18 de septiembre de 2024

Trascender

17 de julio de 2014

Luciano recuerda  un corto ensayo que el bachiller Jairo Salazar Álvarez leyó en el Centro literario  “Eusebio Robledo” del Colegio Pio Xll de Salamina  sobre este verbo que se  convierte en  reflector de  intangibles importancias. En esas tres sílabas se encierra la  vida de quien  no quiere ser bosta, ni morralla sobradiza.Verbo que es estímulo punzante. Zodíaco  hacedor de llamaradas.

En el verbo trascender radica la gran  batalla que dan  los que tienen quimeras que pujan por nacer. Si García Márquez era pródigo en novelas   “para que me quieran más”,  otros lo hacen  para seguir vivos después de muertos. Trabajan una ilusoria eternidad. Homero, Virgilio, Sófocles,  Eurípides, Esquilo, después de  muchos siglos de haber dado a luz  sus libros que el tiempo no ha podido destruir, viven en  medio de nosotros. !Cuántas  vigilias  ha dedicado Luciano a esos autores imperecederos!

El que escribe no muere. Es intemporal.  Para poder adquirir, administrar y conservar las  relaciones sociales, hay que leer. Nada más aburridor que un contertulio analfabeto, carente de juicios sensatos, que exhibe ignorancia  enciclopédica.  El que ha leído es diserto,  imaginativo y creador. El que escribe maneja una lupa misteriosa. Ve, observa, intuye, con un ojo espiritual del cual carecen los demás. Unas minorías, muy reducidas, desentrañan el vocabulario de la naturaleza, el lenguaje de las flores, el mensaje de los jirones de nubes corredizas, las cuitas que adolorido  canta el río que viaja evadiendo el cilicio de las piedras.

Son elogiables las filigranas de García Márquez para hacer escamoteos con las palabras, para redondear musicalmente una descripción. Es un genio para las parábolas y  para desmenuzar las cogitaciones que anidaban en su universo íntimo. La Odisea de Homero o La Ilíada de Virgilio asombran en los relatos sobre  la guerra de Troya o el regreso de Eneas a su tierra natal. Bernardo Arias Trujillo fue genial en sus prosas. Lo  mismo Silvio Villegas.

Máximo Gorki dimensionó el papel que en la vida de las sociedades tiene el escritor al  afirmar que : “ es el vocero emocional de su país y de su clase, es su oído, sus ojos y su corazón; es la voz de su época”.

Quien escribe, crea. Suya es la intuición, suyo el ojo mágico, suya la habilidad literaria para hacer malabarismos con las palabras. Mas la imaginación. El que no sueña, el incapaz de fabricar utopías, el que no tiene horizontes, es un eunuco espiritual. Vive en una triste órbita precaria.

Es irresistible el deseo de escribir. Estar opinando, abriendo alas, conceptuando, viviendo en el parnaso, dándole salida a ese otro yo  agazapado en regiones secretas. El escritor mantiene el alma despierta. Husmea, controvierte, palpita, con el oído convertido en antena prodigiosa. Sobrevuela sobre los acantilados  de las almas dormidas.

Se vive entre tensiones  y solo la pluma y la palabra  liberan y  trascienden.

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