Una misión imposible reconcilliar a los expresidentes
Las irreparables averías son una clara demostración de la polarización política que padece esta amada república consagrada durante tanto tiempo al venerado Corazón de Jesús.
Viéndolo bien, es más fácil asistir a una final en Brasil 2014 entre las selecciones de Ecuador y Honduras, dirigidas por Reinaldo Rueda y Luis Fernando Suárez, que tratar de poner a comer en el mismo plato, en la misma mesa, a los cinco ex mandatarios nacionales que continúan con sus cédulas tan vigentes como sus opulentas mesadas pensionales que heredarán sus viudas.
Tarea ni para el Santo Padre
Propiciar un acercamiento entre estos caballeros es una tarea de romanos que le quedaría grande hasta al mismísimo Papa Francisco, el conciliador por antonomasia, que se le ha apuntado, por ejemplo, a la intrincada búsqueda de la esquiva paz en el convulso Medio Oriente.
Las heridas abiertas en la ruidosa campaña que ha terminado, por fortuna, son muy difíciles de cicatrizar y de olvidar.
Dichosos los siete ex presidentes que murieron sin asistir a una sola de estas vergonzosas peloteras modelo 2014: Alberto Lleras Camargo, Guillermo León Valencia Muñoz, Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero, Alfonso López Michelsen, Julio César Turbay Ayala y Virgilio Barco Vargas.
Los cinco que nos quedan
Se pueden contar en los dedos de una mano. Es muy fácil correr lista en el imaginario club que carece de personería jurídica, estatutos y sede social porque apenas nos quedan vivos cinco ex presidentes: Belisario Betancur Cuartas, César Gaviria Trujillo, Ernesto Samper Pizano, Andrés Pastrana Arango y Alvaro Uribe Vélez.
El primero de la nómina de sobrevivientes, el llamado “hombre fuerte de Amagá”, que era mirado por algunos sectores como el más opcionado para oficiar en un momento dado como campanero de una utópica unión entre ellos, porque se mantenía alejado de la rapiña, se dejó seducir finalmente por el santismo, al adherir públicamente a la propuesta de paz que abanderó el actual inquilino de la Casa de Nariño. No quedó, pues, un pregonero que se embarcara en la penosa tarea de evitar que el club ex presidencial se viera reducido a escombros.
Condiciones para el ingreso
Indicaciones para legos en la materia: Se llega a este empingorotado círculo por derecho propio, sin importar que el nuevo socio lo haya bien, regular o mal en sus cuatro (u ocho) años como primer empleado público de la Nación. No requiere hoja de vida, solicitud de admisión, palancas o cartas de recomendación, pasado judicial, exámenes médicos, registro único tributario, ni correo electrónico.
El debutante queda incorporado automáticamente desde la misma tarde del 7 de agosto, una vez se haya juramentado su sucesor y hecho entrega dde las llaves de Palacio. Se ingresa, pues, al cenáculo invisible sin trámite previo. Olvidábamos señalar que tampoco debe someterse al detector de mentiras.
Las ventajas
Los socios no hacen aportes económicos, ni aprueban presupuestos para el sostenimiento del entable. No manejan dineros, ni programan eventos recreativos, académicos o políticos. Los socios se ven las caras de vez en cuando, en el perímetro histórico bogotano, cuando el presidente de turno le da la gana de convocar a la comisión asesora de relaciones exteriores. Es un establecimiento con un nombre rimbombante, que no figura en el directorio telefónico, sin nada adentro, salvo los “muebles viejos” de los que solía hablar en sus columnas de prensa el doctor López Michelsen, uno de sus miembros principales.
Tolón Tilín
Para los burócratas de oficio, el tan traído y llevado club de los ex presidentes es una rosca minúscula de hombres nostálgicos, independientes, vanidosos y caprichosos.