28 de marzo de 2024

Víctor Manuel Tamayo

23 de julio de 2015
Por César Montoya Ocampo
Por César Montoya Ocampo
23 de julio de 2015

cesar montoya

Estamos en un otero de Marsella. El cóncavo paisaje es de un verde estridente, de todos los colores, matizado de extensos  cafetales, allá con siembras  abundosas de otros cultivos y más lejos aún, con  plácidas hondonadas musicalizadas por el mugido de las vacadas.

Marsella es un municipio de ensueño.  Amena su topografía urbana, casas  de arquitectura castellana,  con ventanales abiertos y portalones principescos. Es blanca la raza que la habita, con mujeres que tienen la levedad aéra  de los ángeles y una niñada saltarín  que se apodera de las calles con explosiones de alegría.

Hoy es un día de fiesta. Retumban las  caravanas de vehículos, avanzan ejércitos humanos, de vistoso atuendo, hacia un altillo dominante del paisaje, para recibir a Víctor Manuel Tamayo, próximo mandatario de Risaralda.

Tamayo es un orador práctico. Maneja una prosa directa y emotiva, con tono lírico para templar los sentimientos, pero al mismo  tiempo pedagógica para sembrar  enseñanzas. Sabe matizar entusiasmos emotivos con períodos tranquilos para hacer reflexiones sobre el buen gobierno de los pueblos.

En cuatro  puntales fija los objetivos de su administración:

1º.- Espiritualidad. ¡Qué inmenso mundo cubre esta palabra! Destapadas hoy las esclusas de un materialismo pernicioso, es cristiano recordar que todos portamos un espíritu que rige nuestro destino. A ese  territorio del alma corresponde una conducta cristalina en el manejo de los entes públicos, tal como ya lo hizo Tamayo cuando anteriormente fue gobernador.

2º.- Solidaridad. Nada de elitismos, ni compadrazgos, ni de capillas cerradas. No se gobierna para pocos; siempre en favor de la comunidad. Este principio involucra todas las etnias, religiones y capas sociales. Sobre todo a los párvulos desamparados  en su educación, los enfermos con pronto servicio de hospitales, médicos y remedios, ocupación manual, atención inmediata a los ancianos, y muy particularmente  amparo y protección a la población indígena.

3º.- Hablar bien del prójimo. Ese es un mandamiento de Nuestro Señor Jesucristo. Tamayo parece ser un sacerdote laico que vigila los vínculos cordiales de las familias. El vocabulario soez, los gritos de odio que de pronto surgen de portón a portón, atosiga de veneno las relaciones de quienes  descienden a ese vocabulario de plaza de mercado. La cordialidad, el afecto, las buenas maneras,  el amor, son ingredientes imprescindibles para el logro de la paz social.

4º.- Hacer política con respeto. Emulan los que legítimamente quieren gobernar. Todos, como es obvio, tienen la obsesión de ganar. Pero no es de recibo la calumnia, ni el ingreso grosero a la vida privada, ni las fábulas que se tejen para destruir la honra ajena. Nada más edificante que una confrontación con hidalguía, cotejando programas,  debatiendo  tesis, dando soluciones.  No los  insultos, no el incendio de la casa del vecino, no el lenguaje de arrabal.

En concreto, ¿qué significa Victor Manuel Tamayo para Risaralda?   Mercados para quienes están estrangulados por el hambre, vitualla para los ancianatos, mas de 70.000 almuerzos para los niños pobres,  mejoramiento de vivienda urbana y rural, apoyo total para el campo, microempresas, granjas campesinas,  estímulo con becas  para los mejores estudiantes, creación de la Secretaría Departamental de la Mujer. Envidiable este catálogo  de seguras realizaciones.

Este Víctor Manuel Tamayo es un candidato novedoso. Culto, predicador,  incansable y optimista. De fresco talante para llegar al poder.

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