18 de marzo de 2025

Se pierde el sueño americano

11 de abril de 2016
Por Albeiro Valencia Llano
Por Albeiro Valencia Llano
11 de abril de 2016

albeiro valencia

La crisis del capitalismo salvaje está golpeando a la sociedad estadounidense. La tierra de las oportunidades donde se alcanzaba el éxito trabajando mucho sigue sumergida en una larga incertidumbre. Y para completar el cuadro se dice que un alto porcentaje de la población de este país está muriendo por el alcoholismo, la drogadicción y el suicidio; se trata de blancos, de edad mediana, con poca educación y trabajos mal remunerados. las autoridades observan con preocupación el aumento del desempleo entre los blancos pobres, el incremento de la pauperización y el crecimiento de la drogadicción; aumenta el número de habitantes que viven en las calles y parques y se multiplican los comedores comunitarios. Durante el gobierno de Obama la cantidad de personas que reciben “cartillas de racionamiento” pasó de 32 a 46 millones. En 2008 el 53% de los habitantes consideraba que pertenecía a la clase media, hoy el porcentaje bajó al 44 % y ya se habla de la decadencia del imperio.

La crisis económica

El país entró en recesión desde diciembre de 2007 cuando poderosas firmas aseguradoras y sólidos bancos se desplomaron en forma abrupta. Wall Street, el templo sagrado de la globalización, convulsionó por la codicia de los banqueros que especularon con la plata de los clientes. Esta catástrofe se originó por la irresponsabilidad de las entidades financieras de Estados Unidos que otorgaron préstamos con altos intereses, a personas sin capacidad de pago, para que compraran vivienda; como era de esperarse el valor de los inmuebles se elevó en forma especulativa, hasta que la deuda era más alta que el precio de la casa o del apartamento, se infló el globo de la especulación y estalló. La crisis contagió a la Unión Europea porque su economía venía tambaleando y la desconfianza se apoderó de todos los mercados del mundo; es que la globalización produjo la interconexión de los mercados y como consecuencia la crisis de Estados Unidos arrastró a Europa, China, Japón e India. Las bolsas del mundo señalaron a los lobos de Wall Street como responsables, y el presidente Bush para enfriar el asunto, justificó con mentiras la invasión a Irak, por unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron; como esta guerra fue un fracaso se inventaron la de Afganistán. En este punto se cuestionó el liderazgo de Estados Unidos, porque el país más poderoso del mundo estaba atrapado por la recesión.

Situación de las capas medias

Desde finales del año 2013 los estadounidenses estaban viviendo una pequeña euforia económica, las ganancias corporativas y los precios de las acciones estaban elevadas y los ejecutivos de altos cargos tenían muy buenos ingresos; pero los salarios promedio casi no se habían movido, se profundizó la inequidad y se estancó la movilidad social ascendente. El ambiente laboral era crítico, se necesitaban más puestos de trabajo y 22 millones de personas estaban buscando empleo de tiempo completo; se le suma que el seguro contra el desempleo finaliza a las 26 semanas y se considera uno de los más paupérrimos de los países desarrollados. A esto hay que añadirle el desánimo y la postración del pueblo, por el miedo al terrorismo que cobijó el país después del 11 de septiembre, el fracaso de las guerras de Bush, la crisis de 2008, la postración de las capas medias, el liderazgo de Putin, el auge de China y la pérdida de protagonismo de Estados Unidos en la geopolítica mundial. Todo esto molesta a los estadounidenses, especialmente a los blancos de las capas medias, porque es difícil aceptar la decadencia de este poderoso Estado; el clima fue aprovechado por los líderes ultranacionalistas del Partido Republicano, que sueñan con seguir exportando la “democracia”, para desatar nuevas guerras y sostener el imperio.

Esta situación está llevando a que varios sectores de la población caigan en el pesimismo, la depresión y la desesperación y busquen refugio en el alcoholismo, la drogadicción y el suicidio. Se ha comprobado que la globalización y los cambios tecnológicos vienen generando mucha presión sobre los trabajadores de los países desarrollados y esto se convierte en ansiedad y estrés. En Europa se resuelve por las políticas de Estado que son más paternalistas con los ciudadanos, desde el punto de vista del bienestar general; en cambio en Estados Unidos los médicos tratan los dolores físicos y psicológicos con medicamentos fuertes y adictivos. Por el ejemplo el oxycontin, un opioide fuerte con propiedades similares a las de la heroína, puede crear hábito y síndrome de abstinencia; su abuso coincide con el aumento en el número de muertes. Pero hay que plantear dos preguntas ¿Por qué esta tendencia no afecta a los otros grupos étnicos en Estados Unidos? ¿Por qué la situación no es tan desesperada para los latinos y afroamericanos? Seguramente porque “Han desarrollado maneras de afrontar las decepciones y las injusticias de la vida: a través de la familia, el arte, la protesta social y, sobretodo, la religión”. Los miembros de las minorías no consideran que el sistema fue establecido para ellos; otra cosa piensan los blancos (Revista Semana, enero 17, 2016).

La posición de los políticos

Veamos cómo juegan aquí los líderes de la política en Estados Unidos. Donald Trump, es el candidato con más fuerza entre los republicanos, porque dice lo que piensan los blancos, especialmente quienes consideran que su gran país atraviesa un período de decadencia; así se explica el apoyo del Tea Party, de Sarah Palin, el sector más radical de la derecha. Casi todos miran a Obama como a un líder débil, “capitulador”, que no ha sido capaz de aplastar a los yihadistas de ISIS.

Hasta hace algunos años la clase trabajadora blanca estadounidense era un sector “élite” muy importante, sustento de la democracia y de la identidad; hoy estos trabajadores reconocen que se han empobrecido y, por su forma de vida, se comparan con los afroamericanos, con los latinos y con los inmigrantes en general. Por eso los líderes como Trump, y otros de la derecha tradicional, prometen cambiar esta situación y volver al pasado.

Entre los precandidatos demócratas hay dos con el mayor liderazgo. Hillary Clinton representa la derecha de su partido y es la candidata de los banqueros de Wall Street; apoyó desde el Senado todas las guerras que promovió Bush y luego, desde el Departamento de Estado, las guerras de Obama. El otro es Bernie Sanders, independiente, pero metido en el ala izquierda del Partido Demócrata; viene martillando sobre la decadencia de Estados Unidos, habla sobre la concentración de la riqueza, el empobrecimiento de las capas medias y la pauperización de los trabajadores.

En este caldeado clima Obama está haciendo importantes jugadas; sobre América Latina está practicando la política del buen vecino. Las nuevas relaciones con Cuba significan un golpe a los remanentes de la Guerra Fría; en cambio su paso por Argentina, para saludar a Mauricio Macri, es un mensaje sobre el tipo de gobernante que le interesa a Estados Unidos. Fue importante el pacto firmado con Irán, a pesar de la oposición de Israel; y en el aspecto militar se ha movido con cuidado en los polvorines de Siria e Irak. De este modo procura dejarle el camino despejado a Hillary Clinton.