29 de marzo de 2024

Próximo capítulo

23 de noviembre de 2014

Al momento de escribir estas líneas el general, el cabo primero Jorge Rodríguez Contreras y la abogada Gloria Urrego, asesora del Ejército, aún no habían sido puestos en libertad. Pero el ambiente apuntaba a que ese acto tendría lugar más temprano que tarde. Eso esperamos. Mucho más allá de las justas explicaciones que el general debe (y que ya han pedido algunos, empezando por el presidente Juan Manuel Santos), quisiéramos centrarnos en los hechos previos y el impacto que han tenido en la opinión pública. El futuro que permiten ver.

Lo que se vio desde un principio como una crisis irremediable (la suspensión de los diálogos, las declaraciones de todos los sectores que se oponen a ellos) se tradujo en una oportunidad innegable: el destape real de las opiniones que hay sobre el proceso, por un lado, y también su eventual fortalecimiento. Ese juego de probabilidades impensado debe ser aprovechado por los actores: darle legitimidad es el siguiente capítulo, mucho más allá de llegar a un acuerdo entre las partes. Eso último parece que camina bien. Lo que falta es una posición masiva de la sociedad: un despertar frente a la realidad de esa opción de acabar la guerra hablando. Una salida que este diario ha apoyado desde el inicio.

Sorpresivo fue que los sectores más críticos de los diálogos de paz no salieron, al unísono, a pedir el punto final de ellos: al contrario, las condiciones que exigieron como líderes de opinión (o funcionarios públicos) sonaban en su mayoría bastante razonables. Muy cercanas a que el proceso continúe. Y si bien existen hondas diferencias en cuanto a la naturaleza y condiciones de lo que se discute, es bien diciente que nadie quiera que se acabe. Un mandato indirecto, si es que tal cosa existe. Y eso es muy importante.

Por otro lado, la guerrilla de las Farc pareció entender rápidamente cuál era el mínimo exigible hacia ellas en este caso (ojalá lo cumplan, eso sí): no terminaron, como ya nos tenían acostumbrados, con una de sus salidas típicas, negando los hechos y perjudicando la opinión que hay en torno al proceso de paz. Todo fue, al menos en la lógica guerrillera, mucho más rápido que lo usual. Cosa que también resulta positiva, más allá de los calificativos que se han usado para describir el suceso.

El proceso, entonces, debe continuar. Sobre todo cuando se sabe que en La Habana empieza a ventilarse el tema del desescalamiento del conflicto: que de forma progresiva los actos violentos vayan acabándose, cosa que resulta fundamental para el punto que se ha llamado “fin del conflicto”.

Resultó positivo todo al final. Son esos grandes episodios los que marcan un momento definitivo en procesos de esta envergadura: no es poco lo que se negocia. Y luce esperanzador que ante una tragedia de este tipo las cosas vayan recomponiéndose abriendo la oportunidad de un nuevo capítulo. Posiblemente uno definitivo. Esperamos que cuando salga publicado este comentario editorial ya estemos en él: una noticia más es lo que materializa todo. Avanzar es la deuda.

EL ESPECTADOR/EDITORIAL