La iracundia del fútbol.
Me gusta el golf. Me agradan sus canchas, el verde de la vegetación, los retos, el señorío de sus competidores y la calidad de sus campeonatos. Especialmente admiro la solemnidad de sus celebraciones y el respeto en triunfos y derrotas. En el golf, el resultado se acepta y el triunfo, así sea ajeno, se disfruta.
Ocurre igual en el fútbol americano porque tiene compañerismo, dolor compartido, respeto a sus reglas, aleja las trampas y siempre enseña con sus elaboradas estrategias. Sangran sus protagonistas, sin fingir, no se permiten berrinches o niñerías. Se compite con ardentía y lealtad, sin protestas ni peleas.
Se ha visto muchas veces, en deportes de combate, a un boxeador, sangrante y derrotado, extendiendo la mano como saludo amigo a su verdugo, después de una pelea aparatosa. Otro ejemplo.
Algo de bizarro tiene el fútbol. Generalmente no se acepta la calidad del ganador y se despotrica de la pizarra, justificándola con vacíos discursos.
Lecciones dejaron, mas allá del juego prodigado, alabado por expertos, Bayern de Múnich y Atlético de Madrid, en Liga de Campeones, por la forma en que ganadores y perdedores, aceptaron el resultado, exaltando las calidad de la rivalidad y sus protagonistas. Ni una frase fuera de sitio, ni un pico de arrogancia en la victoria, ni un afán desmedido por enmascarar la derrota, en medio de la desolación y el desplome.
Las facetas de las derrotas dejan ver los lideres de cristal y la vulgaridad de sus excusas.
En los resultados, no esperados, se encienden las broncas, se sube el tono y se descontrolan los ánimos.
Se vio en el fogoso partido de copa Libertadores en Medellín, donde una discutible conducta arbitral, abrió camino a un amago de combate, son censurado cierre. Bochornoso episodio que, repasando la memoria, nos llevó a un ayer confuso, cuando la copa tomaba sesgos sospechosos y discutidos en su competencia y las finales traían consigo batallas campales con detenciones y comisarías.
Eso no es fútbol. Como tampoco lo son las mentiras de los micrófonos, señalando, acusando y justificando conductas en inapropiado apasionamiento que calienta tribunas.
Aterrorizadas son las semanales miradas, de los aficionados, a episodios de violencia, en los que se señala a los hinchas desaforados como únicos culpables. Nadie pone freno a los desmanes que se originan en los terrenos de juego por “malos perdedores” o los incendiarios de los medios que los acolitan.
Que lindo es el golf… Y dejo constancia que no lo practico.