Mariano Mores
Tenía 98 años. Era un anciano avispado,con las antenas izadas en los oteros de la música, nunca viejo para administrar su soberbio talento tanguero, convertido en ídolo nacional. Cuando murió Hugo del Carril, el presidente Menem le hizo entierro de héroe. Ahora Mauricio Macri el mandatario de Argentina fue a su velorio y expresó que la bandera estaba a media asta como expresión de los sentimientos adoloridos de su pueblo.
Fue un mono simpático. Acuerpado, con amplio torax, dedos largos para acariciar los pianos, con bisoñé para esconder su calva, gestoso olímpico como director de orquesta, y siempre tuvo como aditivo un pañuelo, insignia y complemento de su nacarado perfil. Además de músico compositor grandioso, estaba doblado de intelectual. Era fino, elegante y cultivaba respeto por sí mismo. Suyas son estas palabras : “La imágen es importante. Y en mi trabajo es algo natural. Tiene un sentido romántico, pero también transita por lo dramático”.
Un tango me embriaga : La Cumparsita con la letra desolada de Contursi. Cuántas, cuántas veces, de tarde y de noche y en auroras neblinosas,transido el corazón por masoquismos amorosos, la he escuchado una y otra vez. La milonga Taquito Militar de Mariano Mores es mi otra debilidad auditiva. Tiene aire de cuartel, una oculta y apasionante bizarría que estimula y alegra. Su música es marcial, dinámica y perfectamente acompasada.
Pocos, como él, para plasmar en música bellas letras de tangos.Cuartito azul, Cafetín de Buenos Aires, Uno, En esta tarde gris, Cristal , Sin palabras, son algunos de los inmortales poemas a los que Mores les dio mármol musical para su intemporalidad. No debía ser fácil satisfacer a Santos Discépolo y Contursi que sabían tallar sus mensajes en el vernáculo idioma porteño. En todas las composiciones de estos dos estetas, muchos más que suma caprichosa de palabras, hay recónditos tratados de sociología, una sutil línea intelectual que ahonda y enraíza lo que debe sobrevivir en la memoria de los pueblos.
Con la muerte de Mariano Mores se extingue la llamada generación de los cuarenta. Ya no más Gardel que aún tiene una tronante voz de quince años, ni Hugo del Carril con su trompeta lírica, ni Corsini con “no te apures cara blanca”, ni Jorge Ortiz que cantó con la orquesta de Biagi, ni el uruguayo Julio Sossa, ni Carlos Roldan, Falgas, Podestá, Juan Carlos Godoy, Armando Moreno. Todos murieron.
El tango se extingue. Las guitarras eléctricas han derrotado el dos por cuatro, desapareció el paso de milonga que solo se baila ahora por cincuentones en los salones elegantes de Buenos Aires. Solo un puñado de jóvenes en los boliches porteños y en Colombia en los festines populares, mantienen en vigencia su ajedrezcístico baile y el rítmico balaceo de las parejas cuando danzan con Taquito Militar.