10 de febrero de 2025

Las miserias televisadas

23 de octubre de 2014

 

Claro que el adjetivo que le cabe a la frase de combate es ‘patético’ porque denota gran angustia o padecimiento moral, capaces de conmover profundamente y agitar el ánimo con violencia.

Valgan unos ejemplos por cortesía de Don Google: “un gesto patético; una escena patética; excesivamente patética resulta la procesión lacrimógena de figuras que entran en la adosada pirámide funeraria del sepulcro del difunto; quisiera que mis palabras fuesen lo suficientemente patéticas como para que compartiese conmigo lo trágicamente doloroso que puede ser el destino de un monstruo».

La “cuota” de sangre

Antes, en la radio de las últimas décadas del siglo pasado, la llamada “cuota” de sangre  era muy exigente no solo en la calidad de las palabras con las cuales debía elaborarse la información sino en el número.

Es decir, era  noticia un solo muerto cuando éste era un personaje importante para una comunidad, un departamento o el país.  También era noticia cuando en un accidente de tránsito se configuraba lo que llamábamos una tragedia por el número elevado de muertos.

En general, las noticias, las económicas, las políticas, las de educación, las departamentales, las locales, las de gobierno, etc. eran escuetas, claras, precisas. Cada palabra debía estar ceñida a su significado y limitadas a informar los hechos.

El buen manejo del idioma

Ultima Hora Caracol, el Noticiero Todelar de Colombia y Radiosucesos RCN, incluyendo los noticieros de televisión, tenían niveles de exigencia  del uso del castellano elevados para los redactores y tenían, además no solo la revisión –noticia por noticia, renglón por renglón– del jefe de redacción y del director, sino de los locutores, como Eliodoro Otero, Eucario Bermúdez, Armando Osorio, Hugo Alberto Muncker, Fabio Becerra, Juan Harvey Caicedo, José Gregorio Hernández o Emiro Fajardo, exegetas del idioma, que habían pasado por un exigente examen de cultura general en el Ministerio de Comunicaciones y que le daban el último toque correctivo y la entonación  que le daban el valor interpretativo que  exaltaba la importancia de los hechos y la narrativa de los redactores.

El buen propósito del pionero

Puede uno entender ahora que lo que quisieron hacer los pioneros de la radio, como don Fernando Londoño Henao, fue que la calidad periodística de los diarios se hiciera presente en salas de redacción basando el resultado no solo en la buena escritura escueta sino en la virtud fundamental de una gran capacidad de síntesis.

Por eso se apoyaron en la experiencia que ya traían las agencias internacionales de noticias.

Lo que hoy oímos en el dial es la “radio hablada”, mal hablada, porque el periodismo como tal sobrevive solo en los periódicos.

Ramplonería de altas dosis

En los medios electromagnéticos se impone la ramplonería  de los “reporteros de la noche” narrando atracos y los  “adornos” tecnológicos y eufemísticos de “contexto”, “en desarrollo”, “en vivo” y “desde todos los ángulos”, como si todas esos ingredientes no hubieran sido nunca parte de la actividad informativa y que al oyente o televidente haya que decirle “bruto, esto es lo que estamos haciendo para informar”.

Si nos fijamos bien, los telenoticieros del fin de semana, con excepción de Noticias Uno, son el boletín con imágenes de la Policía Nacional.

Tolón Tilín

Parece que  para los canales RCN y Caracol un país de más de 40 millones de habitantes quedara en manos de los delincuentes y de los conductores borrachos durante los fines de semana.

En los periódicos están todavía los periodistas. En la televisión y la radio trabajan los comunicadores sociales.