¿QUIÉN GANÓ?
-Estaba pensando en lo que usted me preguntó ayer- fue su saludo… -Y creo tenerle respuestas: si no las que usted quiere, si las que yo pienso correctas… Y con esto, me invitó a sentarme.
-¿GANÓ SANTOS? NO LO CREO, pues él sostiene que ganó la paz-, fue su primera afirmación.
Maestro, repliqué: -¿No sería una metáfora?
-¿Acaso se puede gobernar con metáforas? -¿No recuerdas cuánto le costaron a Colombia los versitos de Marroquín, el de la perrilla? …-Si hasta alcanzó para que su hijo Lorenzo levantara el Castillo, con los cincuenta mil dólares que le tocaron de comisión, en el negocio de la venta de Panamá a Teodoro Roosevelt, cuyo precio pagara Wilson a Colombia.- Porque venta fue, así el pago lo hiciera el Imperio veinte años después y lo recibiera Laureano Gómez, porque nadie sabe para quien trabaja.
-Usted exagera, Maestro, -¿no le parece?
-¿Exagera? ¿Hay alguien capaz de exagerar las tonterías de este seudo gobierno, fiel copia de los más ineptos y vergonzosos de nuestra pobre historia? Fue su respuesta, que me supo a regaño.
-Entonces, sí ganó la paz… Me atreví a contestarle. Y más tardé yo en hablar que él en sacar su conclusión:
-Su afirmación sería cierta si la paz fuera de él, de Santos. Pero él ha dicho que la paz no tiene dueño…
Y cuando confiaba en haber superado el escollo, me preguntó:
-¿En qué quedamos?: ¿paz de todos, paz sin dueño, paz de Santos?
A lo cual contesté:
-Maestro, ¿y de las Farc qué? ¿Por qué excluirlas? ¿O parcelar la paz, partirla en tajadas, cómo si fuera un ponqué?
Y cuando creí que se enfurecería, respondió serenamente:
-Por aquí no llegamos a ningún Pereira: nos estamos enredando, y ni pensar en preguntarle a Simón, porque él si ve los letreros pero no los lee… Recuerde que el problema de este muchacho fue aprender primero a escribir, a dibujar su firma, que a leer, y quedarse así…
-¿No se equivoca, Maestro? -repliqué. –¿Por qué no abrirle paso a este nuevo Simón el Mago, que va en pos de la presidencia, en 2018? –Es verdad que aún no ha triunfado en el ministerio de hacienda, que fue su premio en esta piñata… Pero él sí ha dicho que será el ministro más joven, así como fue el Director Único del Partido Liberal más precoz y eficaz, así lo recibiera de segundo y lo dejara de cuarto. Y si de grados se trata, ¿las charreteras de general no se las ganó en el campo de batalla, como el Coronel Barrera las suyas? ¿Qué culpa tiene el muchacho de que haya tantos envidiosos?
-Vamos despacio, que Germancito nos está oyendo; o al menos algún pirata informático que le haya quedado de su campaña… Y si él se sacrificó esta vez por su leal Santos, es imposible pedirle que renuncia a sus aspiraciones en 2018, contestó el Maestro.
-Entonces, ¿solamente lo tendremos encargado de la presidencia por menos de tres meses? Con razón dicen que no hay que creer en promesas de políticos, por más santos que sean…Porque lo del reparto, estaba al parecer seguro-, remató el maestro.
-Del poder con el vicepresidente, y de casas gratis, comenzando por la de doña Mercedes la de la zurriaga, que ya la pagó por anticipado con su cuña publicitaria-, me atreví a sugerir…
A lo cual, entre amoscado y molesto, replicó el Maestro:
-Modérese, joven: usted no es Santos para faltarles al respeto a todos los colombianos, diciéndoles estúpidos, imbéciles, que comulgan con ruedas de molino y desayunan tragando entero. Que es lo mismo que pedirles que voten por una paz que no saben en qué consiste, y cuánto costará.
Y cuando yo comenzaba a retirarme, en medio de los ladridos de Sansón y de la pequeña Manchas, lo último que oí fueron las palabras del Maestro:
-¿Para qué preguntar, muchacho, quién ganó, sí se sabe quién perdió: Colombia, los colombianos todos…
Y fue en ese momento cuando me di cuenta de que el tema que traía para comentarle había quedado lejos, más perdido que la brújula y los mapas del más Santos de los santos.
-¿En qué quedamos de las Farc?: -¿dueñas exclusivas o apenas dueñas de la paz?,- pregunté, casi en un susurro por aquello de los espías informáticos.
Y cuando esperaba que el maestro estallara con más furia que Fernando Vallejo, se limitó a decirme:
-Ahí no entro ni salgo: él único que lo sabe es Iván Márquez. Ni siquiera Enrique, el Gran Hermano, lo pudo averiguar cuando estuvo de vacaciones en La Habana, ayudándole a Juampa a traicionar a Uribe. Era tan secreto, y lo sigue siendo, que no hay para qué preguntarle al tonto de De la Calle Lombana, el sobrino de Flaminio y Manuel Lombana, modelos de liberales fieles, anti-lentejos por excelencia, que nunca traicionaron al Liberalismo!
Y agrego mi Maestro:
-No olvides que “el hombre valiente muere sólo una vez, en tanto que el cobarde sufre mil muertes.” Por eso todos, hasta nuestros filósofos tropicales –Gaviria- y nuestros sabios –Fernando Isaza-, se comieron el cuento del Coronel Millán Astray: “Abajo la inteligencia; viva la muerte…” Recuerdo amargo que me hizo abandonar la biblioteca, en medio de las risas de un papagayo, acaso el del Tuerto López… Y de los ladridos de los dos perros guardianes.
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