29 de marzo de 2024

Los cuentos pastusos

20 de noviembre de 2015
Por Víctor Zuluaga Gómez
Por Víctor Zuluaga Gómez
20 de noviembre de 2015

Víctor Zuluaga Gómez

victor zuluagaMuchos son los estigmas que han florecido en las distintas regiones de Colombia, fenómeno que lo podemos observar en otras latitudes. Por ejemplo, en España hablar de los “gallegos” es de inmediato referirse a personas ingenuas, inocentonas, infantiles y en cierto sentido, ignorantes.

En Colombia tenemos el caso de los “marinillos”, vecinos de la población de Rionegro, a quienes se les atribuyen ciertas características del pastuso.

En el caso del pastuso es bien interesante la génesis de dicho estigma, en tanto que el factor que lo fue configurando tenía toda la racionalidad como se probaría posteriormente. Me explico: cuando se produjo la guerra liderada por los criollos para lograr la independencia de España, un amplio sector de la población aborigen de lo que hoy es el departamento de Nariño, decidió luchar al lado de las tropas españolas. Al frente de las tropas pastusas estaba Agualongo, un líder pastuso que por sus servicios a la Corona española le fue otorgado el título de General de los Reales Ejércitos. Su capacidad como militar fue un verdadero dolor de cabeza para los patriotas y Tomás Cipriano de Mosquera sufrió en carne propia cuando sus tropas se enfrentaron con las de Agualongo y Mosquera fue herido en su mandíbula.

Recordemos que por aquella época los pastusos derrotaron a Nariño y éste en una actitud temeraria salió a un balcón a arengar a la población, con el abrebocas de : “Pastusos, si quereis al general Nariño, aquí lo teneis”. Paradójicamente la plaza principal de Pasto se llama Nariño.

Pero, ¿cuál fue la razón para que se comenzara a mirar a los pastusos como ingenuos, medio bobos, infantiles?. Se puede decir que habiendo dominado y diezmado a los indígenas los españoles, no tenía sentido que en determinado momento resolvieran estos aborígenes, defender a la Corona española e irse contra los criollos. Pero aquí  es donde se presenta un hecho bien interesante: la Corona española había entregado unas tierras a los indígenas a las que llamó “Resguardos”, es decir, tierras que servían para protegerlos de los particulares que quisieran tomar dichas tierras. Por eso mismo a los españoles les estaba prohibido vivir en las tierras de los aborígenes. Y la política del gobierno español tenía toda la lógica: siempre buscó impedir que los españoles o sus hijos pudieron acceder a grandes extensiones de tierras porque eso los hacía poderosos y llegaría el momento en que buscarían independizarse de España. Agualongo logra convencer a los aborígenes que si los criollos triunfaban, las tierras de los “Resguardos” quedarían en peligro y pronto Pasarían a manos de los criollos españoles. Dicho y hecho: una vez que se logró consolidar la independencia, desde mediados del siglo XIX comenzaron a expedirse           medidas gubernamentales que irían a la larga a producir desposesión de tierras a los indígenas. En el caso de Riosucio, Guática y Quinchía, se autorizó a los indígenas para que alquilaran sus tierras para explotaciones mineras y ganaderas. Con el tiempo, los inquilinos pasaron a ser propietarios. Posteriormente en 1875 se expidió por parte del gobierno del Cauca la orden para la repartición de tierras de los indios, lo que produjo la reducción considerable de sus tierras. Caso aparte es el caso del Chamí, cuyo resguardo fue rematado y sólo hasta 1986 recuperaron menos de una parte de sus tierras.

En síntesis, lo que vislumbraron los pastusos, con Agualongo a la cabeza, se cumplió al pie de la letra; los criollos se volcaron sobre las tierras de indios y fueron muchos los pueblos que desaparecieron: los Tachiguí de Belén de Umbría, los Andica, los Pindanás, para hablar solamente de los de la región nuestra.

Pero el estigma floreció y a los pastusos se les define de una manera despectiva y como siempre es la fuente de un humor que descalifica, de la misma manera que se hace con el negro o el afro, mostrándolo también como ingenuo, ignorante.

Me parece que este tipo de humor debe, hasta donde se pueda, desestimularse, de la misma manera que lo debe ser con los chistes que se hacen sobre los invidentes, los que tienen problemas de dicción, y en fin, alguna discapacidad.