22 de enero de 2025

La chica danesa

Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
19 de febrero de 2016
Por Víctor Hugo Vallejo
Por Víctor Hugo Vallejo
Periodista, abogado, Magíster en ciencia política, Magíster en derecho público, escritor, historiador y docente universitario.
19 de febrero de 2016

Desde Cali

Víctor Hugo Vallejo

Victor Hugo VallejoDebe ser el estado de prisión más difícil que pueda soportar un ser humano. Saberse legalmente de un sexo y sentirse naturalmente de otro. Es como vivir en cuerpo ajeno. Y a más de ello, si  se ha contraído matrimonio, se cumplen los deberes conyugales y se ama con profundidad y expresiones externas que corresponden a la legalidad de género, la situación se torna mucho más insoportable.   

Hablar así es como si se tratase  de contar historias de ficción, pues se arma tal confusión de lo que se pretende presentar que se termina por arribar a lo ininteligible. Pero si la historia se cuenta con bellas imágenes, un sonido musical que arroba y una lentitud que va con el  tiempo que transcurre de la misma manera, se está en presencia de una gran obra de arte.

Y eso es la película “La Chica Danesa” que recientemente ha llegado a las carteleras colombianas,  y que a lo mejor no permanezca mucho en ellas, pues se trata de un filme diferente a todos, que mantiene la ansiedad  en el espectador hasta el final, quien intenta en muchas ocasiones imaginar el desenlace, pero no se atreve, porque mejor espera a que le cuenten la historia completa con el respeto que inspiran los actos de los seres humanos cuando son honestos con ellos mismos, que es la honestidad de mayor dificultad en su práctica.

Un director de cine desconocido en nuestro medio como es Tom Hooper, es el encargado de  mostrar una de las historias más humanas que se puedan encontrar en la filmografía actual. La cinta tiene varias nominaciones al Oscar, lo que de alguna manera le ha servido para llamar la atención comercialmente, ya que desde mediados de 2015 cuando se dio su primera presentación  en  Europa,  fue  recibida con las limitaciones que tienen las grandes obras del talento humano que tienden a convertirse en objeto de estudio y análisis de los intelectuales y eruditos, que en no pocas oportunidades como que les encantara el papel de espantar a los espectadores comunes, esos que van al teatro a divertirse. Pero hay que entender que la diversión, en esencia parte de los estados emocionales de las personas. Y esta película es una creación que lleva a quien la mira por diferentes espacios emotivos que van desde la sorpresa, la ira contenida, la condena, la desdicha, la desidia, la pasión, la envidia, la desilusión, la crítica, la aceptación de las decisiones de las demás personas cuando ellas son el producto de la racionalidad por encima de las meras demostraciones emocionales.

Hooper tomó como base del guión de la cinta el contenido de la novela de David Evershoff que a su vez se fundó en la historia real del primer hombre que en  el mundo moderno se sometió a las experimentales operaciones quirúrgicas de cambio de sexo. Hablar de esta clase de intervenciones en el cuerpo humano ahora, no es tema de mucha controversia, más allá de las posiciones religiosas que se dan en el marco de las creencias, pero que nunca aceptan la racionalidad como elemento de dirección de la volitividad del ser humano. Hablar de una situación  de esas en 1926 en Dinamarca y Alemania era abrirse a la razón, pero con la enorme carencia de los medios de conocimiento e instrumentos técnicos que permitieran afrontar un reto de tal altura con posibilidades ciertas de éxito.

Es la historia del pintor danés Einar Wegener que luego de casado felizmente, con pasiones satisfactorias en lo sexual, con Gerda, a pesar de su presencia andrógina, en un juego de sociedad descubre que se siente mejor cuando hace el papel de mujer que el de hombre. El camino hacia esa convicción no nació de su iniciativa sino de la de su mujer. Pintores ambos de gran talento, más cuajado él con sus delicados y realistas paisajes que estaban en su mente  de las tierras de su infancia en los que los colores brillantes y tenues se confunden para transmitir sensaciones indescriptibles  de tranquilidad, paz y conciencia limpia; mientras busca una línea de definición que la haga distinta a todos –como es el deber de todo pintor-,  Gerda le pide a su marido que le pose como modelo sencillamente para que le muestre una pierna extendida con una media de mujer, para darle punto final al cuadro de una bailarina incompleta por la ausencia de la modelo. Para mayor realismo, le pide que se coloque un traje de bailarina encima. El siente la satisfacción de ese vestido en su torax y cuando entra una amiga de ambos al estudio al sorprenderlo en dicha pose, grita: ”La llamaremos Lili” y los tres ríen.  Para presentar las últimas obras de ella, Gerda quiere aparecer con su prima Lili en el coctel de apertura de la exposición. Entre los dos construyen el personaje femenino y se presentan dos damas a la fiesta. Un hombre se prenda de Lili y Einar se siente bien cuando la besan, aunque desde lo moral rechaza la circunstancia.

Poco a poco se va dando el hecho de que Einar es más Lili que Einar y Gerda reclama que quiere vivir con Einar no con Lili, hasta cuando se hace insostenible la situación. Escenas de dolor, personificadas por dos grandes actores Eddie Redmayne y Alicia Vikander –magistrales ambos en sus correspondientes papeles-, de solidaridad, de amor incondicional, de apoyo moral y ético, de respaldo vital en que se asumen las responsabilidades de manera compartida sin inculpar el uno al otro, sabiendo cada quien cual es el rol que debe desempeñar y viendo como la vida se les va de las manos de una manera lenta. La vida se les va en la vida misma. Y la vida de Einar se va del todo cuando Lili no soporta los daños que se generan con operaciones de gran complejidad que para entonces la ciencia médica no estaba en capacidad de sacar adelante, pero que con el reto de quien sabe que puede ir más allá a través de lo mucho que se aprende de lo que es cl cuerpo y de lo que ofrece como posibilidades de cambio.

Nacido como Einar Mogens Wegener el 28 de diciembre de 1882, muere Lili Wegener el 13 de noviembre de 1931, luego de haberse sometido a operaciones de extirpación de sus órganos masculinos y permitir que con su cuerpo se experimentara científicamente en 1930 para lograr la transformación de creación de órganos femeninos que respondieron a la emocionalidad femenina que siempre llevó por dentro. Gerda estuvo a su lado hasta el último segundo.

En Berlín  con la dirección del doctor Kurt Warnekros, con la supervisión del sexólogo, también alemán, Magnus Hirschfeld, se realizaron esas intervenciones quirúrgicas con las que se dio la precursión de lo que ha sido la cirugía de trasngénero con la que en no pocas ocasiones se corrigen esos errores que comete la naturaleza al presentar a seres humanos como de un sexo, pero con sentimientos, reacciones y tendencias del contrario. Ahora no es nada del otro mundo. Pensarlo, siquiera, en la década del 20 del siglo XX era todo un reto a la humanidad.

Estos pintores daneses, Lili y Gerda Wegener, delicado paisajista el primero, extraordinaria retratista la segunda, capaz de emigrar a lo figurativo desde la imagen de su pareja,  dieron un  ejemplo de dignidad, de respeto, de amor, de entendimiento y comprensión en un mundo que ni los entendía, ni los quería entender, pero que asentía su presencia como creadores con alas de volar en el cambio de la sociedad. Todo esto lo retrata muy bien el director Tom Hooper, en esta extraordinaria película “La Chica Danesa”, de la que lo único lamentable es dejar de verla. Un homenaje al ser humano en su dignidad.