Las nostalgias de Orlando Cadavid
Al terminar la lectura, sentí verdaderamente el que tanto tiempo haya pasado y que tantas cosas bellas nos hayan abandonado. Y no pude evitar la tentación de referirme a esa columna, y hasta aprovechar para comentar algunos de los hechos que él nos cuenta y preguntarle, de paso, por alguna otra cosa que puede que él conozca, y sobre la cual puede que decida hablar.
Nunca olvidaremos a Ignacio Escobar Uribe y su fiebre por hacer de Manizales la sede de un canal independiente de televisión. Cuando mi padre compró un televisor Phillips por quinientos pesos, precio especial con el que Rojas Pinilla premiaba a los empleados oficiales de esa época, empezamos a ver televisión en nuestra casa del barrio de Campohermoso todas las noches. No nos perdíamos el programa de la Armada (“Mares y marinos de Colombia”, que abría transmisión con el himno de esa fuerza naval: “¡Viva Colombia!, soy marinero, por mi bandera por mi heredad…”), ni la serie de Allan Duguet, ni otros muchos programas que llenaban nuestras fantasías de muchachos… Y supimos, además, que las emisiones iniciales de Inravisión solamente cubrían a Bogotá, Medellín y Manizales, porque así lo anunciaban los créditos de la televisora. Y nos hacíamos la ilusión de que, con el estudio de televisión que había creado Escobar, pronto tendríamos en Manizales televisora propia. Al fin y al cabo, la nuestra era por esas calendas la quinta ciudad del país, en población, en importancia política, en poder económico, en capacidad industrial. Vana esperanza. Eran épocas de estatización de casi todos los servicios: la energía eléctrica, el servicio telefónico, el transporte ferroviario (que en aquella época sí existía), y, por supuesto, la televisión transmitida por la empresa recién creada por el Estado para prestar ese servicio en Colombia. Nunca se pudo lograr ese sueño. En todo caso, es triste saber que, como tantas cosas importantes que tuvo nuestra ciudad, el Trasnmicentro fracasó (nunca pudo iniciar transmisiones) y Transmisora Caldas perdió hasta el nombre para convertirse durante caso todo el día en una repetidora más de la Radio Cadena Nacional, bajo el nombre poco llamativo de “cadena básica de RCN”. Mejor les fue a sus competidores de la época, Radio Manizales, la emisora afiliada en ese entonces a Caracol en nuestra ciudad, que por haber sido vendida a Todelar, pudo en buena hora conservar al menos un nombre y una identidad propios. Y en cuanto a Caracol, que había vendido a Todelar la Radio Manizales, terminó convirtiendo a su filial Radio Reloj en La Voz del Ruiz, la cual llegó finalmente a lo mismo que le pasó a Transmisora Caldas: perder su nombre y convertirse en un emisor más de una cadena nacional: la cadena Caracol. Como nombre le quedó solamente su identificación como tal: Caracol Manizales.
Muchísimos años después, los visionarios de Manizales parecieron despertar y se decidieron a fundar un canal de televisión, al servicio de nuestra ciudad y nuestro departamento. Y, según lo que yo recuerdo, cuando finalmente tuvieron todo listo, apareció el invencible poder de gobernante del doctor César Gaviria quien, por arte de birlibirloque, entregó el proyecto a los pereiranos, que no habían hecho nada ni puesto ningún dinero para la creación del canal. Este es un recuerdo medio borroso que tengo yo en mi mente. Estoy seguro de que Cadavid Correa sabe más del asunto, porque desde siempre ha estado vinculado a los medios de comunicación manizaleños. ¿Querría él, como aporte a la historia del deterioro de la importancia nacional de Manizales, refrescarnos lo que pasó? Porque lo cierto es que, mirando las transmisiones de Telecafé, uno se lleva la impresión de que los manizaleños (y los armenios también) resultaron ser unos segundones en el manejo del canal, cuyo objetivo básico, así lo siente uno, es el progreso de Pereira.
Nos habla Orlando Cadavid del señor y maestro Eucario Bermúdez. ¡Quién no recuerda ese comunicador de tiempo completo! Hace mucho tiempo, Eucario se fue a vivir a los Estados Unidos. A Miami. Allá ha sido un importante representante de la actividad comunicadora colombiana. Hace poco, el Alcalde de Miami le hizo el honor de bautizar con su nombre una calle de la ciudad: “Eucario Bermúdez Street”. (¿Sí pondrán la tilde en Bermúdez?) ¡Buena esa! Lo que sí no sabía yo era que Eucario hubiese nacido en Timbío (Cauca). Vueltas que da la vida.
También nos habla Cadavid Correa de Amparo Grisales, quien salió del barrio San Jorge a triunfar en Bogotá. Muchos coterráneos la han admirado, otros la han criticado. No se puede negar, sin embargo, que es un personaje destacado de nuestra generación.
Otro llamado a nuestra nostalgia: Dominó. En nuestra juventud, esa fuente de soda era el sitio preferido para atender a nuestras primeras noviecitas y para declararles nuestro cariño y nuestros piropos. Cuántas citas de amor, y también cuántos rompimientos, tuvieron como callado testigo los abullonados sillones de Dominó. Su desaparición ha sido una gran lástima. Acabo de presenciar una desaparición similar. Cuando llegué a vivir a Cali, en 1971, estaba recién inaugurado un “drive-in” llamado Tropicana, ubicado en la Calle Quinta que en ese momento todavía se llamaba Carrera 15, que se convirtió rápidamente en sitio preferido de las parejas de la juventud caleña. Yo ya estaba casado y fueron muchísimas las veces que fuimos mi esposa y yo allí, a tomar un helado o a almorzar el inigualable chile con carne que ofrecía el local. Ahora, Tropicana ha sido demolido y van a construir allí un edificio comercial. Como en La Bohemia” de Aznavour: “Soñando como ayer rondé por mi taller mas ya lo han derrumbado, y han puesto en su lugar abajo un café-bar y arriba una pensión”. Nostalgia por donde se mire.
Aprovecho para felicitar al poderoso grupo de comunicadores manizaleños mencionados por el columnista Cadavid Correa, que todavía manejan la información deportiva en Colombia. Es casi el único sector en el que Manizales aún conserva una presencia nacional importante