DERRUMBE DE LA CLASE MEDIA
El gobierno nos quiere hacer creer que la clase media en Colombia se ha consolidado y que hoy por hoy, según mediciones del Dane en nuestro país y de la Comisión Económica para América Latina –Cepal – el 30,5% de nuestra población se ubica en la mitad, social y económicamente hablando. Sin duda, esta no es más que una especulación.
Dice planeación que los hogares de clase media tienen ingresos entre $1.800.000 y $7.000.000 mensuales. Esto puede ser posible para algunas ciudades colombianas, pero no para todas.
De manera que no se puede medir a todos los ciudadanos y sus ingresos con el mismo rasero. Un hogar, compuesto por una pareja con uno o dos niños, que viva en Bogotá, por ejemplo, nunca podrá alcanzar la clase media con un ingreso de $1.800.000.
En un hogar de dos o tres personas pobres, que tienen la posibilidad de ir a trabajar en el Transmilenio, llevar a los hijos al jardín o a la escuela pública, pagar un arriendo, no menor de $500.000, y quedarse todo el fin de semana en un cuarto viendo televisión, porque si se invierte un peso en otra diversión, se descuadran. ¿Esa es la clase media, de la que nos habla el gobierno?
En una ciudad intermedia, el ingreso de $1.800.000 tampoco es suficiente para ubicarse en este estrato socio-económico. Un maestro de escuela, de categoría 13 recibe un salario parecido a este límite. Si es casado y con hijos, y su esposa no labora, ese dinero escasamente le alcanza para las necesidades básicas: arriendo, servicios públicos, transporte, educación de los hijos y la alimentación.
La clase media se sitúa entre la clase obrera o campesina y la clase alta, según la teoría. Y con ese criterio, el maestro de escuela es posible que esté en esa categoría, pero por su condición intelectual, jamás por su condición salarial.
Razón tienen aquellos que dividen esta clase media en media-baja y media-alta. La primera está casi a la par de los obreros y campesinos, y la segunda se acerca a los que tienen dinero y poder. Claro, los de $1.800.000 son más obreros y los de $7.000.000, más poderosos. En este sentido, la medición es una broma.
Nos dicen que entre el 2010 y 2015, el país logró que 4.574.000 personas salieran de la pobreza, de los cuales 2.600.000 personas abandonaron la pobreza extrema, apoyadas en programas como Red Unidos que acompaña a un millón de hogares en pobreza extrema, y Más Familias en Acción, con 2.600.000 hogares beneficiarios.
¿Será que aquellos que reciben los beneficios de los subsidios de estos dos programas, Red Unidos y Más Familias en Acción, han salido de la pobreza extrema? En verdad no lo creemos, porque el Estado padrino, aquel que le suple las necesidades básicas a la gente, sin darles más que el pescado del día, lo que está haciendo es servir de alcahueta, para que la pereza y la desazón nos invada mucho más y, de contera, la delincuencia y la drogadicción. Creemos que es apenas un espejismo, ese que nos crean con las cifras.
Nos negamos a creer que la clase media en Colombia haya crecido, como tampoco que estamos sacando a millones de ciudadanos de la pobreza extrema, menos sin avances en la generación de empleo productivo y en la calidad de la educación.
Las cifras y el papel pueden con todo, especialmente en un gobierno con afán de presentar resultados, tras la enorme impopularidad que tiene frente a su pueblo.
CRÓNICA DEL QUINDÍO