por Dios, con todas las leguleyadas farragosas que quiera, esto no es poco, esto es de verdad grandioso y nuevo!……Colombia ha sido capaz de sobrevivir sin disolverse a medio siglo de violencia y dolor en todas partes, sobre todo en el campo. Si con semejante violencia, con cilindros bombas, minas antipersonas, voladuras de torres, oleoductos y puentes, secuestros, desaparecidos, y motosierras, el país ha podido avanzar lentamente, ahora que vamos a vivir en un escenario más pacífico y estable, podemos empezar a soñar de verdad con una democracia plena, menos injusta, mas igualitaria e incluyente. Los más entusiastas con estos Acuerdos somos las víctimas, pues nuestra mayor aspiración es que nuestros hijos y nietos vivan en un país mucho mejor que el que padecimos. Después del sí a los Acuerdos en el Plebiscito, que ojalá los pacíficos ganemos por una mayoría feliz y abrumadora, nos corresponde a todos trabajar por ese país posible, por ese gran país soñado, que el conflicto y la violencia nos negaron desde el nacimiento».
Post scriptum 1: «Humberto de la Calle, insigne caldense, merece un reconocimiento muy sentido por toda la sociedad, pues con calma, prudencia e inteligencia, con un horizonte de país, logró dirigir el equipo negociador del Estado colombiano. De la Calle ha demostrado ser un verdadero estadista, pues colocó el bien común por encima de muchos intereses». Luis Felipe Gómez Restrepo, Sacerdote Jesuita, actual Rector de la Universidad Javeriana de Cali y ex Director del Diario La Patria de Manizales.
Post scriptum 2: Nuestra amiga Hatsblade Gallo Mejía nos hizo llegar el siguiente mensaje que con gusto se lo haremos llegar a su destinatario: «Se le avisa a Mauricio Babilonia allá en Macondo, que suelte las mariposas amarillas que la guerra terminó».