“Piernas iracundas”
En la pasada década del 60 la inglesa Mary Quant, mis respetos para ella, revolucionó el mundo de la moda con el lanzamiento de la minifalda: 20 centímetros arriba de las rodillas y 35 de largo desde la cintura.
La dignísima innovadora dijo en su momento que «una mujer es tan joven como sus rodillas», cosa tan sutil a lo que sostuvieron los griegos antiguos cuando esculpieron que “el hombre tiene la edad de la mujer que ama” que, luego, le atribuyeron injustamente a Marlon Brando, quien casi siempre tuvo la edad de Liz Taylor dada la cantidad de veces que jugaron a estar casados.
La revolución de la minifalda ya es cincuentenaria, no escapando a pesadas cargas de profundidad lanzadas desde púlpitos, ya no tanto, direcciones de colegios, ya menos, constituyendo el mayor atentado el de aquellas mujeres de piernas gruesas que insisten en llevarlas útilmente donde definitivamente no van bien.
A la reciente primavera desatada en algunas naciones árabes mediante rebeliones populares triunfantes contra hegemonías políticas y gobiernos corruptos, Egipto, Túnez, etc., se suman por estos días las campañas de mujeres musulmanas en Argelia y Túnez por el derecho a usar minifaldas, en tenaz enfrentamiento con sectores radicales según lo cuenta el diario digital El Huffington Post, edición del 07.06.2015.
Las londinenses inauguraron el uso de la prenda y se volvió toda una cultura que se regó como verdolaga en playa por el mundo occidental, superando toda controversia y ahogando toda prohibición gracias entre otras cosas a que fue adoptada provocadoramente por mujeres espectaculares del calibre de Jacqueline Kennedy, Twiggy, Bridgitte Bardot y Nancy Sinatra, no faltándole mártires como la estudiante Geysi Villa Nova Arruda expulsada en 2009 de una universidad paulista por la gravísima afrenta de enfundarse una minifalda.
¿Se imaginan ustedes, de haber aparecido el aparejo por las calendas de la Inquisición o de monseñor Ismael Perdomo, la cantidad de leña que se hubiese necesitado para mantener encendidas las hogueras y la cantidad de baculazos que se habría blandido a diestra y siniestra entre la díscola feligresía?
Desde el punto de vista estético la minifalda es un traje a todas luces perfecto, desde que esté confeccionado en telas bien concebidas en texturas, tramas y colores y excelente diseño, para que sean llevadas sobre unas graciosas piernas jóvenes bien torneadas, que contrasten con el paisaje de cemento y asfalto de las ciudades ya de por sí desposeído de arboledas, jardines y flores.
El lema “Mi dignidad no está en el largo de mi falda”, hace estragos en Facebook y otras redes sociales, sacudiendo las sociedades árabes retardatarias y está encarnando aceleradamente la lucha de aquellas valientes mujeres por la conquista de sus derechos, en especial a vivir como mujeres pensantes y dignas y a mostrarse ante el mundo con sus atributos que en nada difieren de los del resto las mortales, como ya lo hacen algunas adelantadas a través de la Web bajo el llamativo mote de “piernas iracundas”.
Ni se le volverá a ocurrir al vigilante de la Universidad de Argel tenderle otra aduanilla, ni al rector volver a desempolvar el código de ética de los tiempos de Hammurabi, para impedirle a otra estudiante de Derecho el acceso a presentar un examen.
Tiro al aire: hay que estar con todas las mujeres que quieran lucir sus encantos lucibles, que de ello algo quedará para escribir un artículo.