29 de marzo de 2024

Reflexiones

15 de septiembre de 2015
Por Mario De la Calle Lombana
Por Mario De la Calle Lombana
15 de septiembre de 2015

Por: Mario De la Calle Lombana 

PRIMERA:

mario de la calleHacer respetar las reglas de la democracia no siempre es fácil. Por ejemplo, periódicamente reaparece el fantasma del voto obligatorio, como un intento para convertir un derecho, como lo es el voto, en una obligación: Una imposición injustificable que limita al ciudadano su capacidad de escoger. En un plebiscito el ciudadano puede elegir entre el SÍ, el NO, el voto en blanco o la abstención. Con el voto obligatorio se pretende eliminar esta última opción. Ahora, Roy Barreras anda tratando de lograr eso, para que todos a una, como borregos, tengamos que acudir a las urnas para decidir si estamos  o no de acuerdo con lo que se defina en las negociaciones de La Habana. En condiciones normales, uno podría predecir un triunfo del Sí. Después de 50 años de guerra, lo lógico es pensar que una inmensa mayoría de colombianos se acojan a lo que allá se acuerde. Pero si el voto es obligatorio, podrían ser muchísimas las personas que voten NO, no porque no estén de acuerdo con lo que se haya convenido en Cuba, sino como protesta por la despótica decisión de hacer obligatorio el acudir a las urnas. Y muchos otros, seguramente, simplemente no votarán y pagarán la multa que se les imponga, a la que considerarán como el precio de mantener su derecho a la libre elección. Ojalá el Congreso de Colombia, en su sabiduría, elimine del articulado de la reforma esa decisión, para que la refrendación de los acuerdos sea un limpio proceso democrático, sin tintes de imposición.

SEGUNDA:

El Gobierno de Colombia está en mora de separar al de Venezuela de su calidad de garante del proceso de paz de La Habana. No puede garantizarnos nada alguien que se ha declarado enemigo de los colombianos, y que por lo tanto no puede ser imparcial en el tratamiento a las partes en conflicto. De Venezuela siempre se ha dicho que simpatiza con la guerrilla y que ha ofrecido a los jefes guerrilleros generoso refugio en su territorio, pero al menos de dientes para afuera aparecía como neutral frente al conflicto. Ahora, que ya mostró francamente sus colmillos y sus garras contra los colombianos, ha perdido esa imagen de neutralidad y no debe seguir apareciendo como fiel de una balanza que ese gobierno ha mostrado abiertamente que le gustaría desbalancear, si pudiera.

TERCERA:

Más sobre el conflicto con Venezuela. Colombia está dando una triste imagen. Nos mostramos desesperados porque Maduro, magnánimamente, nos reabra la frontera. Eso no puede ser. Debemos cerrar la frontera nosotros también, de modo que la reapertura, cuando se dé, no sea una concesión graciosa de su majestad Maduro Primero, sino una decisión bilateral, porque se hayan acordado unas condiciones propuestas por Venezuela, y otras propuestas por Colombia. Para ambos países es de gran importancia que la frontera funciones bien. Pero como están las circunstancias actuales, mientras la frontera esté cerrada pierden más ellos. Incluso es posible que, con el correr de los días, como lo expresé en mi columna anterior, sea Venezuela la que termine pidiendo la reapertura, y sea Colombia la que imponga las condiciones para hacerlo.

CUARTA:

Que una cosa es la justicia y otra la conveniencia, queda claramente demostrado con la sentencia del Consejo de Estado que da vía libre a la venta de Isagén. Al gobierno se le metió entre ceja y ceja que debemos sacrificar la joya de la corona, la única empresa con propiedad mayoritaria del estado que sigue teniendo un desempeño brillante (después de la destorcida de Ecopetrol por razones conocidas), para obtener unos recursos para construir carreteras, que se necesitan sí, urgentemente, pero que se pueden llevar a cabo a través de alianzas público-privadas que ya están diseñadas, y que ya se están poniendo en práctica en algunos proyectos. Perder el control de la generación eléctrica en este país, tal vez el sector más estratégico que existe en la actualidad, es un grave error. Los expertos se lo han cantado al gobierno en todos los tonos, y éste no hace ningún caso. Ya veremos –y sufriremos– las consecuencias, cuando los privados que se apoderen de Isagén impongan al estado las tarifas de la electricidad en todo el país y sean quienes establezcan las condiciones para su producción.