Despojándonos del egocentrismo
Dudó entre seguir su paso para buscar pronto un refugio o ayudarlo, y pensándolo adecuadamente, se decidió por lo segundo. Se quitó los guantes, pese al intenso frío, y masajeó al otro, quien estaba casi moribundo, para que le volviera la circulación. Al final, en razón a su buena acción de ayudarlo, ejercitó los dedos de sus manos y fue así como de pronto, como por milagro, su propia circulación regresó, consiguiendo de esta manera, no solo salvar al otro, sino que también a si mismo.
Y cual serÍa el corolario de esta anécdota? Muy sencillo. Este buen samaritano se salió de si mismo y de su egocentrismo, y ayudó al otro, lo que le permitió a la vez auxiliarse y salvarse. Esta enseñanza nos deja una conclusión muy importante y esta es que, cuando salimos de ese mundo tormentoso de pensamientos confusos en el cual a veces nos encontramos, nuestras dificultades empiezan a cesar, lo cual indica que a ratos por pensar tanto en nosotros no le hayamos solución a nuestras problemáticas, y creemos estar andando por callejones sin salida, y que solo cuando nos apartamos de nosotros para darle una mano caritativa y desinteresada a alguien, es cuando empezamos ver la solución a las dificultades.
En tales momentos, tal y como le sucedió a la persona de la nevada, si buscamos la manera de ayudar a alguien que lo necesita, esta acción se convertirá en la mejor de las medicinas para encontrar una mente clara que conduzca a acciones sensatas. El ayudar es quizás una de las mejores terapias que existen para encontrar aquellas formas que nos conducen a cambiar nuestras maneras de pensar negativas que con frecuencia nos llevan a sentimientos de índole similar. Ensayándolo lograremos cambios que jamás habríamos imaginado. El resultado es tan bueno que vale la pena intentarlo.