21 de mayo de 2025

Cuchareable, ni, jalonar

Profesor y catedrático, algunos años; rebuscador, otros tantos, y hoy, escritor y defensor ferviente de nuestro hermoso lenguaje castellano.
11 de noviembre de 2015
Por Efraim Osorio
Por Efraim Osorio
Profesor y catedrático, algunos años; rebuscador, otros tantos, y hoy, escritor y defensor ferviente de nuestro hermoso lenguaje castellano.
11 de noviembre de 2015

QUISQUILLAS DE ALGUNA IMPORTANCIA

efraim osorio

Dichos que decía el buen “Matador”.

Mi primo recientemente fallecido, Rafael Osorio Muñoz, uno de los hijos de Ricardo y Pachita, a la cuchara la llamaba ‘la curva’. Y a los actos de desayunar, almorzar y comer les decía “coger las tres curvas”, lo que muchos paisanos llaman también ‘los tres golpes’. Para él, “coger la primera curva de medio lado” era sentarse en el mostrador de una cafetería, pedir y pagar un café con leche, e ingeniárselas para comerse gratis la almojábana a la que podía echarle el guante; y “coger la segunda curva de frente”, entrar a un restaurante, pedir un almuerzo, y salir sin pagarlo. Dichos que decía el buen “Matador”. La vigesimotercera edición del diccionario de la Academia de la Lengua da de ‘cuchara’ esta definición, la primera: “Utensilio que se compone de una parte cóncava prolongada en un mango, y que sirve, especialmente, para llevar a la boca cosas líquidas, blandas o menudas”. Y desde mediados del siglo pasado asienta el verbo ‘cucharear’ con esta acepción: “Sacar algo con cuchara”, verbo que ya aparecía en el diccionario de don Vicente Salvá (1904) con el mismo significado. Este introito, para resolver la inquietud del señor José Fernando Veloza, quien escribe: “Hoy con La Patria me llegó una revista de La 14, donde promocionan sus productos, y encontré esta palabra en una de sus páginas: “Avena Alpina, cuchareable con Granola. ¿Está bien el uso de esa palabra? Creo que muy pronto encontraremos palabras como pitilleable…, etc.” (23/10/2015). Aunque los diccionarios no asientan el adjetivo ‘cuchareable’ (es poco práctico y casi imposible anotar todos los términos castizos en un léxico), éste lo es, puesto que se forma del verbo antes dicho, ‘cucharear’, y la desinencia ‘-able’ (por ser de la primera declinación; ‘-ible‘, para las otras dos), por la que “significa posibilidad pasiva, es decir, capacidad o aptitud para recibir la acción del verbo”: en el caso del anuncio, su creador quiere decir que ese producto se puede ‘cucharear’, a saber, comer con cuchara, ‘cuchareable’. En cuanto a ‘pitilleable’, bueno, cuando la Academia lo reciba con la acepción que nosotros le damos, se invente el verbo ‘pitillear’ y ocurra un milagro. Nota: El verbo ‘cucharetear’, que nosotros usamos con el sentido pronominal de ‘doblarse una cosa’, aparece en El Diccionario con esta acepción: “Intr. y fam. Meter y sacar la cuchara en la olla para revolver lo que hay en ella. // 2. fig. y fam. Meterse o mezclarse sin necesidad en los negocios ajenos”. Además de ‘meter la cuchara’ o ‘la cucharada’ (‘intervenir en algo’), tenemos ‘meterle algo a alguien con cuchara’, es decir, explicárselo hasta el último detalle. Y muchas veces, ni así entiende. ***

El columnista César Montoya Ocampo debió de estudiar uno de los textos de Castellano que abundaban en aquella época, en los que se enseñaba que la conjunción negativa ‘ni’ tenía que emplearse en lugar de la afirmativa ‘o’ en las oraciones negativas, verbigracia, “no queremos ni esto ni aquello”, y que, a veces, la ‘coma’ estorba la lectura.  Contra estas dos elementalísimas normas gramaticales pecó en la siguiente oración: “No sabemos cuándo y cómo, cambió el ensamblaje de los idealismos” (LA PATRIA, El estiércol del diablo, 29/10/2015). Castiza y elegantemente construida, la frase es ésta: “No sabemos cuándo ni cómo cambió el ensamblaje de los idealismos”. ¿Estamos de acuerdo? Es posible que sí, pero, ¡para las bolas que me para! Dos o tres veces antes le señalé el error de escribir ‘pergueñar’ por ‘pergeñar’, y no lo corrigió, aunque le expliqué el porqué de la grafía correcta. En su columna de la semana pasada escribió: “Confiesa [GGM] que, a veces, en toda una mañana apenas pergueñaba una página que de inmediato destruía por pésima calidad” (LA PATRIA, 5/11/2015). Como tampoco ha aprendido, o ha querido aprender, que ‘jalonar’ no quiere decir ‘jalar’ –a pesar de las quinientas y tantas veces que lo he explicado–, según esto, del mismo artículo: “…y descubre que jalonaba las creaciones con gruesas manilas de mar, de esas que se usan para el fondeo de los Titanics”.  A no ser que hubiera querido decir que nuestro famoso autor ‘ponía’ esas gruesas manilas de mar en sus novelas, periódicamente, a intervalos. ¡Bah! Además, ‘manila’ no es el término apropiado en la frase, pero esto será para otra oportunidad.

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