Datos para una semblanza de Jesús Arango Cano
En una fecha imprecisa de hace veinte años, varias personas nos reunimos para fundar la AHQ como una respuesta necesaria en la búsqueda de la identidad regional —que ya venía como exigencia del nuevo departamento— una de cuyas fuentes principales es la historia. Era una manera de contribuir a esa forma de institucionalidad que surge de la sociedad civil para hacer el esfuerzo de interpretación de una realidad con base en los datos y los testimonios que ofrece el pasado.
Arango Cano estuvo en esa fundación inicial porque intuyó, como sus colegas de aquella época, que esta entidad habría de tener un papel distintivo en la región. Me temo que no lo ha sido del todo, pero algunas cosas se han dicho que van en esa trayectoria. Por ejemplo: la tesonera batalla por recuperar el Tesoro de los Quimbayas, el debate de nuestros límites con el departamento de Risaralda, el papel del café y de los caucanos en la economía del Quindío, la revelación de los motivos políticos en la segregación, el papel de Braulio Botero en la tolerancia democrática, y otros temas más que se han visto como contribución nuestra, aun precaria, a la identificación quindiana.
El nombre de Jesús Arango Cano desde hace tiempo es reconocido como un quindiano representativo, mucho mas que caldense, no solamente por sus libros sino también por las polémicas nacionales, hoy superadas, que alguna vez tuvo con la Federación Nacional de Cafeteras y por su experticia en asuntos de esta materia. Otras personas que han sido reconocidas como quindianos representativos, en especial antes de la segregación de Caldas, han sido Luis Vidales, Baudilio Montoya y Carmelina Soto, en su calidad de poetas; Maria Teresa Hincapié, como artista plástica; Roberto Henao Buriticá, como escultor; el coronel Carlos Barrera Uribe, José Jaramillo Giraldo, Alfonso Jaramillo H., Cástor Jaramillo Arrubla, Ancízar López López, e Ivan López Botero como políticos; Braulio Botero, como el más celoso guardián de los valores libertarios; Bernardo Gutiérrez H., como compositor musical; y Crótatas Londoño y Carlos Restrepo Piedrahita, como constitucionalistas, entre otros nombres destacados.
La versatilidad de nuestro personaje es proverbial. Escuchen los roles o papeles que ha ocupado Jesús Arango Cano en el curso de su vida, y verán que no solamente es un estudioso y escritor permanente, sino una persona con una necesidad creciente de mostrarse, de revelar su talento, de hacer cosas, y de hacerse oír. Cafetero, diplomático, autoeditor, coleccionista, filántropo, polemista, académico, periodista, líder cívico, novelista, historiador y economista. Su curiosidad intelectual no tiene límites, y su capacidad para devorar libros es una actividad coherente con su necesidad empírica de aprendizaje y trascendencia.
Una vida más o menos holgada, favorecida por la posibilidad de investigar y estudiar, le permitió abrirse al mundo y conectarse con las experiencias externas para destilar luego ese conocimiento en los libros que escribió. Su papel filántropo se revela en la donación que en 1956 hiciera al municipio de La Tebaida para el hospital Pío X, nombre de un Papa que al parecer fue protector de una hermana de Jesús Arango, y cuyo busto pontificio fue aportado por ella para tal ocasión.
Hemos visto la bibliografía de Jesús Arango Cano y encuentro en ella estudios sobre el café, serias exploraciones sobre la cerámica aborigen, sobre la mitología indígena en América Latina, sobre los abusos de la política, y los fenómenos de la inmigración, pero sobretodo por sus cuentos y novelas, sus narraciones infantiles y desde luego por sus estudios críticos sobre la lengua española, trabajos que le valieron ser miembro de número de la Academia Colombiana de la Lengua y la de Historia, amén de la Sociedad Geográfica de Colombia, entre otras distinciones que le ha ofrecido la vida.
Cuando se desempeñó como subsecretario de Asuntos Económicos de la Cancillería, el tema de los inmigrantes (1951 y 1953) fue determinante en las investigaciones que hizo JAC para el gobierno de entonces, estudios que se vieron reflejados en un par de libros que consagran su posición en torno a este asunto. Esa época ya venía marcada con su interés en la economía del café a tal punto que en 1957 dio a luz su mas importante obra, La Industria Mundial del Café, que no solo consagró al quindiano como un experto en esa materia, sino que fue ese libro el mas citado en las facultades de economía y en las oficinas de los caficultores.
Entre el 59 y el 62, JAC se detuvo a pensar en los problemas políticos del país y produjo un libro, Verdades Amargas de la Democracia, del cual quedan aun sus ecos como prueba de que estaba llegando al fondo de un problema sin solución. Por esas mismas calendas publicó la Geografía Física y Económica de Colombia (1964) que, en definitiva, lo consagró como uno de esos economistas jóvenes que le dieron un vuelco al diseño de las políticas monetarias y fiscales de la época.
Desde 1974 en adelante, la pluma inquieta de JAC empezó a cubrir el tema de las civilizaciones aborígenes de Colombia, y en especial las características de la cerámica quimbaya y las mitologías de los aztecas, chibchas e incas. En uno de ellos, la Mitología en la América Precolombina (1989), el autor se detiene en señalar la importancia que para esas culturas tuvo la mitología, principalmente para el entendimiento de los fenómenos naturales tales como la lluvia, el sol, la luna, las estrellas, los terremotos, y también para entender las señales de la vida y la muerte. Los mitos de América Latina, dice Arango, no ceden en nada, en cuanto a belleza y magnitud, a los romanos, griegos, chinos o egipcios.
Quisiera rastrear con él, algún día, esa etapa de JAC que voy a denominar la de la ternura. Desde 1987, cuando se valió del Museo Rayo para publicar Mi Mundo Interior y Con los Ojos del Espíritu, hasta 1997, cuando publicó Reflexiones, nuestro personaje penetró el vasto mundo de los sentimientos y de la meditación interior, c0mo si en esos diez años estuviese atravesando una etapa de congojas y alegrías que él necesitaba revelar a los demás a efecto de que alguien pudiera compartir las características de su desazón.
Suele decirse que esto de ser, por años, el escritor más conocido del Quindío, quizás después de Vidales, es una crítica implícita a la literatura del departamento. Si aceptamos esta situación como cierta, debemos aceptarla con beneficio de inventario: el más conocido sí, si se trata de un columnista polémico que es bien reconocido en los medios porque se lo asocia como la contraparte de la Federación Nacional de Cafeteros y por ello se le da audiencia.
15 de enero de 2005