El futuro del Conservatismo
Omar Yepes Alzate
El conservatismo al comienzo del gobierno Santos era un socio de primera. Cinco ministros en su gabinete: Hacienda, Agricultura, Minas, Planeación y Vivienda. Quedan dos: Hacienda y Minas. Hoy el partido no es más que un socio decorativo, apenas sí para la foto. No cuenta para nada en las políticas oficiales, no se le considera. Y eso es apenas obvio, porque en la medida en que estemos disponibles incondicionalmente para acompañar todas las propuestas gubernamentales el conservatismo pierde respetabilidad, se estima un gregario permanente al que se tiene presto para cualquier contingencia y al que no es forzoso convocar. Se sabe que ahí está. Que no es motivo de preocupación.
Aún en plena campaña de reelección, cuando requería de la colectividad para su propósito, el presidente reemplazó a los directores del Banco Agrario y de la Aeronáutica, conservadores, por ciudadano ajenos a nuestro credo. Claro, sabía que no habría reacción y que estábamos consignados como partido al servicio de unos pocos que por su incondicionalidad usufructúan para sí lo que corresponde a todos.
Si el Partido Conservador quiere futuro debe caracterizarse como tal. Independizarse, ser autónomo, tener políticas propias y, desde luego, coincidir con el ejecutivo en lo que sea preciso para el país y apartarse cuando se estime que debe hacerlo para singularizarse y para readquirir fisonomía. El presidente estimará si en esas condiciones llama o mantiene al partido en parte de su nómina, o si lo aleja. Es su fuero. Pero el conservatismo no puede atar su porvenir a contingencias burocráticas.