28 de marzo de 2024

Paz-ciencia

15 de junio de 2016
Por Arturo Yepes Alzate
Por Arturo Yepes Alzate
15 de junio de 2016

Arturo Yepes Alzate

Arturo Yepes reducidaDesde enero los colombianos esperamos el cese definitivo de hostilidades y la dejación de armas de las Farc. Y hubiera sido así, de no interferir el Centro Democrático con su perorata en favor de la guerra y su exigencia de prisión para los negociadores.

Esa circunstancia ha creado prevenciones en la Mesa de Negociación acerca de la capacidad del Estado de cumplir los acuerdos y de la sociedad de sustraerse de la invocación a la venganza y, en cambio, jugársela por el perdón y la reconciliación.

Lo verdaderamente importante es que los colombianos tengamos confianza en que el Gobierno sabe para dónde va y que cuenta con la asesoría de los más experimentados negociadores del mundo, que ayudaron a resolver en otras naciones conflictos que parecían insolubles.

El Presidente ha llamado «Líneas Rojas» que no pueden transgredirse, a todos aquellos límites que evitan una revolución por decreto. Colombia seguirá siendo una República unitaria, con orientación capitalista, división de los poderes públicos, unas fuerzas armadas civilistas y unas colectividades con profunda convicción democrática.

La guerrilla ha aceptado todo eso. Por eso está concentrada La Mesa en pulir los últimos detalles sobre participación política y garantías para los excombatientes.

Hasta aquí parecería que mi escrito anuncia una rendición de las FARC. ¿Que ganan ellos?

La respuesta es difícil de digerir pero fácil de entender: por un lado, la posibilidad de enarbolar la bandera de equidad, especialmente en el campo, como su principal logro y, por lo tanto, la eventualidad de que los colombianos le entreguen su apoyo electoral en el futuro cercano y puedan democráticamente llegar al poder. Por otro, la reintegración a la vida civil con garantías suficientes para vivir dignamente.

Al primer efecto, le teme el Uribismo: les aterra que los despojadores de tierras que se han agrupado en ese Partido pierdan sus posesiones. Ellos, dueños de enormes propiedades de engorde, improductivas, se han organizado para defender sus privilegios y perpetuar el absurdo estado de cosas: un País con la mayor biodiversidad del mundo y las tierras más fértiles, que no produce porque a los más pobres se les quitaron sus tierras, muchas veces con amenazas, para convertirlos en mendigos del Estado en las grandes ciudades.

A lo segundo, los URIBISTAS se oponen con ferocidad, porque saben que es muy popular vender la tesis de la pena aflictiva. Según ellos, los exguerrilleros deben ir a las carceles y punto: padecer la pobreza extrema, sufrir los vejámenes de unas reclusiones hacinadas y sin siquiera servicios de salud y salir luego de unos años a mendigar la caridad pública.

¡Insensatos! Nadie que haya resistido más de 50 años sin ser derrotado, se someterá a ser tratado como paria en suelo patrio y a padecer todas las privaciones.

Nos guste o no, la guerrilla esta compuesta por seres humanos y también tiene su dignidad.

Las cartas están sobre La Mesa. Ustedes, lectores, sin ambages, ni artilugios, saben de qué se trata. Yo me la juego por La Paz. A sabiendas que los guerrilleros no pagarán Cárcel, a sabiendas que no serán mendicantes porque han obtenido recursos de sus procederes ilícitos, a sabiendas que buscarán elegirse en los certámenes electorales con ideas bien distintas a las nuestras.

La élite corrupta y heredera de las mafias del narcotrafico que hoy domina buena parte de la política del país, no quiere correr riesgos y busca al pueblo colombiano como socio para atrancar el proceso.

El pueblo, en su sabiduría, sabrá decidir si permite otras décadas de enfrentamientos fratricidas para proteger los privilegios de unos pocos, o abre el espectro político para permitir igualdad de oportunidades a todas las ideologías.

Del conocimiento claro de este último punto, depende una decisión acertada. Ojalá esa escogencia nos lleve a defender la vida, a consolidar la convivencia. Lo importante es que todos sabemos de qué se trata y esperemos con serenidad el desenlace.