Oportunistas
Las coincidencias de Álvaro Uribe y Emilio Valencia son las mismas que los pone en igualdad de condiciones por negociantes sin hígados. Tienen el mismo origen paisa que los ha dotado de la capacidad para reptar sin disimulo.
Uribe ha protegido a sus vástagos para que se hagan multimillonarios de la noche a la mañana en medio de una maraña de esquinces haciéndose al dinero por montones en la ríspida y maloliente codicia de los entretelones del poder.
Emilio hizo de su hija una alcaldesa mediocre que se ha dedicado a la innoble prepotencia de los negocios a coste de todos los que vivimos en esta ciudad.
Uribe privatizó a porrillo cuanta empresa estatal había o por haber y la dotora Luzpi se amamantó del derroche plenipotenciario que le ha dado su concubinato con un concejo estéril e impulcro.
Los dos Uribe y Valencia son dueños de una capacidad histriónica para decir mentiras y en algunas opciones echan mano del desgastado barro de las coplas montaraces para ganar adeptos cual culebreros de encumbrada alcurnia.
Ahora posan frente a las cámaras en un restaurante de Armenia para enviar mensajes de duelo por su acariciado amancebamiento politiquero.
Deglutieron voraces de la misma manera con que han hecho sus fortunas y son un concubinato de autodefensa porque no tienen límites y solo los une el mismo paralelismo de los rieles del tren. Van de iguales hasta que llegan a la estación de la corruptela y en sinuosos caminos arriban para voltear y regresar por el camino de los pútridos negocios.
Uribe apologético de la corruptela local es la misma cosa que el diablo haciendo ostias.
Nada distinto a la politiquería en su rango superior es el cuadro horripilante de los hambrientos tras la suculencia que les preparó Nacho Gallego, tal vez la única coincidencia verdadera entre Uribe y Carriel. Recuerdan un cuadro anónimo que anda por ahí recreando la última cena pero con unos bandidos en el fondo en lugar de los apóstoles.
Cuando Garay Giraldo se siente en la otra mesa a negociar sus propios intereses se reventará en pedazos la coalición de los engendros.
Pero ahí estaban sentados en la misma mesa, el que hizo ocho consejos comunales aquí, encantó a incautos a ritmo de coplas paisas cargadas de mentiras sin una solo concreción, solo que nos llevó por el abismo de la ambición antioqueña para perder lo que teníamos como acciones en la Empresa de Energía y su conmilitón Valencia el propio, el patrón, que por espacio de más de cuarenta años se ha hecho al poder terrenal del dinero y del infundio politiquero para llenar sus alforjas las que seguramente no va a poder disfrutar en breve cuando le lleguen los dolores de cabeza de su amantísima alcaldesa.
Uribe pregona saudades y salutaciones para la dotora Luzpi y Valencia pide una indulgencia plenaria para el cura que le alborotó el ego al expresidente Pastrana y a quien todavía nadie sabe porque lo sacaron a patadas de su insignificante permanencia en Londres.
Yo voto par Carlos Mario y Usted me vota a Carlos Eduardo, se dijeron en susurro mientras devoraban el plato galleguno, pero no saben que el anfitrión ya está comprometido con la otra, la del otro lado, la enemiga de los comensales, según ellos. Esa es la pútrida politiquería a la que nadie sabe sino cuando lo tienen clavado para donde llevan a los marranos al matadero. Lo único que si es cierto, y evidente, es que los cerdos comen en la misma cochera.