22 de marzo de 2025

La prioridad del otro desencanto

6 de mayo de 2016
Por Eligio Palacio Roldán
Por Eligio Palacio Roldán
6 de mayo de 2016

Eligio Palacio Roldán

Eligio Palacio¿Le importará a miles de colombianos, en la pobreza absoluta y sin posibilidades de salir de ella, la imagen del presidente?

Hacía referencia, Tatiana Acevedo, en una estupenda columna publicada en El Espectador, (La prioridad del desencanto http://www.elespectador.com/opinion/prioridad-del-desencanto),  a la frustración de los colombianos con los diálogos de paz entre el gobierno y las Farc, desde los tiempos de Belisario Betancur, en la década del ochenta, del siglo pasado. Y retomaba la columnista,  a su vez, un escrito de Gabriel García Márquez, sobre el proceso de paz del expresidente antioqueño, en el que afirmó que la opinión pública“se dejó vencer por el tedio, y la prioridad de la paz fue sustituida por la prioridad del desencanto”.

Retomando las palabras de nuestro único Nobel, traídas a cuento por Tatiana Acevedo, debo manifestar que el desencanto no es solo en relación con los diálogos de paz con las Farc, al fin y al cabo esta paz es solo para los viejitos (https://eligiopalacio.com/2015/09/29/la-paz-de-los-viejitos/). El desencanto es con el país, con la falta de oportunidades, con la pobreza, con el no futuro, con la misma vida de millones de colombianos sin posibilidades para superar la crisis que los ahoga, que los sacrifica, que los asesina -en medio de una guerra por el monopolio de la producción y la comercialización de las drogas ilícitas, del cobro de vacunas- o simplemente los mata de hambre. (Ver ¿LEGALIZAR QUÉ…?https://eligiopalacio.com/2016/04/28/6602/)

El viernes de la semana pasada visité “La Curva del Diablo”, aquella macabra curva entre los barrios Moravia y Palermo, en Medellín, a la que los habitantes de la zona han tratado de cambiarle el nombre por el de “La Curva de la Virgen”, infructuosamente. Allí, a pocos metros de donde se construye el imponente Puente de la Madre Laura, estuve de frente ante la pobreza. Fue tanto el impacto que no pude describir lo sucedido, solo atiné a correr a comprar un dulce y llevarme el recuerdo de la sonrisa de unos niños felizmente sorprendidos (LOS NIÑOS DE LA CIUDAD MÁS INNOVADORA https://eligiopalacio.com/2016/04/29/los-ninos-de-la-ciudad-mas-innovadora/)

Y el lunes la miseria de Caucasia, y el martes la de El Bagre, y el miércoles la de Cáceres. Y las calles sin asfalto, y los ranchos sin las mínimas condiciones sanitarias y los adultos cual ratas hambrientas tras un mendrugo de pan para sus hijos. Y los niños… allí, en medio del abandono, con la alegría de los primeros días, soñando con un futuro de fantasía que, de seguro, no llegará jamás.

Y las fronteras visibles (¿Quien dijo que eran invisibles?. Todo el mundo las conoce), y la “vacuna” obligatoria y el silencio absoluto: “Para sobrevivir aquí no se puede ver, no se puede escuchar, solo callar.  Tampoco sentir, te enloqueces si sientes. Y… uno se acostumbra.”

“Antes cientos de personas iban a las minas y del sobrante tomaban gramitos de oro para el sostenimiento de sus familias. Ahora no se puede, las multinacionales acordonaron los predios y no nos dejan ingresar… ya no hay de que vivir. Y la minería se volvió ilegal.”

Hoy una nueva encuesta, de la firma Gallup, mide la gestión de Juan Manuel Santos: la favorabilidad escasamente llega al 21%. ¿Le importará a miles de colombianos, en la pobreza absoluta y sin posibilidades de salir de ella, la imagen del presidente?

A los colombianos no los invade la prioridad del desencanto por los diálogos de paz. Los habita la prioridad del desencanto por el abandono de un Estado que parece preocuparle todo menos el hambre, el desarraigo y la falta de protección física y sicológica en medio de los cuales tratan de subsistir.

ANTES DEL FIN

Hermosa región la del Bajo Cauca Antioqueño, imponentes sus fértiles llanuras cada vez más diezmadas por la minería, hermoso el ganado vacuno que puebla las haciendas, los árboles de mango con sus frutos amarillos en el piso, a disposición del caminante. Entonces, ¿por qué la miseria?