25 de marzo de 2025

Mariano Mores

21 de abril de 2016
Por César Montoya Ocampo
Por César Montoya Ocampo
21 de abril de 2016

cesar montoya

Tenía 98 años. Era un anciano avispado,con las antenas  izadas en los oteros de la música, nunca viejo  para  administrar su soberbio talento tanguero,  convertido en ídolo nacional. Cuando murió Hugo del Carril, el presidente  Menem  le hizo entierro de héroe. Ahora Mauricio Macri el mandatario de Argentina fue a su velorio  y expresó que la bandera estaba a media asta como expresión  de los sentimientos adoloridos de su pueblo.

Fue un mono simpático. Acuerpado, con amplio torax, dedos largos para acariciar los pianos, con bisoñé para esconder su calva, gestoso olímpico como director de orquesta, y siempre tuvo como aditivo un pañuelo, insignia y  complemento de  su nacarado  perfil. Además de músico compositor grandioso, estaba doblado de intelectual. Era fino, elegante y cultivaba  respeto por sí mismo.  Suyas son estas palabras : “La imágen es importante. Y en  mi trabajo es algo natural. Tiene un sentido romántico, pero también transita por lo dramático”.

Un tango me embriaga : La Cumparsita con la letra desolada  de Contursi. Cuántas, cuántas  veces, de tarde y de  noche y en auroras neblinosas,transido el  corazón por masoquismos amorosos, la he escuchado una y otra vez. La milonga Taquito Militar de Mariano Mores es mi otra debilidad auditiva. Tiene aire de cuartel, una oculta y apasionante bizarría que estimula y alegra. Su música es marcial, dinámica y perfectamente acompasada.

Pocos, como él, para plasmar en música bellas  letras de tangos.Cuartito azul, Cafetín de Buenos Aires, Uno, En esta tarde gris, Cristal , Sin palabras, son algunos de los  inmortales poemas a los que Mores  les dio mármol musical para su intemporalidad. No debía ser fácil satisfacer a Santos Discépolo y Contursi que sabían tallar sus mensajes en el vernáculo idioma porteño. En todas las composiciones de estos dos estetas, muchos más  que suma caprichosa de palabras, hay recónditos tratados de sociología, una sutil línea intelectual que ahonda y enraíza lo que debe sobrevivir en la  memoria de los pueblos.

Con la muerte de Mariano Mores se extingue la llamada generación de los cuarenta. Ya no más Gardel  que aún tiene una tronante  voz de quince años, ni Hugo del Carril  con su trompeta lírica, ni Corsini con  “no te apures cara blanca”, ni Jorge Ortiz que cantó con la orquesta de Biagi, ni el uruguayo Julio Sossa,  ni Carlos Roldan, Falgas,  Podestá,  Juan Carlos Godoy,  Armando Moreno. Todos  murieron.

El tango se extingue.  Las guitarras eléctricas han derrotado el dos por cuatro, desapareció el paso de milonga que solo se baila ahora por cincuentones  en los salones elegantes de Buenos Aires. Solo un puñado de jóvenes en los boliches porteños y en Colombia en los festines populares, mantienen en vigencia su ajedrezcístico baile y el rítmico balaceo de las parejas cuando danzan con Taquito Militar.

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