El «Niño Dios» del Partido Conservador
UNO Y DOS
Por Augusto León Restrepo
UNO
Orlando Cadavid Correa, Hernando Salazar Patiño y William Calderón, en sus columnas que escriben para Eje 21, comentaron la vida de Marino Jaramillo Echeverri, Abogado caldense, nacido en Neira y fallecido en Bogotá hace cerca de dos meses. Merecidas frases de reconocimiento a su labor política e intelectual consignaron en sus artículos, que desde luego comparto y ratifico. Jaramillo Echeverri llenó un amplio espacio de la política conservadora del Caldas anterior a su desmembración. Abogado de la Universidad del Cauca, con su hermano y poeta Octavio, incursionó con éxito en la vida pública del departamento. Octavio le sobrevive. El Doctor Marino fue electo Representante a la Cámara y Embajador en varias oportunidades, después de haber sido Secretario de Gobierno de la comarca. Y miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, de la de Jurisprudencia y de la de Historia. Al difícil ajetreo de la política le sisó tiempo para escribir serios e ilustrativos ensayos sobre las ideas políticas universales. A mí , en particular, me sedujo su libro «Liberales y Conservadores en la historia. Itinerario de las ideas y del Poder», editado por Tercer Mundo, 1972 , con brillante prólogo de Diego Tovar Concha, que bien podría reeditarlo el gobierno caldense como homenaje a su memoria, tal como lo insinúa Salazar Patiño. O sus herederos. Y cuya lectura debe ser obligada orientación para quienes aspiran a hacer luces sobre el por qué de su militancia partidista. Fue jefe laureanista, con Gilberto Arango Londoño, Mario Calderón Rivera y Rodrigo Marín Bernal, en el podio. Y más destacado aún, cuando el lauro-alzatismo. Y como tal, lo acompañamos por veredas y municipios en la prédica de esa amalgama, casi imposible de aceptar, pues es bien sabido que los alzatistas y los laureanistas pensaban y actuaban en las antípodas, pero el pragmatismo electoral hace milagros. De ese milagro nacieron profundas amistades personales y políticas que hoy todavía existen, originadas en los comandos de juventudes alimentados y estimulados por los líderes de la época y cuya historia sería de nunca acabar. Marino, gran orador, le ponía a las giras los fundamentos ideológicos. Trataba de explicar por qué éramos conservadores, ante una audiencia que desde entonces se preocupaba más por el precio de la yuca y la panela que por el ideario de Caro y Ospina. Pero que a nosotros, que hemos creído que la política es a otro precio, nos infundió que el sustrato de la actividad política deben ser los principios y los decálogos programáticos. Edificó en el viento Jaramillo Echeverri.

DOS
Creo que repitió Cámara de Representantes en una o dos oportunidades. Y entre idas y venidas de los cargos diplomáticos, Marín Bernal conquistó a los adeptos de Marino y se quedó con la jefatura laureanista. Se dedicó Jaramillo a sus estudios, a sus libros y a sus intervenciones en las Academias que aún son recordadas por su dicción y contenido, después de su fugaz aparición como fórmula vicepresidencial del General Harold Bedoya Pizarro. Así me lo comentó en estos días Jorge Mario Eastman, quien desde sus mocedades se enfrentó a Jaramillo en arenas políticas e ideológicas. En sus apariciones en público siempre lucía jovial, juvenil y lozano. Por esa lozanía fue bautizado por emocionados copartidarios, a quienes exultaba con sus discursos, como el Niño Dios del Partido Conservador. William Calderón escribió que ese calificativo nació en una Convención de Juventudes en Santa Rosa de Cabal. No William. Ese grito de ¡viva el Niño Dios del Partido Conservador! lo escuché yo, muchísimo antes, en el cementerio de mi pueblo, Anserma Caldas, en boca de un condolido deudo en el entierro de un partiente cercano, agradecido por las loas y la entonación del obituario, recurrente oficio al que era llamado Jaramillo Echeverri. La coronación de reinas se la cedió a otros de sus contemporáneos. Y una petición final. Cadavid, Salazar y Calderón, en sus escritos, y mi amigo Emilio Echeverri Mejía, oralmente, afirman que Marino fue Secretario del General Sierra Ochoa, en el gobierno rojista, con deserción de su laureanismo. Y esto no me cuadra. Tengo la vaga recordación de que a los calabozos del servicio de inteligencia colombiano- el DAS de esos años – fue a dar con su humanidad como conspirador en las jornadas de mayo del 57 que tumbaron a Rojas Pinilla y que de allí fue rescatado por el pueblo, que lo paseó en hombros por las calles de Manizales. Y que fue nombrado Secretario de Gobierno, por el primer gobernador de Caldas después de la » dictadura «, el General Ayerbe Chaux. ¿Habrá quien nos lo aclare?. Paz y recordación en la tumba de Marino Jaramillo Echeverri.