(Recopilación de Tomás Nieto)
Ofrecemos a los lectores de El Campanario este manojo de anécdotas tomado del libro “Los cuentos de Carrique”, a cuya cabeza editorial estuvo el colega y amigo José Absalón Duque:
Agarrados de las alas
Yamid Amat se daba el lujo de tener en su equipo de reporteros, en Caracol Bogotá, a Guillermo Franco Fonseca, para gozar, en vivo y en directo, con algunas de las metidas de pata del acucioso redactor judicial.
Una mañana le dio cambio Yamid a Franco y el hombre le informó que había sido declarada en emergencia una avioneta y que en el interior del aparato iban el piloto y cuatro pasajeros. Amat le preguntó, en son de mamadera de gallo, que «¿si al interior del pequeño avión viajaban cinco personas, cuántas iban agarradas de las alas?» Guillermo no entendió la broma y contestó:
– No tengo ese dato, don Yamid, pero lo averiguo, se lo consigo y lo vuelvo a llamar.
Y colgó…
Recoja cinco reporteros
Don Pepe Romero -el inolvidable director de Colombia Press- mandaba todos los domingos por la mañana a su chofer a reclamar en la sede de Caracol, en la Avenida 19, de Bogotá, la versión escrita del programa radial Cinco reporteros y el personaje de la semana, para procesarla y despacharla a sus periódicos abonados, como usualmente lo hacía cada semana.
Cierto día que estrenaba conductor, le ordenó:
— Ala, ve a Emisora Nuevo Mundo y recoge Cinco reporteros, no te tardes mucho.
El chofer se parqueó al frente del edificio caracolero, a es-perar la llegada de los tales cinco reporteros, y tres horas después, en vista de que no aparecía nadie, regresó a la sede de Colombia Press manivacío. (Imagínense la combi-nación de risa y calentura de don Pepe, ante semejante e-pisodio de emisario tan buñuelo).
Don Emaús o su señora
A finales de la década de 1970 se estrelló en el cerro Farallones, jurisdicción del municipio Ciudad Bolívar, límites de Antioquia y Chocó, el avión que transportaba al obispo de Buenaventura, monseñor Gerardo Valencia Cano, quien pereció en el accidente. Sus despojos fueron trasladados para la velación a la Casa de Emaús, lugar de contemplación de los Misioneros de Yarumal, ubicada al occidente de Medellín (barrio Calasanz).
Conocedor del hecho, el reportero Alcides Zapata Zapata, quien prestaba sus servicios al radioperiódico Clarín (dirigido por Miguel Zapata Restrepo), se puso en contacto telefónico con el recinto de oración. Al otro lado de la línea le contestó una compungida voz femenina:
– Buenas noches, Casa de Emaús, a la orden…
Zapata, muy tieso y muy majo inquirió:
– Por favor me lo pasa (a `don Emaús´).
Desconcertada, la interlocutora (posiblemente una ingenua empleada del servicio) le soltó lo que primero se le vino a la cabeza:
– No, él no está…
Pero Alcides no se dio por vencido y al ver que no le pasaban a `don Emaús´, insistió:
– Entonces, páseme a la señora…
Las sirvientas del loco
El periodista Ricardo Arbeláez hizo época, en Bogotá, por sus bien calculadas y divertidas metidas de pata, especialmente en las ruedas de prensa masivas.
Cierta mañana llegó con una hora de retraso a una reunión de periodistas con el Cardenal Luis Concha Córdoba y al entrar al sacro recinto saludó con toda frescura a su eminencia con un «buenas tardes, padre».
Llamado `El Loco´, con toda razón, el hombre asistió con otros 50 periodistas a una rueda de prensa que ofrecía en su casa del norte bogotano el senador boyacense Jorge Perico Cárdenas, quien acababa de ser nombrado gobernador de su departamento. Arbeláez abrió la conferencia con esta pregunta:
– Señor gobernador, ¿aparte de policías y sirvientas, qué más produce Boyacá?
Monseñor y monseñora
Oficiaba como redactora social de El Colombiano doña Ligia Gómez de Velásquez, dama muy querida y respetada del diarismo antioqueño.
En una jornada de muchos avatares, doña Ligia titulaba a toda marcha sus notas para la edición del día siguiente. Entre el material procesado figuraba una información que reseñaba el viaje a la capital del país del arzobispo Tulio Botero Salazar y su señora madre. Sin embargo, la información apareció con el siguiente titular, para escándalo de toda la parroquia paisa:
– Viajaron a Bogotá el arzobispo Botero Salazar y su distinguida esposa.
Se bajan o los bajo
Tres periodistas antioqueños se caracterizaron en vida porque no les gustaba ni poquito, como intérprete de bambucos, el famosísimo Dueño de Antaño. Ellos eran Libardo Parra Toro, más conocido como Tartarín Moreira; Hernán Restrepo Duque -quien hizo célebre el programa Radiolente, de Caracol- y Gabriel Cuartas Franco.
El trío abordó muy animado una tarde un taxi en el centro del viejo Medellín para dirigirse a Las Camelias -en la antigua carretera a Bello- e iniciar tempranito la celebración de su viernes cultural. De pronto empezaron a rajar de lo lindo de la dupla musical de sus antipatías. El taxista -que era hincha furibundo del dueño antañoso- detuvo en seco la marcha de su coche, en medio de fenomenal aguacero, y los obligó a bajarse, en la sucia carretera.
– Se bajan o los bajo, les dijo.
Y a los tres les tocó continuar su marcha a pie hacia el pecaminoso sector.