13 de febrero de 2025

Un noticiero originado en Suiza

27 de septiembre de 2014
27 de septiembre de 2014

Sucedió en Antioquia, el departamento más duramente golpeado por la violencia y asediado por numerosos frentes guerrilleros, escuadrones de narcotraficantes, paramilitares, secuestradores, terroristas  y delincuentes de toda laya.

Debutaba como gerente regional de Caracol en Medellín el señor José Manuel Restrepo, quien venía de fabricar y vender vajillas en Locería Colombiana y sería a la postre presidente de la misma cadena radial.

Convencido de que los periodistas somos los generadores de la violencia que agobia al país, el nuevo funcionario  comenzó a ejercer presión desde el primer día para que no se difundieran noticias que tuvieran que ver con temas tan calientes como atentados con carros-bomba, tomas guerrillas, masacres de campesinos, asesinatos selectivos, secuestros y desplazamientos forzados.

Resuelto a ocultarle a la radioaudiencia de Colombia la realidad de la violencia que sacudía al territorio antioqueño, Restrepo hacía una serie de recomendaciones para no darle salida, desde Medellín, a las que llamaba “noticias malucas”.

El sabihondo ejecutivo radial daba estas órdenes que el suscrito director regional se negaba a acatar: “Cuando se presente un asalto guerrillero a un pueblo, se registra simplemente el hecho, de manera escueta, sin abundar en detalles; sin dar cifras de muertos, heridos, desaparecidos, ni de los daños materiales dejados en la embestida criminal. Así evitamos alarmar innecesariamente al país y no le hacemos propaganda a los terroristas”.

Cuando se le decía al inopinado censor que la Cadena Básica iba a reclamar desde Bogotá la ampliación del episodio violento, este pozo de sabiduría periodística sostenía: “Te haces el loco; si te dan cambio para hablar de la toma del pueblo, les hablas más bien del avance de las obras del Metro de Medellín o de la recuperación de Coltejer o del incremento de las exportaciones bananeras y así se irán acostumbrando al modelo que yo quiero implantar”.

El genio Restrepo daba estas otras disparatadas pautas para una región en guerra como Antioquia:

“Si ocurre una masacre de 30 o más campesinos muertos en cualquier municipio de Antioquia, no le haces demasiado ruido al episodio, que es bastante desagradable. Das la noticia escueta, sin aspavientos, por la cadena, y si te piden ampliación del genocidio, te haces el desentendido<; les sales al aire con una noticia positiva acerca del progreso de Medellín”. ¿Y qué hacemos, señor gerente, cuando nos llegue la lista de las 30 víctimas debidamente identificadas? “Simplemente, la ignoras”.

Restrepo no paraba de dar instrucciones a los periodistas para esos tiempos de guerra. Insistía en querer tapar el sol con las manos. Se quejaba por la proliferación de secuestros y disponía el censor de nuevo cuño:

“Si en un solo día hay ocho secuestros, en Antioquia, no dedicaremos una noticia a cada caso. Daremos una sola información, ojalá cuando esté bien entrada la noche, en la que registremos los ocho plagios, pero sin dar los nombres de los cautivos para no alarmar al país y no generarle dificultades a las familias en el proceso de negociación con  los secuestradores”.

¿Y si hay un pez gordo, un personaje de mucha importancia, entre los secuestrados, qué hacemos, señor gerente?

“Nada. Nos hacemos los locos. Callamos el asunto. Esa es otra manera de contribuir a la paz y a la tranquilidad de la región. Además, si los otros medios quieren dar esa noticia, pues que la den; nosotros no perdemos nada, absteniéndonos de publicarla”.

Restrepo quería maniatar la iniciativa periodística prohibiendo que por las emisoras de Caracol, en Antioquia, se transmitieran noticias sobre los carros-bomba que ponían los narcotraficantes; los atentados dinamiteros contra puentes, torres de energía,  sedes militares y de policía; alcaldías,  bancos y sedes políticas.

Estaba convencido de que con su ”revolucionario” patrón informativo  la violencia iba a desaparecer del territorio paisa y se preguntó: ¿”Quién quita que el sistema cale y lo copien y apliquen en las demás plazas de Caracol en el país”? (Su utopía jamás prosperó, ni tuvo eco en los altos mandos de la compañía).

La apostilla: Cuando el gerente amordazador terminaba de exponer en vano su repertorio de estupideces, el suscrito regresaba a su cubículo y los redactores, ansiosos, corrían a preguntarnos ¿qué quiere el nuevo gerente?

Yo respondía: Quiere un noticiero originado en Suiza.

( [email protected])

Columnas del autor

*La niña sin nombre
*La partida de Gabriel Molano (1)
*Gabriel Molano, impresor y bailarín (2)
*El Campeón de todos los divorcios
*Un Medio Ambiente para Vallejo
*Alabanzas al teléfono celular
*El Ministerio de Mendoza
*¡Si es berraco, viva sin agua!
*La danza de las manos
*De casos y cosas
*La gran crónica de don Alfredo…
*Los dioses nunca jugaron fútbol…
*El loco de la colina iluminada…
*Aprenderlo todo sobre Pekerman…
*Un domingo como este…
*Rosario de promesas…
*El padre y el hijo
*El hundimiento de La Barca
*Propuestas para perpetuar el nombre de Calderón
*El libro póstumo de don Rafael Arango Villegas
*La traza del candidato
*La estrategia de Juan Carlos Osorio
*El último vuelo del Mayor Peñaloza
*El centenario de López Michelsen
*La astucia del Padre Fabo
*El humor del filósofo López de Mesa
*Un Pacho para Palacio
*¿El Papa va o no con ordinal?
*El hombre que vivía del aire
*Un premio para Calderón
*La tumba olvidada de Ñito
*Un sentido adiós al decano de la crítica taurina
*Las carambolas de Don Helí
*La televisión al derecho y al revés