Conservatismo perdió su rumbo
Comunidad y Desarrollo
Es vergonzoso para el conservatismo, que sus congresistas continúen siendo apéndices de los gobiernos liberales, a cambio de mermelada y posiciones burocráticas para aceitar sus maquinarias electorales en departamentos y municipios.
Mientras los destinos del conservatismo, permanezcan en manos de un grupo de congresistas: irresponsables, oportunistas y mermelados, que son los que deciden su futuro, a cambio de pírricas posiciones burocráticas que les entregan los gobiernos liberales, para que les rindan sumisión y obediencia, continuaremos con una colectividad a la deriva y sin ninguna vocación de poder.
Es lamentable desde todo punto de vista, que los directivos del partido conservador negocien abusivamente su futuro, que pese a los malos manejos de los últimos tiempos, sus postulados continúan vigentes en el tiempo y en el espacio, puesto que son superiores a los razonamientos en concreto y en abstracto a los de los demás partidos, que nacen sin ninguna orientación y definición de tipo ideológico.
Quienes han dirigido los destinos del conservatismo en las últimas décadas, han demostrado su incapacidad y pobreza intelectual, para asimilar la grandeza de sus postulados y su doctrina universal, no se han dado cuenta que pese a su deficiente orientación, su esencia de principios y valores permanecen inmodificables, y jamás deben relegarse de sus estatutos para satisfacer apatitos de tipo personalista, de conveniencia económica o burocrática, como está sucediendo en los actuales momentos.
Desde hace muchos años el conservatismo en Colombia perdió su rumbo y por ende su vocación de poder, los gobiernos liberales siempre cuentan con las rodilleras de sus folclóricos e incapaces jefes, que vergonzosamente se dejan seducir por unas migajas burocráticas o pírricos contratos, con los cuales sacan pecho en las plazas públicas, para hacerse notar
Creímos que con la juventud del doctor Baguill como presidente, íbamos a remozarlo para colocarlo al tono con las experiencias de los gobiernos conservadores del mundo, pero, lamentablemente nos hemos equivocado, continuamos con un partido anquilozado y parroquializado, proclive a actos de corrupción, sin ningunas vocación de poder, y lo más grave sin derrotero ideológico para solucionar los graves problemas que agobian al País.
No nos llamemos a engaños: si queremos un conservatismo fuerte y vigoroso, tenemos que empezar por relevar su actual clase dirigente, para lograrlo, hay que empezar por reformar los estatutos del partido, puesto que están hechos para que los jefecillos de siempre monten en la casa de la soledad sus cuarteles de mando, sin que se generen expectativa alguna para las presentes y futuras generaciones que están habidas de ocupar sus puesto de mando, pero que lamentablemente quienes ostentan su dirigencia no los dejan surgir bajo ningún punto de vista, están tan atornillados, que se requiere de un taladro ideológico para poderlos remover.
Estamos en pleno siglo XXI y quienes han dirigido sus destinos en las últimas décadas, no se han preocupado por remozarlo y ponerlo al tono con las nuevas generaciones que siempre deben evolucionar en el tiempo y en el espacio, enarbolando como ejemplo los logros obtenidos de los gobiernos conservadores de todo el mundo.
Se requiere de un conservatismo que interprete en los actuales momentos la situación por cierto bien difícil que atraviesa el país, con la próxima puesta en marcha del proceso de paz, a firmarse el 23 de marzo del año en curso; no podemos aceptar que sus directivas estén canjeando la voluntad de millones de conservadores dispersos por todo el país y del exterior por unas pírricas posiciones burocráticas, que analizadas desde todo punto de vista, no interpretan, ni representan el más mínimo interés del pueblo colombiano y su colectividad.
El partido conservador no debe comprometerse bajo ningún punto de vista con el gobierno del presidente Santos, que en los actuales momentos atraviesa por una crisis de credibilidad tan profunda, que no se había registrado en los últimas décadas de nuestra era republicana, no debemos negar que el conservatismo tiene como bandera la moral y el orden, pero, jamás puede cohonestar con actos de corrupción, que para peor desgracia se esconden en los vericuetos de la administración pública de los gobiernos liberales, que es a donde van a parar los dirigentes de nuestro partido, que se hacen elegir con votos conservadores, para después endosarlo a los gobiernos de turno.
Se requiere también de una reforma estatutaria que de cabida a nuestras juventudes, para que sean ellas las que en el inmediato futuro, releguen a quienes están allí tan atornillados que es hasta vergonzoso decirlo: no aportan un mínimo de ideas para generar temáticas que permitan estructurar planes y programas de desarrollo en bien de nuestras regiones.
Se requiere también de un partido conservador, que mediante sus estatutos de cabida a los campesinos, con el fin de velar por sus intereses, dotándolos de todas las prerrogativas necesarias para el desarrollo de sus arduas faenas, que gocen de las prestaciones sociales, permitiéndoles adquirir vivienda digna con todos los servicios básicos, además de programas de salud, educación, vías de penetración, seguridad y lo más importante la agroindustrialización y comercialización de sus productos.
También requerimos modificar los estatutos del partido, para dar cabida a los pequeños, medianos y grandes empresarios, para que a través de sus programas de desarrollo sean los generadores de nuevos puestos de trabajo, y se ocupen de promover industrias con el fin de dar respuestas claras a las presentes y futuras generaciones.
También tenemos que reformar los estatutos, para que las mujeres, estudiosas y profesionales, madres cabeza de familia y amas de casa, cuenten con un partido que les haga valer sus derechos, para que desde el lugar en que se encuentran defendiendo el futuro de sus hijos, sean garantes de una nueva vida para su descendencia.
En consecuencia, el conservatismo con su partido conservador a la cabeza, nunca deben ir divorciados, el uno sin el otro, pierden su rumbo y se van por los despeñaderos de la perdición, hay que remozar ambas instituciones y procurar que en las próximas convenciones se elijan unas directivas que sean prenda de garantía para sus afiliados.
Teniendo claro que los: Congresistas, Diputados y Concejales, jamás deben formar parte de los directorios: nacionales, departamentales y municipales, permitirlo, dentro de la nueva reforma estatutaria, es empezar a sembrar nuevamente el caos y llegar a lo mismo.
¡Pilas señor Veedor del partido, estamos esperando se haga sentir!