28 de marzo de 2024

Un país de papel

16 de noviembre de 2014

Este 2014, como fácilmente podría haberse pronosticado, no ha sido la excepción. Nuevamente el invierno, que según el Ideam no iba a ser tan fuerte como en temporadas pasadas, ha puesto en jaque al aparato productivo del país así como al transporte aéreo y terrestre de carga y pasajeros. Todo, por cuenta de la pésima infraestructura que se ha construido y lo peor de todo, se sigue construyendo. Y eso, claro está, sin profundizar en las tragedias humanas que con miles de víctimas y cientos de muertos sirven de corolario a las temporadas de lluvias.

Sí. Como una maldición de la cual es imposible escapar, las carreteras colapsan por todas partes debido a los derrumbes producto de los malos diseños y los pésimos materiales utilizados en las obras; los aeropuertos permanecen cerrados por no contar con ayudas de aeronavegación mínimas existentes en las demás naciones y miles observan impotentes cómo se pierden sus cultivos o peor aún, sus hogares, por inundaciones que en muchos casos también podrían prevenirse.

Porque esa es precisamente una de las palabras clave, prevención, que si se combinara con honestidad y eficiencia para manejar los dineros públicos, con toda seguridad tendría a este país en materia de infraestructura y por ende en productividad y calidad de vida, en niveles mucho más altos.

Así, mientras las licitaciones de puentes y vías se continúen entregando a dedo, no a quien mejor pueda realizarlas sino al que más tajada le ofrezca al funcionario de turno. Tajada que a final de cuentas infla el precio de la obra además de comprometer la calidad de materiales y diseños; y mientras los recursos del erario se sigan perdiendo en los laberintos de la corrupción, desde este mes de noviembre de 2014 no solo se puede predecir la misma situación para dentro de un año, sino que lo mismo se podrá hacer para las décadas venideras.

Así, sencillamente, jamás saldrá Colombia de la pobreza y el subdesarrollo.

Vanguardia